"Resistir es vencer", dice Alejandro Sanz mientras despide al tercer grupo de 30 personas al que este viernes ha enseñado Velintonia 3, la casa abandonada de Vicente Aleixandre. Son las doce de la mañana de la primera jornada de puertas abiertas organizada tras la compra del inmueble por la Comunidad de Madrid el pasado mes de abril.

Lo de resistir y vencer es un poco su grito de guerra. Sanz ha estado casi 30 años peleando para que la propiedad, objeto de discordia entre los herederos del premio Nobel de Literatura fallecido en 1984, fuera adquirida por alguna administración pública. "No entendemos cómo ha estado abandonada durante tantos años, porque no existe en Europa una casa con las connotaciones histórico-culturales de Velintonia. Por ella han pasado cinco generaciones de poetas", explica a cada grupo de curiosos que cruza con él la puerta. Antes de entrar, debido al estado del edificio, han tenido que firmar una declaración responsable por lo que pueda suceder. Tras la adquisición se han hecho una serie de intervenciones urgentes, reparar el tejado, instalar una alarma, pero poco más, a la espera de licitar el proyecto de rehabilitación y adecuación museística de la casa.

Alejandro Sanz (a la derecha, junto a la ventana) en la cocina de Velintonia durante una de las visitas guiadas celebradas el 11 de julio.

Durante la espera –las visitas guiadas acumulan retraso porque el apasionado Sanz no escatima explicaciones acerca de este indudable lugar de memoria de la poesía española del siglo XX–, algunos se hacen fotos junto a la silueta de cartón pluma del poeta que han colocado en la desconchada escalera de acceso, donde un Aleixandre sonriente y veraniego da la bienvenida (y un toque surrealista al acontecimiento).

La casa del 27 en Madrid

Como bien sabía otro nobel, Camilo José Cela, que hizo labrar el lema debajo de su escudo de marqués de Iria Flavia, el que resiste, gana, y Sanz y sus compañeros de la Asociación de Amigos de Vicente Aleixandre han logrado que la Comunidad de Madrid –tras décadas de reticencias y choques recientes con el Gobierno central por ver en realidad quién se ponía más de perfil– se haga cargo y convierta la casa en museo de la poesía y centro de estudio –si se consigue adquirir el legado y la biblioteca de Aleixandre por el que los herederos de Carlos Bousoño piden varios millones de euros... pero esa es otra historia–.

El potencial del espacio de cara al centenario de la Generación del 27 ha precipitado la decisión del Ejecutivo autonómico. El aniversario será triplemente redondo. En 2027 se cumple medio siglo del Nobel a Aleixandre, y también un siglo de esta casa, levantada para toda su familia por el padre del poeta, Cirilo Aleixandre, en una parcela de la Colonia Metropolitana promovida en los años 20 por los hermanos Otamendi. Un hotelito señorial diseñado por Lorenzo Gallego Llausás que durante la Guerra Civil padeció la cercanía al frente de Ciudad Universitaria y hubo de ser reconstruido a comienzos de los años 40 con la modestia de recursos y materiales propia de la posguerra.

Ya fallecido Cirilo, y con Vicente Aleixandre y su hermana Conchita como únicos herederos y habitantes, el arquitecto Fernando Gallego, hijo de Gallego Llausás, se ocupó de levantar una escalera exterior que permitiera segregar el piso superior para alquilarlo y generar así una renta fija para los hermanos Aleixandre. En Velintonia 5 vivirán como pareja las escritoras Carmen Conde y Amanda Junquera antes y después del fallecimiento del marido de esta, el catedrático de historia Cayetano Alcázar, en 1958.

Visitantes bajo el cedro que domina el jardín de Velintonia.

Si en el piso principal Aleixandre recibió durante cuatro décadas a todo el parnaso español, en el de arriba Junquera y Conde hicieron lo propio con una selecta tertulia de mujeres escritoras y traductoras que bautizaron con sorna como la Academia de las Brujas. Asomada a la terraza, Conde espiaba a su amigo y casero y ejercía como notaria de la vida social y sentimental del poeta, apuntando quién entraba y quién salía. Todo esto lo cuenta el escritor Emilio Calderón bajo el imponente cedro que plantó Aleixandre en 1940 como símbolo de renacimiento tras la guerra, y que recibió la debida protección mucho antes de que la casa fuera catalogada Bien de Interés Cultural. Biógrafo del poeta –La memoria de un hombre está en sus besos–, Calderón completa en el jardín las explicaciones dadas dentro por el incansable Alejandro Sanz.

