Seguramente cuando haya abierto sus redes sociales esta mañana, lo primero que habrá visto es a Madonna fumándose un puro en la alfombra azul de la Met Gala. El evento de moda más importante del año, donde las celebridades tratan de ser las triunfadoras con el estilismo más llamativo, nos ha dejado, una vez más, imágenes para el meme, el análisis estético y la crítica cultural. Pero Madonna, que parecía recién salida de Cotton Club, con un opulento frac blanco de Haider Ackermann –que ha tomado el relevo de Tom Ford en la dirección de su firma–, volvía a demostrar que a veces el gesto vale más que el exceso. Fumaba. Posaba. Miraba. En cierto modo, volvía a marcar el tono. Porque la Met Gala es eso: una pasarela de fama en la que lo temático resulta a menudo un accesorio.
La gala, que este año recaudó 31 millones de dólares para el Instituto del Traje del Museo Metropolitano de Nueva York, se construyó alrededor del "dandismo negro", un concepto cultural antes que estético, que inspira también la exposición inaugurada en paralelo: Superfine: Tailoring Black Style. El código de vestimenta –"Hecho a medida para ti"– aludía a esa elegancia construida por y para la comunidad afrodescendiente a lo largo de siglos de historia.
En la alfombra –azul, floreada y pasada por agua– desfilaron los nombres habituales: Zendaya, Nicole Kidman, Bad Bunny, Rosalía, Shakira, Sabrina Carpenter, Georgina Rodríguez. Rihanna llegó la última y anunció su tercer embarazo con un corsé que realzaba su silueta. Colman Domingo, anfitrión de la noche junto a Pharrell Williams –director creativo de moda masculina de la firma patrocinadora de la gala, Louis Vuitton– y A$AP Rocky, homenajeó al editor de moda André Leon Talley con un cambio de vestuario doble y un mensaje claro: "Nosotros les diremos quiénes somos". A su lado el reverendo Al Sharpton, conocido por su activismo político, pronunció un discurso que, aunque breve, fue tajante: "Nos negamos a ser vencidos".
¿Donde están los diseñadores negros?
Hubo también solemnidad medida. Un coro de voces negras entonó el Ain’t No Mountain High Enough de Marvin Gaye ante la directora de Vogue, Anna Wintour, la gran organizadora del evento, que destacó que la temática de la gala era un "mensaje de apoyo a la comunidad negra", aunque este se diluía por la sucesión de famosos –la mayoría blancos– que habían ido a llamar la atención. La cineasta Tonya Lewis Lee habló del legado afroamericano "anterior incluso a la llegada a este país" y su marido, el director Spike Lee, declaró con humor sentirse "extra negro" y bromeó con su gorra naranja de los Knicks. Pero más allá de gestos o frases, nadie quiso arriesgar. Ni siquiera Whoopi Goldberg se salió del guion. En un momento en que el Gobierno de Donald Trump desmantela políticas de integración y afirmación afroamericana, el silencio sobre la coyuntura, como ya sucedió en los Oscars, resultó elocuente.
A algunos observadores no les ha pasado inadvertida la falta de representación real de diseñadores negros entre los nombres más mencionados. La crítica en redes sociales, desde perfiles como @boringnotcom, señalaba la escasa visibilidad de creadores negros como Martine Rose, Grace Wales Bonner, Christopher John Rogers, Mowalola, Telfar o Luar. La pregunta flotaba en el aire: ¿dónde están los verdaderos innovadores del dandismo negro, aparte del inevitable Pharrell? Una de las que se comprometió al respecto fue la icónica cantante Diana Ross, que vistió un imponente diseño del diseñador nigeriano Ugo Mozie creado con su ayuda y la de su hijo Evan.
De Kamala a Diana Ross
A sus 81 años, Diana Ross, acompañada de sus hijos, fue recibida con vítores y reverencias, incluida la de Zendaya, que esperó tras la cola de su capa para saludarla. La escena captó mejor que cualquier discurso el cruce de generaciones e íconos. Entre las presencias inesperadas destacó la de Kamala Harris, anunciada por Vogue pero ausente de las cámaras.
La gala contó con una nutrida representación hispana, con la presencia de artistas como Bad Bunny, Rosalía –con un traje escultura de Olivier Rousteing para Balmain–, Maluma, J Balvin y Shakira. A este grupo se sumaron figuras como Georgina Rodríguez, quien deslumbró en la alfombra azul con un vestido lencero negro de Vetements.
Mientras tanto, dentro del museo, los invitados degustaron un menú con sabores africanos y caribeños diseñado por el chef Kwame Onwuachi, regado con vinos de bodegas propiedad de empresarios negros. Y fuera, cientos de seguidores aguantaron la lluvia durante horas, móviles en mano, para captar apenas unos segundos de ese desfile que cada año difumina un poco más la línea entre reivindicación y marketing.
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