Al miedo hay que enfrentarlo con el miedo. Siempre oí eso cuando era pequeño. Entonces no lo entendía. ¿Cómo se podía superar el miedo pasando miedo?

Con el paso de los años, las situaciones en las que nos encontramos, efectivamente, nos hace superar algunas dificultades porque le echamos el valor suficiente, porque no lo pensamos demasiado o porque no nos queda más remedio. 

En Un monstruo viene a verme hay mucho de todo esto. Con el añadido del acoso escolar al que se ve sometido el protagonista, con la negación de la enfermedad terrible de la madre, con la sensación de soledad e incomprensión que tiene Conor, el niño que es objeto de todas estas fatídicas circunstancias. Un niño de trece años magistralmente interpretado por Elisa Hipólito que nos pone el corazón en un puño. 

Pero es que el resto del elenco, de la compañía La Joven, no le van a la zaga. Con un juego escenográfico de sillas, un árbol esquemático y tecnológico, y al mismo tiempo humano, muy humano, que es con el que me quedo, Iker Lastra o Eduardo Aguirre de Cárcer, puedo contemplar mis propios miedos, aflora mi emoción traspasando mi piel, (y creo que la de todos los espectadores, por el silencio tenso que se vive, la máxima atención, la dureza compaginada con la ternura), y somos capaces de subirnos a ese tejo para que nos ayude, para que nos cuente cada noche, a las 12:07 una historia, para que nos ayude a salir del laberinto. 

Una versión epatante

Como ya he dicho, toda la compañía está de sobresaliente. Raúl Martín, en su personaje de acosador que se nos vuelve odioso, Cristina Bertol que se derrama en la delicadeza de su salud (la madre) y dan ganas de abrazarla, Antonia Paso en el rol de la abuela a la que comprendemos, aunque no hable, y Nadal Bin, y Fernando Saiz, y Leyre Morán, y Roger Berruezo, y la dirección impecable de José Luis Arellano García, todos/as al servicio de una excelente puesta en escena, alrededor de un niño que mira desbordado lo que se le viene encima, esa dualidad en sus sentimientos encontrados, no quiere que su madre falte, pero tampoco quiere verla sufrir por más tiempo.

Misteriosamente el monstruo le hace avanzar, es necesario que afronte su verdad, no le va a sacar de la desdicha, pero tiene que reconfortarlo desde dentro de sí mismo. 

Sabemos que la película fue un éxito y obtuvo nueve Premios Goya, y caló en los espectadores, pero siéndoles totalmente sincero, esta versión teatral de La Joven me ha epatado, me ha desgarrado los sentidos, me ratifica en que el lenguaje teatral es tremendamente directo, aunque un mismo intérprete haga varios personajes, aunque las sillas y su disposición y el movimiento coreográfico de cada uno sea una armonía poética corporal, porque aquí huele a veracidad, y nos deja la sensibilidad desmedida y firme, extenuada en el silencio porque impacta. 

Contemplo la sombra del tejo alargándose hasta el patio de butacas, hay vida en él, hay confrontación con la muerte, es también, la ternura amarga, muy amarga, del cáncer. 


'Un monstruo viene a verme', dirigida por José Luis Arellano, hasta el 12 de octubre en el Teatro Fígaro de Madrid