Arturo Pérez-Reverte ha vuelto a encender X, o Twitter, con una escena de la antigua Roma. Lo ha hecho, como tantas veces, sin nombres propios y con un pie en la historia. Este martes, la imagen elegida –La muerte de Vitelio, de Charles-Gustave Housez– iba acompañada de un texto que no tardó en ser leído como una alegoría política contemporánea: “En la antigua Roma, cuando un emperador enloquecía de soberbia y crueldad, a veces su propia guardia pretoriana lo asesinaba. No siempre el sucesor era mejor que él, pero al menos desaparecía del mundo un tirano. Y eso era un alivio para todos, aunque sólo fuese temporal”.
La reacción fue inmediata. En pocas horas, parte de la conversación trasladó la escena del siglo I a la Moncloa y convirtió la referencia histórica en una supuesta incitación al magnicidio. “¿Está usted, señor Pérez, llamando a un golpe de estado militar dentro de las filas del ejército español en contra del presidente de este, nuestro Gobierno legítimo, muy a su pesar y el de otras personas?”, le interpelaba una usuaria. Otro resumía la sospecha en una pregunta directa: “¿No estará incitando un magnicidio?? Porque lo parece…”. Hubo también quien optó por el insulto sin rodeos: “¿Insinuando un asesinato? Puto golpista”.
En la antigua Roma, cuando un emperador enloquecía de soberbia y crueldad, a veces su propia guardia pretoriana lo asesinaba. No siempre el sucesor era mejor que él, pero al menos desaparecía del mundo un tirano. Y eso era un alivio para todos, aunque sólo fuese temporal. pic.twitter.com/4nLFGOKbLc
— Arturo Pérez-Reverte (@perezreverte) December 23, 2025
No es la primera vez que Pérez-Reverte utiliza el pasado como espejo incómodo del presente ni tampoco la primera en que una parte de su audiencia decide leerlo en clave literal. El propio escritor suele alimentarse de ese malentendido recurrente: la frontera borrosa entre la provocación cultural y la consigna política. En este caso, sin embargo, la interpretación más razonable parece menos sanguinaria que la que algunos le atribuyen. No hay en el texto una llamada explícita a la violencia ni a la intervención militar, sino una apelación metafórica a los mecanismos internos de relevo cuando un liderazgo se agota.
Leído así, y puestos a interpretar, el mensaje no apuntaría a un asesinato sino a una sustitución. A que sea el propio partido en el poder –el PSOE, en la lectura dominante de sus críticos y simpatizantes– quien fuerce un cambio de jefe cuando el desgaste es irreversible. Sin guardias pretorianas reales ni puñales en el Foro, sólo con congresos, dimisiones y recambios orgánicos. La política, al menos en democracia, suele ofrecer salidas menos dramáticas que las del Imperio romano.
La polémica, en todo caso, encaja con precisión en el personaje que Pérez-Reverte ha construido en redes: un escritor que no rehúye el choque, que desprecia la literalidad indignada y que asume que cada tuit es un artefacto incendiario. Como ya ha ocurrido en episodios recientes, la discusión acaba diciendo tanto de quien escribe como de quienes leen. Y del clima de susceptibilidad permanente en el que cualquier metáfora corre el riesgo de ser tratada como una amenaza.
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