Hace algo más de dos décadas comenzó a sonar en nuestro país una música singular procedente de México. Comparado con el bullicioso mariachi –esa brillante fiesta de trompetas que todo el mundo identifica a la primera con aquel país–, el llamado corrido, con su ritmo básico y su acordeón pachanguero, sonaba de primeras polvoriento y desafinado. Pero el punto fuerte de este género propio del norte de México no está en las melodías ni en sus instrumentos, sino en las letras, narraciones intensas de dramas humanos y choques de cárteles de la droga –el subgénero llamado narcocorrido– basadas en hechos reales. Una suerte de juglaría tex-mex que desde hace décadas tiene unos reyes indiscutibles: Los Tigres del Norte.
Para cuando comenzaron a sonar en las radios españolas, los abanderados del género ya eran una institución en su país y en el sur de Estados Unidos. Sus canciones sobre lances trágicos entre bandas de narcos, crímenes pasionales o vivencias tristes de quienes emigran a Estados Unidos o lo intentan sin éxito son la banda sonora vital de millones de fanáticos incondicionales a ambos lados de la frontera.
De Sinaloa a Londres
Surgidos en 1968 en Rosa Morada, un villorio del estado de Sinaloa, se trasladaron a California a comienzos de los 70, donde fueron descubiertos por Art Walker, un inglés propietario de una pequeña compañía de discos, Fama Records, que produjo sus primeras grabaciones. En 1973 consiguieron su primer éxito con su quinto álbum, Contrabando y traición. Desde entonces han grabado otros cincuenta discos, de los que han vendido 30 millones de copias. Con su repertorio de más de 700 canciones han conseguido siete Grammy y otros siete latinos.
Los Tigres del Norte visitaron España por primera vez en 2002. Y volvieron cada poco antes de un prolongado paréntesis de 14 años que ahora llega a su fin. Este jueves inician en el Wizink Center una minigira que les llevará también a La Coruña, Barcelona, Bilbao y Pamplona. Y a una primera cita en Londres el próximo 14 de abril.
“Llegamos antier”, cuenta Jorge Hernández, jefe de los jefes e inconfundible primera voz de Los Tigres del Norte la víspera de su concierto en el Wizink en conversación con El Independiente, en una amplia sala de convenciones del hotel en el que se hospedan y con vistas a la Gran Vía. Le rodean, además de un nutrido séquito, sus compañeros de grupo, todos, a su manera, bien acicalados e impecablemente vestidos: su primo Óscar Lara, batería, con quien fundó la banda hace más de 55 años, y sus hermanos Hernán (bajo y voz), Eduardo (acordeón, bajo sexto, saxofón y voz) y Luis (bajo sexto y voz), el más joven de ellos y el último en incorporarse sustituyendo a Raúl Hernández, el tigre solitario que se emancipó del conjunto a mediados de los 90.
“Estamos iniciando un reencuentro con el público de aquí”, explica el líder y portavoz de Los Tigres. “Traemos un show con el folclor de nosotros pero al mismo tiempo de México, que viene siendo el mariachi, y un ballet que nos va a acompañar, y lo entreveramos con la orquesta y las canciones que se hicieron populares con el Unplugged”, el álbum que grabaron en vivo el 8 de febrero de 2011 en el Hollywood Palladium de Los Ángeles con artistas invitados como Andrés Calamaro, Paulina Rubio, Juanes o Calle 13. “Para que el público se divierta y la pase bien. Tenemos mucho deseo de estar aquí en España”.
Por la vereda adecuada
Aunque los 2000 marcaron la eclosión del éxito relativo de Los Tigres en España, descubrieron entonces que contaban aquí con una afición fiel que venía de más atrás. En sus primeros conciertos en nuestro país se les acercaban para pedirles autógrafos esgrimiendo discos de sus comienzos. Aquellos viejos acetatos habían cruzado el charco durante años por medio de un comercio informal llevado a cabo por los mexicanos residentes en España que regresaban a su país de vacaciones.
“Luego entró la tecnología y empezó para nosotros un movimiento completamente diferente. Pero la llegada de nosotros aquí fue totalmente orgánica. Las primeras veces íbamos a todas las radios. Eso se ha perdido", cuenta don Jorge. "Ahora", gracias a las redes sociales, "es más rápido que te conozca tu público o que se apoderen de lo que haces –de lo que haces bien y de lo que haces mal también–, pero tuvimos la dicha de vivirlo. Son recuerdos muy bonitos para nosotros".
Como lo son los de sus comienzos, cuando Jorge, el mayor de los hermanos, tenía apenas 14 años. "Yo tocaba la guitarra y mi primo Óscar la redova –un instrumento de percusión de origen checo consistente en un bloque de madera sujeto al cinturón que se golpea con dos palillos–. Cantábamos por canción. Lo hacíamos por necesidad, para ayudar a nuestros padres a salir adelante. Nunca pensamos que tendríamos la oportunidad de ser lo que somos y lo que significamos para la gente. Pero a base de trabajo y disciplina puedes lograr lo que te propongas. Y seguimos todos en el mismo canal, por eso hemos durado tanto tiempo juntos. Tenemos la misma intención y las mismas ganas de existir cantando historias que hablen de la realidad. Hay una mancomunión entre nosotros. Y si llegamos hasta aquí quiere decir que lo estamos haciendo bien. No tenemos por qué agarrar veredas equivocadas si ya sabemos que vamos de frente, pavimentando el camino con hechos reales".
