En enero de 1998, El Último de la Fila anunciaba su separación. Durante sus trece años de andadura, la banda de Manolo García y Quimi Portet había ido haciéndose un hueco insospechado con un sonido único, que no se parecía a nada de lo que entonces se hacía en España. Un cruce de lo andalusí, la rumba, el flamenco y la nueva ola que solo podía haber nacido en la efervescente Barcelona preolímpica, resultado del encuentro de un noi charnego del Poblenou y un catalán de pura cepa nacido en Vic y criado en el Guinardó. Empezaron en modo artesanal, "sin músicos, sin ingenieros, sin nadie", en palabras de Quimi Portet. Pero gracias a temas como "Querida Milagros" o "Insurrección" y a un directo arrollador se convirtieron en uno de los nombres clave de la música popular española de las últimas décadas, capaces de vender más de cuatro millones de discos.
El suyo no fue el típico final traumático tan habitual en las historias del pop. "Lo más importante de esta noticia es que la decisión la hemos tomado de buen grado, sin que medien problemas personales y sin que ello signifique que Quimi y yo dejemos de hacer paellas y divertirnos juntos", dijo entonces Manolo García. Así ha sido. Ambos han emprendido sus proyectos en solitario, Portet selecto y en catalán, García ofreciendo para los fans heredados de El Último de la Fila himnos como "Pájaros de barro", cultivando su otra gran pasión, la pintura, y su fama de místico de barrio.
Pero han seguido llevándose bien. Y haciendo cosas. En 2016 se juntaron unas pocas noches para recuperar las canciones de sus dos primeras bandas, Los Rápidos y Los Burros, que un año antes, bajo el título de Autobiografía Sónica, habían reunido en un cofre junto a un directo de la gira de 1995 de El Último de la Fila. Y en 2023 presentaron Desbarajuste piramidal, una actualización de sus grandes éxitos que pedía gira, aunque entonces jugaran al despiste. "Ni sí, ni no, sino todo lo contrario", respondía García en una entrevista publicada en El País. "Pueden pasar muchas cosas", añadía Portet.
Una gira que se ha hecho esperar 30 años
Al final ha pasado lo que tenía que pasar, y ahora El Último de la Fila presenta la gira de retorno que entre abril y julio de 2026 les llevará por España. Treinta años después de su último concierto, el 22 de marzo de 1996 en el Palau d'Esports de Granollers, arrancarán tour en Fuengirola (25 de abril de 2026).
El timing ha sido minuciosamente calculado: anuncio del regreso hace pocas semanas, presentación este martes en Madrid, el miércoles en Barcelona y el jueves entradas a la venta (excepto las de Madrid, que saldrán el 16 de junio). En su ciudad aspiran a llenar el Estadio Olímpico. En Madrid el recinto está todavía por decidir. "Si quisiéramos ir a por la jubilación, entonces ya sería el Bernabéu", decía Manolo García en 2023. Quién sabe.
La leyenda de El Último de la Fila, la que desgranarán con sus canciones en esta gira de reencuentro, se fraguó a lo largo de diez intensos años, los que transcurrieron entre la aparición de su primer disco, casi artesanal, Cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana, y el último, La rebelión de los hombres rana, que dio lugar a una apoteósica gira. Entre ambos hitos pasaron muchas cosas.
1985: el origen
Todo empezó el 20 de junio de 1981 en Hostalets de Balenyà, donde Manolo García y Quimi Portet se conocieron en un festival de bandas. Uno venía de Los Rápidos, el otro de Kul de Mandril. Enseguida surgió la conexión. De esa chispa inicial nació primero Los Burros, un grupo tan experimental como deslenguado, y más tarde, El Último de la Fila. El nombre lo propuso Manolo: "Aunque no fuéramos por delante de todos, íbamos a seguir avanzando incluso desde el final del pelotón".
Durante cerca de tres años trabajaron prácticamente en soledad, encerrados en un estudio improvisado del Poblenou. "Pasábamos días enteros sin ducharnos, tocando, salíamos de copas, volvíamos, dormíamos unas horas, seguíamos tocando. Éramos anárquicos y felices", recordaba Manolo.
El debut discográfico llegó con Cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana. Lo grabaron en condiciones precarias y con ayuda mínima, pero ya contenía todo lo esencial: las letras entre surrealistas y sociales, el fraseo inconfundible de Manolo, las guitarras afiladas de Quimi, la mezcla de lo popular y lo vanguardista. Contenía joyas como "El loco de la calle", "El monte de las Águilas" o "Querida Milagros", una carta antimilitarista que Portet había compuesto antes incluso de que existiera la banda. Ese primer disco fue una rareza sonora en el panorama español. El crítico Juan Puchades lo ha definido como "una revelación, un choque brutal: nadie en el pop español tenía un sonido ni remotamente próximo". Vendieron 30.000 copias, una cifra nada despreciable para un debut artesanal que, sin embargo, pasó algo inadvertido más allá de ciertos círculos alternativos.
Primeros himnos
Al año siguiente llegó Enemigos de lo ajeno. Y con él, el primer gran golpe: "Insurrección" fue elegida canción del año por los lectores de Rock de Lux. Las ventas se duplicaron, empezaron a girar –Madrid, Barcelona, Granada– y su presencia en los escenarios ya era inconfundible: un directo explosivo, con Manolo bordeando la sobreactuación, pero capaz de conectar incluso con públicos fríos como el del San Isidro madrileño del 86 en el que compartieron cartel con James Brown.
