Un aviador se encuentra varado en el desierto del Sáhara. El motor de su avioneta ha sufrido una avería, y apenas tiene suministros para sobrevivir ocho días en el páramo desolado. Entonces, un niño le ruega que le pinte un cordero. Tras un vaivén de bosquejos, esbozos y carneros, el adulto dibuja una caja. "El cordero que quieres está adentro". Era perfecto. Años antes, cuando todavía era un infante, el piloto soñaba con ser un maestro dibujante, pero no lograba hacer ver a los adultos que el sombrero no era un sombrero, sino una boa digiriendo un elefante. El Principito lo pilló a la primera. Su aventura se convirtió en el libro escrito en francés más leído y traducido de todos los tiempos. Su autor, Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944), en el eterno niño que anhelaba rozar una estrella.

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Nació en Lyon (Francia), el 29 de junio de 1900, como una promesa todavía por cumplir. Quedó huérfano de padre a los cuatro años y vio perecer a su hermano pequeño durante los tumultuosos años de la Primera Guerra Mundial. Del trágico episodio escribió: "Por un instante, quedó inmóvil. No gritó. Luego, cayó lentamente, como cae un árbol joven". Saint-Exupéry siguió creciendo; su hermano quedó varado en el tiempo, en unos eternos quince años. Para Saint-Exupéry sería siempre un niño. Su risueño hermano pequeño. Su principito.

El dibujante convertido en aviador

Antoine de Saint-Exupéry quería ser un pájaro, un pececillo y un ilustrador, pero se conformó con ser aviador: le denegaron el acceso a la Escuela Naval, y se le aconsejó abandonar la práctica "poco seria" que era dibujar. Jamás lo hizo. Aprendió el oficio de piloto y, como le ocurrió al británico Roald Dahl, se convirtió en la gran pasión de su vida. Habrían sido grandes amigos.

Trastabilló con las palabras y publicó una narración breve, El aviador (1926), sobre su experiencia en los cielos. En lo laboral, formaba parte de una plantilla de pilotos que transportaban el correo aéreo entre Francia y España, para finalmente ser destinado a Cabo Juby (Marruecos) como jefe de estación. Escribiría su primera novela, Correo del sur (1928), haciendo de su realidad una fantasía. Más tarde fue destinado a Buenos Aires, donde se ocupó de la red de correo postal de América Latina.

En Argentina escribió su segunda novela, Vuelo nocturno (1931) y conoció a una rosa salvadoreña: Consuelo Suncín. Sendos acontecimientos le marcaron para siempre: por el primero recibió el prestigioso Premio Femina; por el segundo se convirtió en hombre casado, en niño enamorado.

Se consagró al periodismo y a la escritura. Reflexionó sobre el humanismo, sobre la Guerra Civil Española y sobre la ocupación alemana de Francia. Tras el armisticio franco-alemán abandonó Francia, convirtiéndose en un exiliado de su propio país. En poco más que un paria. Se instaló en Nueva York, limitándose a ser un agente pasivo de la Segunda Guerra Mundial. Se dice que fue durante un almuerzo en una cafetería de la metrópolis estadounidense cuando la esposa de su editor manifestó su intriga por el "hombrecito" que Saint-Exupéry dibujaba en una servilleta. ¿Quién es? Eres tú, es él y soy yo.

Una fábula real

El 30 de diciembre de 1935, tras un arduo viaje de casi 20 horas de vuelo, Saint-Exupéry y su copiloto se vieron obligados a realizar un aterrizaje forzoso en la parte libanesa del desierto del Sáhara. Sobrevivieron al accidente, pero no tardaron en sufrir alucinaciones visuales y auditivas debido a la falta de agua y comida. Un beduino montado en camello los encontró, tan deshidratados que de su cuerpo apenas emanaban saladas gotas de sudor. En la fábula inspirada por el hecho, el beduino sería un pequeño niño interplanetario, habitante de un asteroide —el asteroide B-612— "apenas más grande que una casa".

