Cada mañana, millones de personas salen de la ducha y se echan desodorante acto seguido. Aunque parezca un gesto lógico, habitual y cotidiano, hacerlo inmediatamente después de la ducha puede provocar que la eficacia del producto disminuya al no traer los beneficios reales que se buscan en este producto. Lejos de ser una cuestión de costumbre, aplicar el desodorante en la piel húmeda puede estar inhabilitándolo para que cumpla su función adecuadamente.
No usar desodorante después de la ducha
Después de la ducha, la piel tiene sus poros abiertos y además se encuentra húmeda. En ese estado de la piel, las sustancias activas del producto (en particular los ingredientes de los antitranspirantes, como las sales de aluminio) no consiguen fijarse correctamente en los conductos sudoríparos y, por consiguiente, no logran bloquear la transpiración, lo que explica la pérdida de funcionamiento del producto según avanza el día.
Igualmente, si se aplica el desodorante sobre una superficie húmeda se disminuyen sus componentes, no sólo disminuyendo su duración, sino que también a menudo provoca una sensación desagradable en la piel, en especial si se trata de una axila con piel sensible o recién depilada.
El calor corporal también juega en contra
La temperatura corporal constituye otro de los factores determinantes, ya que al salir de la ducha -en especial cuando se hace uso de agua caliente- la piel se mantiene caliente y activa. Así, en ése escenario puede incluso producirse una leve, aunque rápida, sudoración antes de secarse debidamente. La aplicación del desodorante en ese momento puede impedir la correcta y duradera adherencia del producto.
El cuerpo, por otro lado, también responde al medio ambiente y a la actividad física. La glándula sudorípara puede ser activada por cualquier acción que realice a continuación de la ducha, interfiriendo con los principios activos y reduciendo la esperada acción de protección del desodorante.
Cuándo aplicar el desodorante
La piel limpia, seca y, sobre todo, en reposo, es el contexto ideal para la aplicación de un antitranspirante. Durante la noche se produce menos sudor, aumentando así la capacidad de los ingredientes activos para penetrar en los conductos. La aplicación nocturna forma una barrera que continúa funcionando al día siguiente, incluso después de la ducha de la mañana. Hacer esta transición en las rutinas de higiene personal puede tener un efecto no solo positivo en la eficacia del producto, sino que también puede convertirse en la clave para los pacientes con sudoración excesiva o para aquellos que buscan un mejor control del olor corporal.
Protección garantizada
Una de las principales ventajas que tiene el hecho de aplicar el antitranspirante por la noche se encuentra en que permite no tener que volverlo a hacer a lo largo de todo el día. Al actuar por la noche, el producto produce una capa activa que se mantiene, así se puede afrontar el día con una mayor seguridad que no de depender del desodorante como última solución por la mañana.
Desodorante y antitranspirante
Es importante aclarar que desodorante no es antitranspirante. El mencionado desodorante tan solo se limita a eliminar el mal olor mediante fragancias o agentes antibacterianos. En cambio, el antitranspirante sí actúa específicamente sobre las glándulas sudoríparas para reducir la producción de sudor y, por tanto, el mal olor. Esta diferencia es significativa también en el significado en la aplicación del desodorante y el antitranspirante, ya que el primero puede usarse más libremente y en ocasiones menos favorables al mal olor; el segundo requiere de condiciones desfavorables por el sudor para ser realmente efectivo.
Este cambio no altera el día a día pero sí impacta notablemente en el control del sudor y en la durabilidad del producto, contribuyendo a una sensación de frescura más prolongada y eficaz.
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