A las afueras del pueblo coruñés de Betanzos, que en 1910 no llegaba a los 9.000 habitantes, se levantó a principios de esa década un parque casi mágico. Leones de mármol de Carrara daban la bienvenida a túneles, laberintos, un zoológico, un estanque navegable, una casa de espejos y hasta un gabinete de curiosidades. Paredes repletas de animales, de relojes con las horas de grandes ciudades alrededor del mundo, esculturas de los monumentos más importantes de cada país... Todo rodeado de una exuberante vegetación. Más de 90.000 metros cuadrados para el recreo de los betanceiros.

Fue un lugar imprescindible en la excursiones de los colegios: cientos de niños de las proximidades de Betanzos aprendieron y jugaron durante años en el Parque del Pasatiempo, donde los vecinos de este Concello pasaban horas y horas. Llamó la atención también desde fuera, apareció en revistas de viajes, en muchos periódicos nacionales. Se le conoció como el primer parque temático de Europa.

Los leones de carraca.

Hoy poco queda de aquello. Fue declarado Bien de Interés Cultural el 6 de febrero de 2020, pero entonces la parte baja del parque ya se había perdido casi por completo (la habían transformado en canchas deportivas y un parque infantil) y la zona alta se caía a pedazos. Algunas de sus piezas más preciadas se vendieron, como los leones (copia de los del sarcófago del Papa Clemente XIII del Vaticano), que ahora están en Covadonga. A ello se sumó la falta de cuidado del ayuntamiento, que lo adquirió en 1986 y que sólo mantiene una séptima parte del parque.

El deterioro ha llegado a tal punto que desde hace más de dos años, desde octubre de 2018, no permiten visitantes por miedo al derrumbe o para que no vean en el mal estado que se encuentra.

Estanque del Pasatiempo. Adrián Sánchez.

Pero volvamos a cómo se creó y a su época de esplendor.

Los protagonistas de esta historia son dos indianos: Juan y Jesús García Naveira. Nacieron en Betanzos a mediados del siglo XIX y, como tantos otros, emigraron a la Argentina en torno a 1870.

Volvieron a su pueblo casi cuando acababa el siglo con una fortuna desmesurada. Juan se metió en política y Jesús siguió viajando, aunque siempre volvía a Betanzos.

Entre los dos comenzaron a comprar terrenos a las afueras y, sobre todo, Juan comenzó a imaginar y a crear. Como aparecerá en un artículo de la prensa local de 1908:

"D. Juan no sabe estar ocioso, compró un terreno que era erial y de charcas, y con una perseverancia increíble, lo ha transformado en una posesión admirable y admirada por todo el mundo, la cual le tiene completamente obsesionado.

Allí hay un estanque notable como no hay igual en ninguna parte, grutas curiosas y encantadoras, calles de árboles magníficas, estanque de natación, de especies acuáticas diversas, aves preciosas de diversas partes del mundo, juegos de aguas, cosas originales de diversos países, y otras producto de la fantasía e imaginación, y en fin, tal número de objetos curiosos y composiciones originales que necesitariase tiempo y espacio para ser descrita".

Este artículo y otros tantos se recopilan en El Parque del Pasatiempo de Betanzos, un libro de Ángel Arcay, Yosune Duo y José Souto en donde narran la historia de este lugar y el porqué de su importancia.

No fue una creación desordenada sino que, tal y como comentan los autores de este libro, empeñados en que el Pasatiempo (que empezó a construirse en 1893) se restaure, Juan García Naveira lo creó siguiendo la tradición masónica. "La parte alta del parque está diseñada en pisos y en cada una de esas plantas tú adquieres un conocimiento. La planta baja es la del aprendiz y la más alta la del maestro", explican.

Porque aquel lugar que Juan comenzó a llenar de pedazos del mundo se convirtió en un parque enciclopédico. García Naveira quiso que el pueblo de Betanzos viese todo lo que veía él en sus viajes. Hizo copiar obras de arte y hacer en escultura sus recuerdos. París, Basilea, Lucerna, Chiesa, Milán, Roma, El Cairo, Buenos Aires...

Escultura de la Mezquita del Cairo. Foto de Adrián Sánchez.

En cada una su partes una lección, por así decirlo. Desde animales de todos los países esculpidos sobre la pared hasta relojes con las horas de los distintos lugares del mundo. El visitante se adentra a este mundo por grutas, sube niveles y arriba del todo un león inmenso hace de guardián del parque.

En la parte baja, la naturaleza. Fauna y flora exótica para el clima atlántico de este lugar. Con estanques, con paseos para descubrir mirando. Todo lleno de esculturas para aprender. Para que todo el mundo pudiese ver más allá de la ría.

A partir de 1908, tras el artículo mencionado antes, Juan García Naveira siguió incluyendo sus viajes, sus recuerdos e incluso inventos. "El gabinete de curiosidades tenía los artilugios más llamativos. Un teléfono, un mini avión... Incluso él se hizo inmortalizar con una escultura hablando por teléfono para que viesen lo moderno que era", aseguran los autores.

Escultora realizada de una fotografía de los García Naveira en Egipto. Adrián Sánchez.

Porque García Naveira también quería mostrarse. Como escribe Javi Camino en La Voz de Galicia, "el pasatiempo era un egotrip colosal, como el Neverland de Michael Jackson o la Hacienda Nápoles de Pablo Escobar. Un inmenso terreno en el que se rendía tributo a sí mismo, a sus recuerdos y a sus obsesiones. De la misma forma que Mickey Mouse protagoniza Disneyland, los García Naveira son el eje sobre el que gira la temática de El Pasatiempo".

