La Virgen de la Esperanza Macarena ha vuelto al culto, pero no ha vuelto en paz. La intervención estética practicada en la última semana sobre la talla más icónica de la Semana Santa sevillana ha abierto un inesperado cisma entre los fieles: para algunos, "ahora sí es ella"; para otros, "esa no es su mirada de siempre". El desacuerdo no es menor: ha habido protestas, lágrimas, reuniones urgentes de la hermandad y un goteo constante de devotos ante la basílica tratando de reconciliar la fe con la percepción.

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Todo comenzó con una actuación urgente del taller Arquillo, uno de los más prestigiosos del ámbito cofrade, llamado por la Hermandad de la Macarena para corregir un "efecto indeseado" en las pestañas de la imagen. Según explicó la cofradía en un comunicado, la sustitución de estas había alterado su expresión de forma no prevista. El resultado inicial provocó tal revuelo que fue necesario cerrar anticipadamente la basílica el sábado 21 de junio y reabrirla solo tras realizar "retoques rápidos" a la imagen.

Pero la tormenta no amainó. Las redes sociales se llenaron de comparaciones, críticas y gestos de angustia. Algunos hermanos acudieron al templo con lágrimas en los ojos. Y aunque la hermandad pidió disculpas públicas y defendió la intervención por haberse guiado por "criterios técnicos", el malestar creció hasta desembocar en una segunda intervención de urgencia, realizada durante la madrugada del domingo por un equipo distinto, que modificó nuevamente la apariencia de la Virgen.

¿Un nuevo 'ecce homo'?

Este lunes, Efe pudo constatar el ambiente de división: "Ya es su cara", aseguraba una mujer llamada Carmen, convencida de que la expresión actual ha devuelto la esencia de la Esperanza. Otra devota, Macarena, pedía explicaciones a la junta directiva por permitir una intervención "sin comentarlo a los hermanos". Ana Cardoso, una de las entrevistadas, se mostraba conciliadora: "Le falta un poco de sonrisa, pero sigue siendo ella. Se ha hecho un bulo demasiado grande".

No todos opinan lo mismo. Una hermana expresó con indignación que "la Macarena mira hacia adelante y esa virgen mira hacia abajo". Y aunque otro hermano restó importancia –"no ha sido una restauración, solo mantenimiento"–, lo cierto es que el episodio ha calado hondo entre los fieles, para quienes cada rasgo del rostro de la Virgen es parte inamovible de un vínculo emocional, litúrgico y estético construido durante generaciones.

La hermandad ha tratado de reconducir la situación apelando al respeto y asegurando que su "afán ha sido, es y será siempre" la conservación del patrimonio sagrado. Pero en la ciudad donde la fe se expresa también en detalles minuciosos –una lágrima, una pestaña, una inclinación de cabeza–, incluso la más leve alteración puede convertirse en una prueba. Esta tarde, un grupo de cofrades ha convocado una manifestación en protesta por los acontecimientos que han rodeado la polémica intervención en la imagen y para pedir la dimisión de la junta de gobierno de la hermandad.

¿Quién decide cuándo una imagen "sigue siendo ella"? ¿Qué ocurre cuando la devoción colectiva se encuentra con la lógica técnica del taller? El debate no ha terminado. Mientras tanto, la Esperanza Macarena sigue en su casa, recibiendo miradas –algunas tranquilas, otras escépticas– y reabriendo, sin quererlo, viejas preguntas sobre lo que une y divide a una comunidad que la venera como madre y espejo de consuelo.

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