Un diccionario no es solo un conjunto de palabras, sino una fotografía del tiempo que las pronuncia. Y la lengua española, que a veces se ha proclamado impermeable al cambio o custodia de esencias, reconoce cada vez con mayor naturalidad su exposición a las mareas del uso. Este jueves, la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE) han presentado en Madrid la segunda edición del Diccionario panhispánico de dudas, una obra que no solo orienta en cuestiones normativas, sino que registra, con pragmatismo y cierta resignación, cómo hablamos (y escribimos) los hispanohablantes del siglo XXI.
Hay novedades que llaman la atención por su sonoridad: brauni como adaptación gráfica de brownie; espá por spa; yinsén por ginseng. No es que la Academia nos obligue a usarlas, pero ahí quedan, validadas como opciones posibles frente al original extranjero. Algo parecido ocurre con emprendimiento o ludificar, aceptadas con naturalidad, mientras se desaconsejan híbridos menos afortunados como emprendedurismo o gamificar. En el terreno de los extranjerismos, como recordó el académico Salvador Gutiérrez, el objetivo no es prohibir, sino señalar cuándo una voz resulta innecesaria, superflua o confusa. Algunas recomendaciones, como acoso escolar frente a bullying, han prosperado. Otras, como lobi por lobby, siguen sin cuajar.
"El error de hoy puede ser la norma de mañana"
Con más de 7.000 entradas –370 nuevas y enmiendas en casi la mitad de las antiguas–, esta edición del DPD se publicó por primera vez en 2005 y fue actualizada en el Congreso de la ASALE celebrado en Quito en 2023. La estructura es discursiva: no se limita a definir, sino que argumenta, contextualiza y orienta sobre el uso correcto o preferible de una palabra. En palabras de Elena Hernández, responsable del departamento Español al día, "el error de hoy puede ser la norma de mañana", una declaración que resume bien la tensión entre norma y uso que atraviesa toda obra lingüística contemporánea.
El Diccionario panhispánico de dudas no es una simple colección de correcciones: combina artículos temáticos –sobre gerundios, prefijos o puntuación– y artículos no temáticos, que abordan palabras concretas en su complejidad morfológica, fonográfica o sintáctica. Se apoya en un corpus diverso de más de 3.000 obras y casi 400 publicaciones periódicas de todo el ámbito hispánico, incluyendo Filipinas y Guinea Ecuatorial.
Eficiencia comunicativa
No todo es concesión al cambio. En cuestiones polémicas como el masculino genérico, la Academia mantiene su postura: desaconseja las fórmulas inclusivas tipo "las personas arquitectas e ingenieras", que califica de "innecesarias, artificiosas y antieconómicas". La recomendación se sostiene en la eficiencia comunicativa y el uso asentado, aunque no ignora la carga simbólica del debate. De nuevo, la RAE prefiere orientar antes que imponer.
Lejos del purismo y más cerca del criterio razonado, esta segunda edición del DPD no pretende cerrar la lengua, sino ventilarla. Sus autores no se proclaman guardianes del tesoro, sino observadores de sus transformaciones. Lo que nos dicen, con estas 7.000 entradas como testigo, es que la duda, bien planteada, no debilita una lengua. La vuelve más consciente de sí misma.
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