La casa Christie’s continúa su temporada con Skybreakers: Between Heaven and Earthentre el cielo y la Tierra–, una subasta que reúne más de un centenar de lotes entre arte espacial, meteoritos lunares y marcianos y minerales de colección, disponible online hasta el 12 de diciembre de 2025. La propuesta mezcla dos vértices del asombro humano: lo que sale del taller del artista y lo que cae del insondable cielo. Un diálogo entre lo terrestre y lo extraterrestre, con un pie en la ciencia y otro en la imaginación.

La colección de arte espacial del socio de Bill Gates

Buena parte de las piezas procede de la colección de Paul Allen, el pionero de la informática que hace medio siglo fundó Microsoft junto a Bill Gates. Tras su muerte en 2018, ahora sale a la venta parte de su repertorio de obras del pintor californiano Chesley Bonestell (1888-1986), icono visual de la conquista del espacio a mediados del siglo XX. La influencia de su trabajo, publicado en revistas populares y manuales de divulgación, alimentó la imaginación de ingenieros, astronautas y cronistas de futuros posibles.

Entre las piezas más destacadas se encuentra Re-entry of the Baby Space Station, un óleo sobre cartón que muestra un cohete incandescente sobrevolando la bahía de San Francisco, que se estima que puede alcanzar los 50.000 dólares (unos 46.000 euros). A su lado, otro clásico del entusiasmo interestelar: Zero Hour Minus Five, una imagen del instante previo al despegue de una nave publicada en 1949 en la revista Conquest of Space, otro óleo sobre cartón valorado en unos 18.000 dólares (16.500 € aprox.)–. Completa el conjunto un portafolio con los primeros dibujos astronómicos de Bonestell, antecedentes directos de sus visiones del sistema solar, vendidos a Life en 1944, y que se cree pueden alcanzar los 80.000 dólares (unos 73.500 euros).

Meteoros y el ópalo de Mike Scott

La otra mitad de los lotes apunta al origen mismo del sistema solar. Christie’s recuerda que el peso acumulado de todos los meteoritos conocidos es menor que la producción anual de oro del planeta. En ese marco de escasez destaca un Seymchan encontrado en la región de Magadán, Siberia, transformado en una esfera de cristal para mostrar la transición entre el manto y el núcleo de un asteroide diferenciado. En un corte plano solo apreciaríamos una sección mineral; en volumen, la estructura aparece suspendida, casi como un mapa tridimensional del espacio interior de la roca.

La sección dedicada a minerales incluye piezas de escala museística. Una de las más destacadas es un ópalo de gran tamaño que perteneció a Mike Scott, ex director ejecutivo de Apple, cuyo volumen y luminosidad lo sitúan a medio camino entre fósil geológico y escultura natural y que se cree que puede alcanzar los 600.000 dólares (algo más de 550.000 euros). Pero no se queda atrás la aguamarina del barón Lorne Thyssen, hijastro de Carmen Cervera.

En paralelo, otros lotes completan la escena: el mayor vidrio del desierto libio, formado por el impacto de un meteorito en el Sahara, y otro ópalo de gran formato extraído en Quilpie, Australia, datado en los años 80.

Más allá de la emoción de la subasta y del rendimiento que logre, Skybreakers funciona como inventario del asombro del ser humano cuando mira al cielo: pinturas que imaginaron lo que no existía aún y fragmentos de rocas que viajaron millones de años hasta caer en nuestra atmósfera. Ciencia, estética y reliquia. El arte como conjetura; el meteorito como evidencia. La puja ya está en marcha.

'Zero Hour Minus Five' (1949)

Este cohete a punto de despegar fue pintado por Bonestell en 1949 para la revista ‘Conquest of Space’.

Aguamarina con feldespato

Procedente del valle de Shigar (Pakistán), este ejemplar de aguamarina natural alcanza casi 24 cm de longitud y destaca por su color azul intenso y uniforme, poco frecuente en cristales de este tamaño. Montado sobre una matriz de feldespato blanco –de ahí su apodo, the cricket bat–, el prisma parece despegar de la roca anfitriona. Formado hace unos 100 millones de años, ha sobrevivido con una única reparación mínima, algo excepcional en piezas de este calibre.

Chesley Bonestell, 'La vía láctea' (c. 1975)

Opal australiano del ex CEO de Apple Mike Scott

Procedente de Quilpie (Queensland, Australia), este ópalo en matriz de algo más de 14 centímetros de alto y un kilo de peso fue hallado en los años 80 y conserva la formación tal como apareció dentro de la roca: una banda horizontal y multicolor incrustada en arenisca, con calidad apta para talla y un aspecto casi paisajístico. Perteneció a la colección de Mike Scott –ex CEO de Apple–, que buscó piezas naturales en bruto de gran tamaño y rareza para acompañar su colección de gemas pulidas.

Chesley Bonestell fotografiado por Ansel Adams (c. 1979)

Chesley Bonestell (1888–1986) es considerado el gran pionero del arte espacial: arquitecto de formación y más tarde ilustrador, fue quien imaginó con verosimilitud cómo podían verse Saturno desde Titán, la Luna bajo iluminación rasante o una estación orbital antes incluso de que existiera la carrera espacial. Sus pinturas, publicadas en revistas como Life y en libros de divulgación a mediados del siglo XX, influyeron en científicos, ingenieros y en toda una generación que terminó construyendo aquello que él solo podía pintar. Su legado aún define el imaginario visual del cosmos. Esta fotografía de Ansel Adams también sale a subasta.