Pocas semanas después, en la sala Studio 54, dieron el que muchos consideran su mejor concierto. "Tenían compás hasta los silencios que cantó Manolo", escribió Mingus B. Formentor en su crítica de aquella noche "extraordinaria" en la que "cruzaron los aires bravos y olés mientras las palmas echaban humo".
Como la cabeza al sombrero (1988), su tercer álbum, los consolidó como fenómeno nacional. Lo grabaron en el estudio del Château Miraval, en Francia, el mismo que décadas después compraría Brad Pitt. Vendieron 400.000 copias y emprendieron una extensa gira. El 10 de septiembre de aquel año, su participación en el concierto de Amnistía Internacional en el Camp Nou junto a Bruce Springsteen, Peter Gabriel o Tracy Chapman confirmó que eran algo más que una rareza local. Poco después, empezaron a girar por América Latina y a sonar en países europeos como Francia.
Con un éxito apabullante sobre la mesa, tenían ante sí la posibilidad de dejar la discográfica barcelonesa PDI y fichar por una gran compañía, pero decidieron crear su propio sello, Perro Records, con distribución de EMI. "Es una empresa familiar y artesanal", explicó Manolo, que les servía para controlarlo todo, desde la producción hasta los vídeos. Nuevo pequeño catálogo de seres y estares (1990) fue el primer fruto de esa independencia, un disco grabado en varios países y presentado con una gira militante que recaudaba fondos para causas ecologistas. La idea era sencilla: si vendían camisetas, que fuera para algo. Ese mismo año compartieron escenario con Tina Turner en el Estadio Olímpico de Barcelona, en un concierto a beneficio de Greenpeace. No querían ser superestrellas, decían, solo vivir la música.
Éxito total y último canto
Astronomía razonable, publicado en 1993, fue su mayor éxito comercial. Su gran hit, "Como un burro amarrado en la puerta del baile". Diez semanas en el número uno y discos de oro en México o Venezuela. Pero también empezaban a notarse los signos de agotamiento. Manolo, que nunca había llevado bien la exposición, cayó en una depresión. "No salí de casa durante tres meses. No estaba preparado", diría más tarde. Aun así, siguieron. La maquinaria funcionaba, pero el desgaste era evidente.
La rebelión de los hombres rana (1995) fue el último disco de El Último de la Fila. Más oscuro, menos inmediato que el anterior, pero igualmente exitoso: vendieron casi un cuarto de millón de copias en sus primeros días. La gira que lo acompañó fue una de las más ambiciosas de su carrera, con paradas en España, Europa y América Latina. Poco después, llegó el silencio. No hubo drama. Solo la necesidad, como dijo Manolo, de "mantener la higiene artística".
Ahora, casi tres décadas después, regresan. No por nostalgia, sino por afinidad, por deseo. Por aquello que decía Portet: que aún se lo pasan bien, que todavía hacen paellas juntos. Y porque, como rezaba una de sus letras más queridas, "el ansia de vivir" sigue ahí.
El Último de la Fila vuelve a los escenarios: nueve fechas y nuevas canciones
"En la vida pasan cosas, no se puede ser inflexible y nada es imposible". Así justifican Manolo García y Quimi Portet su regreso como El Último de la Fila, más de treinta años después de su último concierto. El anuncio se hizo oficial este lunes en una rueda de prensa en Madrid, donde presentaron una minigira que recorrerá nueve ciudades españolas entre abril y julio de 2026.
La gira arrancará el 25 de abril en Fuengirola y pasará por Barcelona (3 de mayo), Roquetas de Mar (16 de mayo), Madrid (23 de mayo), Bilbao (30 de mayo), A Coruña (13 de junio), Avilés (20 de junio), Sevilla (27 de junio) y Valencia (4 de julio). Las entradas oscilarán entre 60 y 90 euros, con una política de precios contraria a la especulación: "Nos parece repugnante encarecer las entradas según la demanda", sentenció García.
La reunión no responde a la nostalgia sin más. Además de recuperar el repertorio clásico con el sonido "incendiario" de la banda original, el dúo anunció que trabaja en canciones nuevas: "Quimi tiene incontinencia compositiva. Alguna cosilla se está haciendo", deslizó el vocalista. La chispa, dicen, se encendió tras regrabar 24 de sus temas más emblemáticos en el disco Desbarajuste piramidal (2023): "Estás a gusto y piensas: ¿por qué no alargarlo un poco más?".
Portet, fiel al tono irónico que lo caracteriza, defendió el poder evocador de la música de su generación: "La nostalgia tiene una parte triste y hortera, pero también una parte creativa increíble". Y ambos reivindicaron el espíritu popular y crítico de Los Burros y Los Rápidos, así como su voluntad de mantenerse al margen de la lógica de la industria. "Habríamos podido triunfar en Latinoamérica, pero abortamos la operación por no ser esclavos del éxito", recordó García. Hoy, dicen, esa burbuja sigue viva: "Amamos la música, le da sentido a los días. Y cuando suena un acorde, te da igual lo que haya dicho Trump".
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