Postal del Pasatiempo, del comedor de Juan García Naveira.

Y da en el clavo. Juan hizo construir con arbustos de mirto una reproducción del salón y el dormitorio de su casa. También una escultura de él junto a su mujer y su hija sobre un dromedario durante uno de sus viajes a Egipto, y en el centro del parque se colocaron ambos, Juan y Jesús, señalando el lugar donde estaban empezando a construir el asilo (ahora esta estatua se encuentra en la plaza principal del pueblo, al lado de la casa de Juan, perdiendo así su sentido primario).

Pero poco le importó aquel toque de ego a los habitantes de Betanzos, que veían cómo año tras año compraba más terrenos aledaños para hacer réplicas de la Muralla china, el canal de Panamá o representar las colonias españolas de América central y Latinoamérica que se perdieron. Incluso, o por estas extravagancias, el Pasatiempo era una auténtica maravilla.

Por entonces, los García Naveira fueron una especie de patronos de Betanzos. Levantaron el lavadero, construyeron colegios y repararon carreteras. Incluso en 1902 llevaron a Emilia Pardo Bazán a la gran fiesta del pueblo: Los Caneiros. Eran unas auténticas estrellas del rock del lugar.

Al acabar el parque en 1914, nadie dudó en ir. Los colegios hacían visitas, los niños aprendían, todos descubrían un mundo nuevo. Fotos de barcas en el estanque, de curiosos al lado del gran león, de los relojes... Se vendían miles de postales del lugar al año y 200 jardineros y artesanos estaban a sueldo de los García Naviera para mantener el Pasatiempo perfecto.

El ocaso de este gran parque temático comenzó con la muerte de Jesús y, sobre todo, con la de su hermano Juan veintiún años más tarde, en 1933. Sus herederos no cuidaron como ellos habrían querido el lugar y llegó la guerra y la preocupación de nadie por su supervivencia.

Sala de los espejos. Adrián Sánchez.

Durante la posguerra se llegó a usar como escombrera. Luego se construyó una carretera donde antes sólo había un camino y se dividió aún más en dos. En 1986 el Concello se lo compró a la familia con la cláusula de mantenerlo abierto y entero, aunque encontraron la trampa para demoler la parte baja del parque, la llanura del Carregal, y convertirla en unas canchas y un parque infantil.

La casa de los espejos fue derruida en los ochenta, poco quedó del gabinete de curiosidades y allí se llegó a colocar un cartel de venta, según algunos vecinos. Tal y como cuentan lo autores del libro que también explican que en algún momento se intentó buscar una solución a su situación.

"Lo restauraron a su manera en los 90, sin hacer, por ejemplo, estudios del color y lo pintaron todo con colores llamativos que nada tenían que ver con la realidad. Hace poco el Ayuntamiento quiso restaurar el estanque de los papas y les dijimos que si sacaban el agua el estanque se iba a caer; no nos hicieron caso y se cayó a pedazos", aseguran.

En 2014 el Concello cambió la cristalera del invernadero, la fachada principal y a los pocos meses un grupo de chicos la rompió en añicos. Tres años más tarde, en 2017, parte del estanque de la Gruta se vino abajo.

El parque se cerró al público hace ya dos años, en octubre de 2018. Según el ayuntamiento de Betanzos, por "peligro de derrumbe" se había caído uno de los barcos que rodean el templete. Según algunos vecinos, porque no quieren que nadie saque fotos del interior por su mal estado.

Desde febrero del año pasado está catalogado como Bien de Interés Cultural y eso provocó que la Xunta echara un cable al Concello, llegando a un acuerdo el pasado mes de octubre de 525.000 euros para comenzar la restauración y recuperar los casi 700 metros cuadrados de la zona del estanque del retiro. 419.944 los aportaba la Xunta y 104.986 el Ayuntamiento de Betanzos. Aún no han empezado con la restauración.

"Dicen que es por la pandemia pero yo que soy aparejador te digo que aquí no se ha parado ni una obra más de una semana", asegura uno de los autores del libro.

El pasado 27 de enero la portavoz del PP en el Concello aseguró que iba a solicitar la celebración de un pleno para que el Gobierno local contase por qué estaban construyendo una pista de atletismo en el parque de El Pasatiempo, muy cerca de la Fuente de las Cuatro Estaciones.  

Por ahora, todavía no hay fecha para empezar con la restauración ni estudio para realizar correctamente aunque ya tienen los fondos y el visto bueno de la Xunta. "Si te decimos la verdad, no nos sorprenden", dicen los autores del libro, "ya solo pedimos que lo hagan algún día con cabeza".

A las afueras del pueblo coruñés de Betanzos, que en 1910 no llegaba a los 9.000 habitantes, se levantó a principios de esa década un parque casi mágico. Leones de mármol de Carrara daban la bienvenida a túneles, laberintos, un zoológico, un estanque navegable, una casa de espejos y hasta un gabinete de curiosidades. Paredes repletas de animales, de relojes con las horas de grandes ciudades alrededor del mundo, esculturas de los monumentos más importantes de cada país... Todo rodeado de una exuberante vegetación. Más de 90.000 metros cuadrados para el recreo de los betanceiros.

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