Basado en hechos reales
Jorge y los demás tigres insisten mucho en este aspecto de su trabajo: en el sustrato real, genuino, de las canciones que les han hecho grandes. Pero ¿cómo describirían un corrido a un profano, a alguien que nunca les haya escuchado o que levante la ceja al hacerlo? "Un corrido es una historia que toca varias partes de tu cerebro", describe Jorge Hernández. "Primeramente te hace pensar, porque es un hecho real que tú vas visualizando a través de la letra. Puedes hacerlo alegre o triste, pero son hechos y casos reales. Es como contar una telenovela, una película, pero imaginariamente. Puede ser una historia de política o de caballos, el corrido abarca todas las áreas, pero para nosotros es ante todo la historia real que nuestra gente vive. Son narrativas humanas procedentes de toda Latinoamérica. Solo nos falta grabar historias de ustedes. Aunque bueno, hicimos 'La Reina del Sur', a partir del libro de Arturo Pérez-Reverte, esa aria de Teresa la mexicana que viene a conquistar España".
La violencia es el tema principal y dominante de los corridos en general y del repertorio de Los Tigres del Norte en particular. Una realidad candente en México, uno de los países más violentos del mundo, donde el año pasado fueron asesinadas más de 30.000 personas. Algo con lo que ellos intentan marcar distancias: la narración de los hechos no implica adhesión. "Son historias que llegan de todo México, no solo del norte, y de toda América. Nosotros tratamos de estar en el medio, de no ir ni muy para lo negativo ni hacer apología de ello, sino decir las cosas como son; esto es lo que sucedió. El grupo se mantiene ahí. No somos parte, solo queremos contar las cosas como sucedieron, sea una historia de caballos o de política", aclara Jorge.
"Nuestra música ha ido evolucionando como la sociedad", añade el benjamín, Luis. "Al principio sin hacer conciencia pero después de una manera más consciente nos fuimos comprometiendo y responsabilizando con la gente que sigue la carrera de Los Tigres del Norte. Para crear estas historias y cantarlas, sean de narcotráfico o de un problema social o político, tienes que conocer lo que hay ahí afuera. Para poder cantar algo necesitamos tener los fundamentos con que sustentar esa historia, pero sin que se vea al grupo como parte de todo eso que se está viviendo sino como narradores, y es ahí donde nosotros hemos brincado para no ser parte de ese movimiento como tal".
Cantar la violencia sin glorificarla
Según Luis, el grupo ha marcado distancias para conjurar cualquier atisbo de glorificación del narco o de la violencia, como ha sucedido con otras bandas de narcocorrido o incluso con algunas populares series de televisión. "El público nos ve también como familia, como caso de éxito, de unión y esperanza. Creemos que todas esas cosas van juntas. Por ser como somos, por los valores familiares que tenemos y el respeto que le tenemos a nuestra carrera y a nuestro público, creo que eso nos ha mantenido al margen de todo lo demás y de otros artistas que interpretan este género".
En 2019, siguiendo los pasos de Johnny Cash en 1968, Los Tigres del Norte actuaron en la prisión de Folsom, donde la mayoría de los reclusos, como en el resto del estado de California, son hoy, "desafortunadamente", de origen latino. "Nosotros al ir ahí descubrimos una comunidad que está olvidada. Muchos no tienen contacto exterior, y los que lo tienen es muy poco", señala Luis Hernández. En el disco resultante de aquella actuación se suceden, a modo de interludios, los testimonios de algunos de los prisioneros, espectadores del concierto y aficionados de la música de Los Tigres. Para ellos, su música, lejos de ser una apología de la violencia, es una lección de vida, "una terapia para que la gente cambie un poquito".
Vivan los 'mojados'
Otro de los grandes temas de Los Tigres del Norte es el trauma de la emigración. Sus canciones reflejan con frecuencia la experiencia de los espaldas mojadas, los que cruzan ilegalmente la frontera, o de aquellos que se han asentado en Estados Unidos pero sienten la nostalgia y el desarraigo. Afincados en San José, al sur de San Francisco, desde hace cerca de medio siglo, ellos conocen en primera persona la realidad de los emigrantes.
"En los 70 hicimos un tema llamado 'Vivan los mojados', que en aquel tiempo era como chusco, como de diversión. Bromeábamos con la manera de estar legales en Estados Unidos. ¿Cómo se podía lograr? Pues casándote con una americana. Pero aquello fue tomando un carácter muy fuerte, y nosotros a través de los años fuimos adquiriendo una responsabilidad para poder interpretar canciones que se conecten directamente con las problemáticas que tiene la gente que llegó a cruzar la frontera y los que están de aquel lado en México intentando cruzar", desgrana Jorge Hernández.
Y de ahí vienen historias como "Ya nos dieron un permiso" o "La jaula de oro", que aborda la problemática que existe en las familias de emigrantes a partir de la segunda generación, "cuando los hijos ya no quieren ser mexicanos porque viven en otro país, cambia su forma de pensar, en la escuela empiezan a aprender el inglés y, aunque hablen el español en la casa, ahí surgen una serie de problemáticas a las que nadie ponía atención. Es lo que está sucediendo en la sociedad y nosotros queremos ser parte de ella, estar involucrados. Nos relacionamos con mucha gente que tiene problemas muy graves, que unas veces se pueden cantar y otras veces no. Pero siempre buscamos la manera de hacerlo", reconoce el patriarca de Los Tigres. "Es una responsabilidad que tenemos. Tratamos de crear conciencia a través de las canciones que grabamos".
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