Tal día como hoy en 1960 apareció un disco que no contiene éxitos que cualquiera pueda reconocer, pero que sí es todo un hito en la historia del rock. Cuando Elvis Presley se licenció tras su paso por el ejército, tenía infinitas ganas de hacer música. El resultado fue Elvis is Back, un álbum en que se reconocen las auténticas raíces del rock en todas y cada una de sus canciones.

Elvis vestido de militar en el ejército es una de esas imágenes que forman parte de la cultura pop del siglo XX. Todo comenzó con un telegrama recibido el día de Navidad de 1957, después de haber solicitado varios aplazamientos. En aquella época, en Estados Unidos, todos los hombres de entre 18 y 26 años debían alistarse, y una vez reclutados tenían que servir durante 24 meses. Al Rey del Rock le ofrecieron hacerlo en zona VIP: tuvo la oportunidad de pertenecer a los Servicios Especiales. Pero él prefirió ser soldado raso. Nunca quiso ningún favor especial, ni siquiera permisos para grabar discos. Así se ganó el respeto de todos. Acabó en Alemania, en la Tercera División Acorazada en Friedberg. Consiguió ser líder de pelotón y el rango de sargento primero, con medalla de buena conducta.

Su servicio militar no estuvo exclusivamente dedicado a su fusil. Durante ese tiempo conoció a la hija adolescente del jefe de su unidad. Se llamaba Priscilla Beaulieu. Sí, la joven que acabaría siendo su esposa. Ese encuentro se explica de forma detallada en la reciente película de Sofia Coppola que lleva su nombre.

Los altibajos emocionales del artista durante su paso por la vida militar tuvieron su momento más dramático con la muerte de su madre a causa de un infarto. En Elvis, la cinta de Baz Luhrmann de 2022, se narra magistralmente ese momento de dolor.

Cuando volvió a la vida civil en 1960, el chico tenía muchísimas ganas de actuar, y a eso el coronel Tom Parker (que ni era coronel ni nada parecido) le sacó muchísimo partido. Ya no paró de dar conciertos hasta acabar muerto. Esa fue su verdadera batalla.

Springsteen y Hendrix, inelegibles

Ahora que vuelven a oírse tambores de guerra en Europa y se habla incluso de recuperar la mili obligatoria, no es menos obligado recordar algunos momentos en los que la música popular y el ejército se han encontrado. 

O precisamente son historia por no encontrarse, como fue el caso de Bruce Springsteen, que logró librarse del servicio militar durante la guerra de Vietnam. Cuenta el Boss en su autobiografía, Born to Run (2016), que no quería participar en lo que consideraba un conflicto injusto y sin sentido. En las semanas previas a su examen físico comenzó deliberadamente una dieta poco saludable, y la noche anterior decidió permanecer despierto y bebiendo sin parar. Además del panorama que se encontraron sus evaluadores, su historial de conciencia con visitas previas a psiquiatras llevó a los médicos militares a considerarlo “4F”, es decir, inelegible. Bruce había nacido para correr, pero en dirección contraria a la del ejército.

Otra paradoja chocante que relaciona el rock con lo militar viene de la mano de una de las estrellas más importantes de cuantas participaron en uno de los eventos más pacifistas de la Historia, como fue el festival de Woodstock. Jimi Hendrix se alistó como paracaidista con 18 años para librarse de la cárcel. Su misión nada más llegar al ejército fue conseguir que le echaran. Para eso, aunque se dijo que había sido culpa de una rotura de tobillo durante un salto, en realidad él adujo tener problemas mentales. Y para asegurarse de que no querrían ni verle añadió lo que pensó que sería un agravante importante: aseguró que se enamoraba perdidamente de sus compañeros y entraba en ciclos onanistas obsesivos. Bingo. A casa, a enarbolar la bandera pacifista.

Casos de músicos que, más bien al contrario, deben al ejército su arte, los hay. Es el caso del gran Johnny Cash. También sirvió en Alemania, como Elvis. Pero a diferencia de los casos anteriores, fue justamente durante su servicio militar como radiotelegrafista cuando aprendió a tocar la guitarra y hacer las delicias de sus compañeros de filas. 

Cuando se habla de la Segunda Guerra Mundial y se quiere ambientar la contienda y su época con música, se recurre generalmente al sonido big band de los años 40. Eso ocurre gracias a Glenn Miller. Este icónico trombonista y director de orquesta fue uno de los músicos de jazz y swing más populares y queridos de la era de las grandes bandas. Y lo consiguió, entre otras cosas, gracias a haberse alistado en el ejército, actuar en el frente y grabar discos para su distribución entre los soldados.

Subir la moral a la tropa

Aquí abrimos todo un melón. Desde Marlene Dietrich visitando a las fuerzas norteamericanas en Italia durante la Segunda Guerra Mundial a Marilyn Monroe en Corea, las actuaciones para las tropas han sido también una parte importante de la colección de imágenes históricas del siglo pasado. En el caso español, desde los tiempos de Sidi-Ifni se conocen gracias al No-Do apariciones como las de Gila o Carmen Sevilla. Pero la madre de todas las actuaciones bélicas, sin duda la protagonizó en Abu Dabi Marta Sánchez (en aquel momento con Olé Olé) y sus "Soldados del amor" en la Nochebuena de 1990, para que se “comieran el pavo tranquilas las familias”. Fue un espaldarazo importante a la carrera de la que es, sin duda, una de nuestras mejores voces. Los 90 fueron suyos.

Pero quizá el caso más extraordinario fue el de otra antibelicista como Cher. Ella actuó para las tropas que fueron a Vietnam en los 60, y cuando llegó el conflicto al Golfo Pérsico se subió a bordo del acorazado USS Missouri para grabar uno de los videoclips más controvertidos de la historia del pop: "If I Could Turn Back Time".

Rodaron cabezas. Nadie tenía claro quién había autorizado que una de las mejores voces del mundo se paseara con tan poca ropa entre cañones. Los valores castrenses se veían mezclados con otros muy distintos. El video fue inicialmente restringido o prohibido por varios canales de televisión, incluida la MTV, que lo emitía solo de noche. Con el tiempo la Marina de los EEUU no pudo “volver atrás en el tiempo”, como dice la canción, pero reconoció el valor promocional que tuvo para llamar a filas a voluntarios. Y la audacia de la cantante consiguió lanzarla como una bala de cañón en sus discos posteriores.