El 2 de septiembre de 1945, en la bahía de Tokio, Japón firmó su rendición incondicional a bordo del acorazado Missouri. Allí, entre el humo de la guerra recién terminada, se escribía un nuevo capítulo de la historia naval estadounidense. El Missouri, de la clase Iowa –acorazados rápidos concebidos para equilibrar blindaje y potencia de fuego sin renunciar a una velocidad superior a 30 nudos– era un coloso de acero diseñado para imponer respeto. Apenas meses después de su puesta en servicio, el barco se convertía en escenario de la ceremonia que sellaría la paz en el Pacífico, y al mismo tiempo, en protagonista de la leyenda naval del siglo XX. Su historia no se quedaría ahí: se prolongaría hasta la guerra del Golfo.

La mañana que terminó la guerra

La mañana del 2 de septiembre, la bahía de Tokio estaba inusualmente tranquila, un silencio que contrastaba con años de guerra. El Missouri (BB-63) se erguía como una fortaleza flotante en aguas enemigas. A las 09:02 horas, el general Douglas MacArthur, comandante supremo de las fuerzas aliadas, abrió una ceremonia que duraría 23 minutos y sería radiada al mundo. En la borda, como recordatorio de una humillación anterior infligida por el poder naval estadounidense, ondeaba la bandera de 31 estrellas que había presidido la llegada del comodoro Matthew C. Perry a la bahía de Yedo en 1853, montada del revés tras años de deterioro: historia sobre historia, cuidadosamente escenificada.

El ministro Mamoru Shigemitsu, en nombre del emperador, firmó primero el llamado Instrumento de Rendición; le siguió el general Yoshijirō Umezu, por el Cuartel General Imperial. MacArthur estampó su firma con seis plumas –dos de las cuales entregó a los recién liberados generales Jonathan Wainwright y Arthur Percival– antes de llamar a los representantes aliados en este orden: Chester W. Nimitz (EEUU), Hsu Yung-Chang (China), Bruce Fraser (Reino Unido), Kuzma Derevyanko (URSS), Thomas Blamey (Australia), Lawrence M. Cosgrave (Canadá), Philippe Leclerc (Francia), C. E. L. Helfrich (Países Bajos) y L. M. Isitt (Nueva Zelanda). A las 09:25, la guerra había terminado. El texto –compromiso de cumplir la Declaración de Potsdam, cese inmediato de hostilidades, desarme, liberación de prisioneros– se complementó con la Orden General nº 1 para ejecutar la capitulación en todos los teatros.

Un acorazado para correr y golpear forjado en Brooklyn

El Missouri nació en el New York Navy Yard de Brooklyn, botado el 29 de enero de 1944 y entregado a la flota el 11 de junio de 1944, con el capitán William M. Callaghan al mando y Margaret Truman, hija del entonces senador y futuro presidente Harry S. Truman, como madrina. Era el tercer buque de la Armada que llevaba es enombre. Como los demás Iowa, el Missouri montaba nueve cañones de 406 mm en tres torres triples y veinte piezas de 127 mm, armas versátiles que podían emplearse tanto contra aviones como contra buques de superficie. A ello se sumaba una densa cortina antiaérea. Medía 270 metros de eslora, 33 de manga y 8,8 de calado, y registraba un desplazamiento estándar de 45.000 toneladas, con una velocidad máxima de 33 nudos (unos 61 km/h). Se había diseñado para navegar con los portaaviones y para llevar la guerra, a golpe de artillería pesada, al corazón de las costas enemigas.

Tras las correspondientes pruebas y el adiestramiento de la tripulación en la Costa Este, en enero de 1945 el Missouri cruzó el Pacífico hasta el fondeadero del atolón de Ulithi –donde llegaron a concentrarse más de 700 barcos de guerra y de apoyo– y se integró en la Task Force 38 (TF-38), la fuerza de portaaviones rápidos de la Flota del Pacífico de EEUU, núcleo ofensivo de la marina en las últimas campañas contra Japón, que atacó Tokio el 16 de febrero. Tres días después, el 19, sus 406 mm tronaron en apoyo directo de la invasión de Iwo Jima. A finales de marzo, martilleó las defensas de Okinawa y cubrió a los portaaviones frente a una aviación kamikaze cada vez más desesperada. El 11 de abril, un suicida se estrelló rozando su banda de estribor; el fuego quedó bajo control y el capitán Callaghan ordenó enterrar con honores militares al piloto enemigo al día siguiente.

