Las series sobre asesinos seriales se han convertido en un fenómeno cultural innegable. Lo que antes era un tabú reservado al cine de terror o al documental policial, hoy es un género dominante de las plataformas de streaming. Desde Mindhunter hasta Monstruo: La historia de Ed Gein, la fascinación por los criminales reales parece inagotable. Pero ¿por qué nos resulta tan adictivo observar la mente de quienes encarnan el mal?

El magnetismo del mal

Psicólogos y expertos en narrativa coinciden en que las historias de asesinos despiertan una curiosidad primitiva. Nos atrae observar lo prohibido desde la seguridad de la distancia. La violencia, la manipulación o la transgresión de normas sociales generan una mezcla de miedo y morbo que pone en marcha las mismas regiones cerebrales que se activan con el suspense o el deseo. En palabras simples, nuestro cerebro busca entender lo que teme.

Las series de asesinos logran precisamente eso. Ofrecen una ventana para asomarse al abismo sin sufrir sus consecuencias. El espectador se convierte en testigo del mal, no en víctima. Y en ese rol, analiza, compara y fantasea con la posibilidad de desentrañar patrones. Esa ilusión de "poder entender" al asesino es uno de los motivos más profundos de este enganche narrativo.

La fórmula Murphy: glamour, tragedia y psicología

Ningún creador ha captado mejor esa atracción que Ryan Murphy. Conocido por transformar temas polémicos en fenómenos culturales, el productor estadounidense ha llevado la fascinación por el crimen real a otro nivel. Desde su antología American Crime Story hasta éxitos recientes como Monstruo, donde narra las historias de Jeffrey Dahmer, Los Hermanos Menéndez, y Ed Gein.

A diferencia de los documentales fríos o los thrillers convencionales, sus producciones enfatizan la humanidad detrás de los monstruos. En Dahmer, por ejemplo, no solo muestra los crímenes del asesino de Milwaukee, sino también el entorno social que permitió su impunidad y las víctimas olvidadas por el sistema. Esa mirada contextual (que mezcla horror y reflexión social) es una de las claves de su éxito.

Actores que nos hacen mirar al asesino a los ojos

Otro rasgo esencial en esta atracción es el trabajo actoral. Evan Peters, Darren Criss, Sarah Paulson o Niecy Nash son intérpretes recurrentes en el universo de Murphy y responsables directos del magnetismo de sus ficciones.

Evan Peters, en particular, se ha convertido en el rostro más inquietante del "asesino americano" contemporáneo. Su interpretación de Jeffrey Dahmer no deja indiferente a nadie. Un aura perturbadora rodea a Peters durante toda la serie, lo que obliga al espectador a mirar incluso lo que no quiere ver. En Dahmer, la línea entre empatía y repulsión se vuelve difusa, y esa tensión es la esencia del enganche. "Queremos entender por qué alguien se vuelve monstruoso, pero también queremos convencernos de que somos distintos".

La figura de Ed Gein, protagonizada por Charlie Hunnam en la serie de Netflix resulta tan atractiva porque desafía nuestros límites morales y psicológicos. Su historia traumatizada, marcada por la obsesión patológica hacia su madre, aislamiento social y trastornos mentales profundos, genera curiosidad sobre hasta dónde puede llegar la mente humana en situaciones límite. El público no busca héroes, sino historias que descubrir

La estética del crimen

El otro gran sello de estas series criminales, y que Murphy considera clave, es la estética. El director convierte sus historias en obras visuales que envuelven lo macabro en un atractivo inquietante. El color, la música y el ritmo narrativo en sus series no solo generan tensión, sino placer visual. Esa combinación de belleza y brutalidad intensifica la experiencia.

En la historia de Dahmer, es el color amarillo, en Los Hermanos Menéndez, el azul, y en Ed Gein, el verde. Todo está perfectamente orquestado para que no podamos dejar de mirar la pantalla y, conforme avanzan los episodios, nos enganchemos más y más.

No podemos dejar a un lado la música, elemento clave a la hora de mantener el suspense y el hilo narrativo de la historia. La banda sonora de la película o serie tiene que "hacer sentir al espectador dentro de la historia, y advertirle de que algo va a ocurrir"