Le pese a Victor Hugo, a Balzac o a Baudelaire, El principito es la obra más conocida de la literatura francesa. También es la más traducida de la historia (250 idiomas, incluyendo el braille) y uno de los libros más vendidos de todos los tiempos, adaptado al teatro, al cine, al ballet e incluso a la ópera.

Un cuento infantil por la forma en que está escrito, pero también una novela adulta por las observaciones que esconde entre sus páginas, sobre la madurez, la vida y la naturaleza humana. Quizá sea por ello que El principito comienza con una disculpa: "Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona mayor" (su mejor amigo Leon Werth, novelista, periodista, pacifista y judío refugiado en el Jura para escapar de los nazis). Trata de justificarse ("Todos los mayores han sido primero niños") y se corrige a sí mismo: "A Leon Werth, cuando era niño".

A pesar de los reclamos adultos, El principito fue escrito por un niño. Se publicó en 1943, acompañado por las ahora famosísimas acuarelas de su autor, que ponen cara a sus variopintos personajes: una rosa, un zorro, una serpiente amarilla, seis adultos que han olvidado ser niños, un aviador y un curioso joven de cabellos dorados. A los pequeños, Saint-Exupéry les insta a mantener esa chispa que los hace ser únicos; a los adultos, les hace añorar la simple comodidad de la inocencia infantil, pues saben que nunca podrán volver a ella: han conocido a sus rosas y a sus zorros, han bebido de un pozo oxidado en el desierto y han aprendido que unas pocas espinas no pueden resistir las garras de un tigre. A diferencia del Principito, ya no pueden volver atrás.

Desaparición en las estrellas

Saint-Exupéry escribió gran parte de El principito en una casa que él y su esposa habían alquilado en Long Island, durante el verano de 1942. También escribió gran parte del mismo en el Upper East Side, en el apartamento de su amiga y amante Silvia Reinhardt (de soltera, Hamilton). Al terminarlo, le regaló una bolsa de papel arrugada con el manuscrito y los dibujos originales del cuento. Ahora, dichos presentes se encuentran conservados en la Morgan Library & Museum de Nueva York. El manuscrito incluye un capítulo inédito, escrito a mano, sobre el encuentro del protagonista con un crucigramista, ocupado porque no encuentra "una palabra de seis letras que empieza por G y significa gargarismo". La solución jamás se revela. Quizá sea "guerra".

'Le petit prince regardant un massif montagneux' ['El Principito mirando una cordillera], Antoine de Saint Exupéry
'Le petit prince regardant un massif montagneux' ['El Principito mirando una cordillera], Antoine de Saint Exupéry | The Morgan Library & Museum

Tras escribir El principito, Saint-Exupéry se reincorporó al servicio en el norte de África, bajo el mando aliado. Siguió escribiendo: en tierra, en mar y en aire. Con el fin de recoger información sobre los movimientos de las tropas alemanas, el 31 de julio de 1944, a las 08:45 horas, Saint-Exupéry despegó de Córcega a bordo de un Lighting P-38 sin armamento en una misión de reconocimiento. No regresó jamás.

Como el Principito, que desapareció sin dejar rastro del Sáhara, el avión en que viajaba Saint-Exupéry se dio por perdido. No fue hasta 1998, 54 años después, que se encontró un trozo de tela del que colgaba una pulsera de plata, que rezaba el nombre de Saint-Exupéry y el de su mujer, Consuelo. Fue la primera prueba de una muerte confirmada por el tiempo: el autor había sido asesinado por adultos que jugaban a un juego de guerra, demasiado peligroso y cruel. "He hecho mal en envejecer, eso es todo. Era tan feliz durante mi infancia...", dijo una vez. Si alguna vez, por casualidad, pasan por debajo de una estrella y oyen a un niño reír, piensen en el joven de cabellos dorados que amaba el mundo; y en el torpe aviador que aprendió a volar gracias a él.

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