El Missouri volvió a Okinawa a finales de mayo como insignia del almirante William F. “Bull” Halsey en la 3ª Flota, y participó en la campaña final contra las islas principales: bombardeó las acerías de Muroran (Hokkaidō) el 15 de julio, castigó objetivos industriales en Honshū y escoltó golpe tras golpe aéreo sobre la capital, incluso mientras un tifón arrancaba la proa del crucero Pittsburgh. El 9 de agosto, el día de la bomba sobre Nagasaki, la TF-38, con el Missouri en el corazón del dispositivo, repelió el último gran ataque kamikaze. Seis días después, llegó el anuncio de la aceptación de la rendición. El 29 de agosto, el Missouri entró en la bahía de Tokio para preparar la ceremonia.

En la paz y en la guerra (de Corea)

Convertido en símbolo, el Missouri sirvió de plataforma diplomática: en octubre de 1945 llevó el pabellón del almirante Nimitz en Pearl Harbor; en marzo-abril de 1946 trasladó los restos del embajador turco Mehmet Munir Ertegun a Estambul y navegó al Pireo en plena crisis balcánica, gesto de disuasión frente a las aspiraciones soviéticas en el Mediterráneo. En septiembre de 1947, el presidente Truman subió a bordo en Río de Janeiro para celebrar el Tratado de Río que instituyó una suerte de OTAN panamericana; al año siguiente, el acorazado entrenaba guardiamarinas por el Atlántico. Aunque no todo fue gloria: el 17 de enero de 1950, el Missouri quedó varado cerca del faro de Thimble Shoals, en la bahía de Chesapeake, y fue necesaria una compleja operación con remolcadores y pontones para reflotarlo quince días después.

Cuando Corea estalló en junio de 1950, el Missouri era el único acorazado de su clase en servicio. Zarpó el 19 de agosto y el 15 de septiembre lanzó los primeros 52 proyectiles de sus cañones principales contra puentes ferroviarios. Bombardeó varias ciudades y cubrió evacuaciones. En la segunda campaña (1952-53), ya con las cuatro unidades de la clase en rotación, el Missouri actuó como insignia de la 7ª Flota, bombardeó la costa oriental y, por primera vez en la guerra, recibió fuego de baterías norcoreanas en marzo de 1953: contestó con una tormenta de 998 proyectiles de 127 mm en un solo día y cerró su última misión de fuego el 25 de marzo. Sumó cinco estrellas de combate por Corea.

Reactivado 30 años después

Desactivado en Bremerton el 26 de febrero de 1955, el Missouri vivió tres décadas de inmovilidad abierto al público. El final de la Guerra Fría lo resucitó: recomisionado el 10 de mayo de 1986, modernizado con misiles Tomahawk y Harpoon, sistemas de control de tiro computarizados y medios de guerra electrónica, dio la vuelta al mundo ese mismo otoño –la primera circunnavegación de un acorazado estadounidense desde la Gran Flota Blanca de 16 naves con que Theodore Roosevelt impresionó al mundo entre 1907 y 1909–, y en 1987 se desplegó al norte del mar Arábigo para escoltar petroleros. El 25 de mayo de 1988 realizó su primer lanzamiento de Tomahawk en pruebas. Entre 1990 y 1991, con la crisis de Kuwait, volvió a armarse para la guerra.

Los grupos de portaaviones en el Golfo y el Mar Rojo cercaron Irak por el aire; en el mar, la artillería de Missouri y Wisconsin castigó la costa kuwaití mientras una poderosa finta anfibia ataba a las fuerzas enemigas en el litoral.

El Missouri cruzó el Estrecho de Ormuz el 3 de enero de 1991. A las 01:40 del 17 de enero lanzó su primer Tomahawk contra Irak; en los cinco días siguientes disparó 27 más dentro de la apertura del ataque conjunto que cegó defensas y mando iraquíes con 288 misiles en total. Su artillería principal siguió actuando sin descanso durante el mes de febrero, y entre misión y misión su equipo de desactivación de explosivos neutralizó minas y abrió canales seguros, incluido el acceso a Faylaka. Para el 28 de febrero, día del alto el fuego, el Mighty Mo había probado que un veterano de 1944 también sabría combatir en la era de los misiles.

El Missouri fue retirado de servicio el 31 de marzo de 1992, dado de baja del registro en enero de 1995 y donado como museo el 4 de mayo de 1998. Hoy descansa en Pearl Harbor, frente al USS Arizona, hilo tangible entre el día de la infamia y la firma de la paz. Un monumento flotante en el que conviven las cicatrices del combate y la liturgia de la rendición japonesa ambientado con la estética de la ingeniería naval en su momento de máxima ambición. Su cubierta de teca y sus torres triples cuentan sin palabras cómo un acorazado nacido para correr y golpear se convirtió en altar de la paz y, décadas después, en plataforma de misiles en el desierto.