Albacea incansable

Escritor, discípulo del gran crítico del 27 José Luis Cano, Sanz se mueve por las estancias en un trance de amo de llaves que lo sabe todo de Aleixandre y del lugar después de tantos años leyendo, investigando, peleando, soñando con la casa museo que por fin será realidad. Buscando los objetos que estuvieron en ella, la chaise longue en la que el escritor echaba la siesta, los cuadros, el reloj de péndulo –"del que su sobrina no se quiere deshacer aunque no lo utilice, cosas extrañas de la vida", apostilla–, los baúles del poeta que se conservaron en su casa de vacaciones de Miraflores de la Sierra, donde le sorprendió el estallido de la Guerra Civil. Hasta "el colchón donde se desangró" y que al parecer está almacenado en el Centro Cultural de la Generación del 27 de Málaga junto con otras pertenencias donadas en su día por la sobrina segunda del poeta, Amaya Aleixandre. "Lo tenemos localizado prácticamente todo". Incluso el Renault 4D Super azul del año 66, con poquísimos kilómetros y casi intacto, porque solo lo usaba para subir a la sierra "Queremos que vuelva al garaje".

Esto lo cuenta Sanz en el dormitorio del poeta, que conserva la raída moqueta original que todavía huele a vejez, antes de reproducir en un altavoz portátil el terrible poema "Rostro final" en la voz del propio Aleixandre. "Los que seáis sensibles, mejor no escucharlo", advierte, "pero los que queráis soportar el dolor a través de la belleza lo vais a disfrutar". Frente a la cama, "en la que escribía toda su obra" (cabecero orientado al norte, feng shui correcto), un lavabo, "que podría ser perfectamente un Antonio López, aunque a mí me gusta más Isabel Quintanilla, a su lado López es un aprendiz", desliza provocador entre los carraspeos y muecas de algunos de los presentes.

El dormitorio de Aleixandre.

Sanz es así, no se calla nada. Con la misma vehemencia que presidió durante años la Sección de Literatura del Ateneo de Madrid enfrentado a la dirección de la Docta Casa, ahora defiende lo que cree que se debe hacer aquí. "Todo esto se va a conservar y restaurar. Algunos sugerían poner elementos nuevos, pero insisto: no en absoluto. Hay que dejar lo original y llenarla solo de cosas auténticas, no de réplicas".

Lo cierto es que lo que haya o no en la casa no lo decidirá Alejandro Sanz, sino quien gane la licitación de la casa museo, que todavía está por redactar y publicar. De momento, Sanz ha sido contratado por la Consejería de Cultura como "consultor técnico", y en calidad de ello asesora a la Comunidad de Madrid y pone a su disposición el expertise de la Asociación.

"Llevamos 30 años trabajando para que todo salga bien. Nuestro objetivo es que esta casa esté abierta a todo el mundo, y ya lo está. El siguiente objetivo es que sea realmente una casa museo, y hay una buena disposición por parte del consejero, que ha aceptado todas nuestras propuestas: intervención mínima y que se abra el año 27. De momento todo va sobre ruedas", celebra.

Más allá de las visitas guiadas –vuelven este lunes, y en septiembre– y de otros actos culturales que la Consejería tiene previsto celebrar aquí antes y durante las obras, lo que suceda de aquí al 27 es una incógnita. ¿Se presentará Alejandro Sanz a la licitación? ¿Tratará de imponer su criterio a quien la gane o a la Comunidad de Madrid? El tiempo apremia para llegar a tiempo del centenario. Entretanto, Sanz está trabajando en una nueva versión de La casa de Bernarda Alba, que Lorca quiso ir a leerle a Aleixandre a Velintonia el 11 de julio de 1936. No lo hizo porque Miguel Hernández estaba en la casa y no le tragaba. Ya no se volvieron a ver. Sanz ha imaginado que Lorca finalmente hubiera ido, y que Aleixandre, en esa casa de la amistad que fue Velintonia, hubiera logrado que los dos jóvenes poetas confraternizaran. "Tengo la idea de representarla aquí cuando esto se abra como museo".