Una pulsera hecha de la luna

Pulsera creada con 20 cuentas esféricas talladas a partir del meteorito lunar NWA 12691, recuperado en 2017 en el corredor del Sáhara (Mauritania, frontera con Sáhara Occidental y Argelia). La Luna es uno de los materiales más escasos en la Tierra: se estima que existe menos de 2.500 kg en total y gran parte está en museos o colecciones institucionales; los meteoritos lunares disponibles para coleccionistas son una fracción mínima. Las cuentas de esta joya tan especial —de 8,2 mm y 3,66 ct cada una— proceden del mismo fragmento que originó varias esferas mayores, y fueron elaboradas por el artesano Martin Roberts siguiendo la tradición de The Sphere Maker’s Craft. Como toda brecha feldespática lunar, contiene anortita blanca, olivino y piroxenos, minerales raros o inexistentes en la superficie terrestre. Una pieza literalmente hecha de la Luna, con una puja inicial de 45.00 dólares y que podría alcanzar los 90.000.

Chesley Bonestell, 'Nueva York, objetivo de metoritos' (c. 1947)

En este óleo sobre cartón, Bonestell imaginó una trágica caída de meteoritos sobre Manhattan.

La millonaria aguamarina del hijastro de Carmen Thyssen

Este cristal de aguamarina de 11 centímetros y 3.955 quilates procedente del célebre hallazgo de Medina (Minas Gerais, Brasil, 1997) está considerado como uno de los descubrimientos más importantes en la historia reciente del coleccionismo mineral. Destaca por su transparencia, el característico tono azul verdoso y una morfología equilibrada poco habitual en ejemplares de este tamaño, ya que la mayoría fueron tallados como gema y no conservados en bruto. Seleccionado en origen por el matemático y coleccionista Steve Smale, pasó en 2018 a manos del barón Lorne Thyssen-Bornemisza, el hijastro convertido al islam de Carmen Thyssen. Con una puja mínima inicial de 800.000 dólares, se estima que puede superar el millón ochocientos (más de 1,6 millones de euros).

Chesley Bonestell, 'La formación de la Tierra' (1978)

Esta escena de la ‘creación’ es uno de los trabajos de mayor tamaño de la subasta.

Esfera de pallasita

Esfera tallada del meteorito Seymchan, una pallasita compuesta por cristales de olivino y peridoto incrustados en metal —material formado en la frontera entre el manto y el núcleo de un asteroide. Al pulirse en volumen se revela un patrón tridimensional imposible de ver en lámina. Descubierto en 1967 en Magadán (Siberia), el yacimiento está prácticamente agotado y apenas queda material en circulación. Las pallasitas representan solo el 0,2% de los meteoritos conocidos, y Seymchan es especialmente apreciado por la belleza y la irregularidad de sus cristales.

Chesley Bonestell, 'Superficie lunar' (c. 1950)

Estas dos pequeñas láminas de guache sobre cartón representan la superficie del planeta rojo.

Corte completo del meteorito Toluca

Lámina pulida del meteorito Toluca, un hierro del grupo IAB formado en la corteza de un cuerpo primitivo tras un impacto que fundió metal y silicatos. Cayó a la Tierra hacia el 8000 a. C. cerca de la actual Ciudad de México y fue utilizado por poblaciones indígenas antes de su “descubrimiento” oficial en 1776 durante la colonización española. Su patrón grabado —muy apreciado por su brillo y geometría— ha sido usado incluso por la firma relojera suiza Corum en esferas de relojes fabricadas con láminas finas de Toluca. Esta pieza conserva la sección completa, con una gran inclusión de grafito rodeada de troilita.

Chesley Bonestell, 'La batalla de la gravedad' (c. 1947)

Esta preciosa obra de Bonestell fue realizada para ilustrar un tema sobre el fin del mundo del número de julio de 1947 de ‘Coronet Magazine’.

El mayor vidrio líbico conocido

Es el mayor fragmento documentado de cristal líbico del desierto, de más de 26 kilos de peso. Se trata de vidrio natural formado hace unos 29 millones de años cuando el impacto de un asteroide o cometa fundió la arena entre la actual Libia y Egipto. Con un contenido de sílice cercano al 98%, presenta un tono amarillo solar y una translucidez sorprendente para su tamaño, con texturas que recuerdan al vidrio en ebullición tras el choque. Este material —clasificado dentro de los tektites o vidrios de impacto— requiere temperaturas superiores a 1.600 °C, muy por encima de cualquier flujo volcánico terrestre. Se usó en herramientas y joyería del periodo faraónico, incluida la tumba de Tutankamón. Se estima que pueda alcanzar los 200.000 dólares (algo más de 180.000 euros).

Este cohete sobrevolando la bahía de San Francisco se publicó por primera vez en ‘Collier’s’ en 1953. Impresiona la precisión topográfica de la bahía, el color incandescente de la nave y la belleza de la luna reflejada sobre el mar de nubes.