Richard Sherman (Tom Ewell) parece tener todo lo que un cuarentón en Nueva York podría desear: empleo estable, piso en Manhattan y una esposa e hijo que lo adoran. Sin embargo, las exigencias del trabajo le obligan a quedarse en la ciudad durante el verano, mientras su familia veranea en Maine. Tras despedirse de ellos en la estación, Richard regresa a casa y se sumerge en la lectura de un ensayo que ha llegado a la oficina: un manuscrito de un psiquiatra que sostiene que todos los hombres son infieles en el séptimo año de matrimonio, lo que denomina la picazón del séptimo año (The Seven Year Itch). Aunque se considera irresistible, Richard –que cumple precisamente siete años de casado– insiste en que jamás engañaría a su esposa, Helen. Y entonces Marilyn Monroe se muda al piso de arriba.
George Cukor iba a dirigir La tentación vive arriba (1955), con James Stewart como protagonista. Finalmente, ninguno de los dos participó. Billy Wilder asumió la dirección y Tom Ewell repitió el papel que ya había interpretado en el teatro. Eso sí: la vecina del segundo, infantil pero seductora, solo podía ser Marilyn Monroe. Sin ella, la película no existiría.
La cinta, de cuyo estreno se cumplen 70 años, recaudó seis millones de dólares en su estreno, unos 72 millones al cambio actual. Todo un blockbuster que supuso un punto de inflexión para Monroe: marcó su regreso tras un periodo de suspensión por rechazar papeles de "rubia tonta" (aunque aquí volviera a interpretar a una), consolidó su estatus como sex symbol y le valió su primera nominación al BAFTA como mejor actriz extranjera. También la convirtió en protagonista de una de las imágenes más icónicas de la cultura popular.
La escena que acabó en paliza y divorcio
Se rodó el 9 de septiembre de 1954, a la una de la madrugada. Tras salir del cine, el personaje de Monroe –sin nombre en la película, simplemente "la chica", una forma más de objetualizarla– se detiene sobre una rejilla del metro para refrescarse con el aire ascendente. La corriente levanta su vestido blanco plisado, creando una estampa que ha pasado a la historia –y que tres décadas después Gene Wilder homenajeó en La mujer de rojo con la bellísima Kelly Le Brock como protagonista–.
En la escena aparecen algunos transeúntes caminando con indiferencia, pero fuera de plano había más de 5.000 curiosos que se habían congregado para ver a la Monroe. Muchos buscaban algo más que una simple visión de sus piernas. Se rumorea que fue el propio Wilder quien filtró la hora y lugar del rodaje para generar expectación. Pero los aplausos y silbidos del público impidieron registrar el sonido, y tras 14 tomas fallidas, el equipo tuvo que repetir la escena en estudio. La estrategia funcionó: La tentación vive arriba fue un éxito de taquilla.
Las imágenes del rodaje, publicadas en numerosos periódicos, llegaron a manos de Joe DiMaggio, entonces marido de Monroe. Furioso, agredió a la actriz al llegar a casa. Al día siguiente, Monroe acudió al rodaje con moratones que las maquilladoras intentaron disimular. Afectada emocionalmente, insistió en repetir la escena una y otra vez: hasta 40 veces, según algunas fuentes. Tres semanas después, pidió el divorcio.
Las fotografías que enfurecieron a DiMaggio se usaron en la promoción de la película. En Times Square se instaló un cartel de 15 metros con Monroe en la famosa pose. Curiosamente, la imagen completa –el cuerpo entero con el vestido flotando– no aparece como tal en la película. En el montaje final solo se ve el plano de sus piernas, con cortes de perfil, sin mostrarla de cuerpo entero. Aun así, el vestido se convirtió en un icono: en 2011 fue subastado por 5,5 millones de dólares, muy por encima del récord anterior por una pieza de vestuario de cine (el vestido negro de Desayuno con diamantes, adjudicado por 923.000 dólares).
La picazón del séptimo año
La tentación vive arriba es una película sobre el adulterio... sin adulterio. Quizá por eso Billy Wilder renegó de ella más adelante. La describió como "una película sobre nada", censurada hasta el punto de impedir que el protagonista consumara la infidelidad, pese a que ese es el núcleo del argumento. "Si el marido, solo en Nueva York mientras su mujer e hijo veranean, no tiene una aventura, no hay historia. Ojalá no la hubiera hecho", dijo en 1970.
Aun sin consumación, la película plantea una cuestión de fondo: ¿existe una pulsión –especialmente masculina– hacia la infidelidad tras siete años de matrimonio? David Cercas, asesor matrimonial, lo pone en duda en conversación con El Independiente: "La fidelidad tiene más que ver con lo personal que con lo cronológico. Decir que a los siete años se cae en la rutina y se es infiel es muy reduccionista".
Cercas define la monogamia como "un pacto del ser humano consigo mismo: con la cabeza, el corazón y el carácter", y lo resume así: "Le prometo al otro que será el único, a pesar de que haya muchas más personas". Para él, el dilema no está en la tentación externa: "El problema no es que tu vecina sea Marilyn Monroe, sino por qué quieres acostarte con otra mujer".
¿Entonces, la rutina existe? "Claro. Aparece cuando dejas de cuidar el afecto, cuando dejas de esforzarte por mantener viva la ilusión. Pero eso no convierte a nadie en infiel", responde. Y concluye: "Si me voy con otra persona, no solo rompo una promesa: le falto al respeto a alguien que está luchando por mí. La verdadera pregunta es: ¿qué pasa con las personas a las que les importas?".
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