En 1983, la Biblioteca Nacional de España recibió un atípico y amarillento tesoro desgastado por el paso del tiempo: un documento de no más de diez páginas de pergamino escritas por ambas caras y que se remontan al siglo III después de Cristo. Acogiéndolo, el documento se convertiría en el más antiguo conservado por la institución española, pero era el contenido del pequeño códice lo valioso del mismo: las hojas sueltas formaban parte del conocido como Papiro de Ezequiel, una traducción al griego de varios de la Biblia que esclarece cómo se vivía la fe católica durante los primeros años del cristianismo.

Esta joya bibliográfica procede de un códice (el P967) descubierto en Egipto a principios del siglo XX. El manuscrito original cuenta con 236 páginas en total, que recogen el texto bíblico de Ezequiel, Daniel (con Bel y Susana) y Esther del Antiguo Testamento, traducidos al griego, en una versión muy cercana a la antigua traducción de los Setenta. Hoy en día, el resto de páginas que componen el códice entero se encuentran dispersadas en cinco colecciones papirológicas de todo el mundo, en las ciudades de Colonia, Princeton, Dublín, Barcelona y Madrid.

Ahora, la Biblioteca Nacional inaugura la exposición El papiro de Ezequiel. La historia del códice P967, que recorre la historia de este documento, desde su hallazgo hasta la actualidad, y destaca los desafíos a los que se enfrenta la preservación del patrimonio antiguo en un mundo donde el comercio de antigüedades ha irrumpido con fuerza, alterando la unidad de innumerables manuscritos históricos. Así, empleando tecnología digital, las diez páginas recuperadas, expuestas de cinco en cinco en la muestra madrileña, se unen a sus hermanas peregrinas, permitiendo vislumbrar las 236 páginas del códice en su totalidad.

Montaje de la exposición 'El papiro de Ezequiel. La historia del códice P967' | Biblioteca Nacional de España

La peregrinación de un códice antiguo

Descubierto en la necrópolis de Mir (Egipto) a principios del siglo XX, el Papiro de Ezequiel fue vendido por partes en el mercado de antigüedades entre los años 30 y 50 del siglo pasado. Diseminado en varias colecciones alrededor del mundo, la dispersión del códice provocó la descontextualización de innumerables manuscritos y piezas arqueológicas.

Sir Alfred Chester Beatty (1875-1968), uno de los más importantes coleccionistas de papiros del siglo XX, fue el primero en adquirir folios del Papiro de Ezequiel en la década de 1930. Aquellos que compró se presentaban en un estado de conservación dispar, ya fueran pequeños fragmentos o páginas enteras. La misma suerte corrió William H. Scheide, un musicólogo estadounidense quien, siguiendo la tradición familiar, adquirió diversos documentos para su biblioteca personal, entre los que se encontraban rescoldos del Papiro de Ezequiel.

Así, el manuscrito fue separándose de sí mismo, perdiendo toda su cohesión inicial. Unos fragmentos fueron a parar a colección papirológica de Colonia (Alemania), otros a la colección papirológica Roca-Puig de Barcelona, y un subgrupo, unas ínfimas diez páginas ambarinas y desgastadas por semejante traqueteo entre países, a la Fundación Pastor de Estudios Clásicos de Madrid, quien lo donó a la Biblioteca Nacional a finales del siglo pasado.

Cuando la fe se escribía en griego

El valor del manuscrito ahora recogido reside en ser un ejemplar anterior a la Hexapla de Orígenes, hasta ahora entendida como la primera edición crítica del Antiguo Testamento. La traducción del códice P967 (número que se corresponde al asignado en la lista oficial de manuscritos griegos del Antiguo Testamento), pone de manifiesto las variaciones lingüísticas de un mismo texto al pasar del hebreo al griego, omitiendo y alterando el orden de determinados capítulos de los libros de Ezequiel y de Daniel. En una primera instancia, estos cambios fueron entendidos como errores de escriba, pero ahora son considerados testimonio único de esta versión primitiva.

Montaje de la exposición 'El papiro de Ezequiel. La historia del códice P967' | Biblioteca Nacional de España

De esta manera, la Biblioteca Nacional propone reivindicar la relevancia de las traducciones a la hora de preservar la multiculturalidad de un mismo texto, recordando que no fue la Biblia de los Setenta la única traducción al griego del Libro Santo, sino que, ya en el siglo II, tres estudiosos griegos elaboraron sus propias versiones de la misma. Sin embargo, la coexistencia de múltiples traducciones generó más confusión que armonía.

Fue el ya mencionado Orígenes, un importante teólogo alejandrino quien, en el siglo III, se propuso resolver este batiburrillo de mismos pero diferentes idiomas en su Hexampla, que comparaba el texto hebreo original con hasta cuatro versiones griegas diferentes, haciendo hincapié en sus similitudes pero, sobre todo, sus diferencias. Fue este documento el que sirvió de base para la Vulgata, la traducción al latín que ha servido de Biblia Oficial para la Iglesia Católica Romana durante siglos.

Pese a que el corazón de la exposición sea el códice recopilado, las vitrinas muestran también distintos textos que han sido fundamentales en la historia de la transmisión bíblica, exponiendo manuscritos griegos, antiguos comentarios a los libros de los profetas, e incluso una Biblia hebrea del siglo XIV. La exposición podrá verse en la Biblioteca Nacional de España desde hoy mismo hasta el próximo 1 de noviembre.