Las castañas son uno de los frutos secos que más se aprecian de la época invernal. Más allá de su sabor característico y de su presencia en calles y mercados, se trata de un alimento con un perfil nutricional de gran relevancia para la salud. Comenzar a incluirlas en la dieta durante los meses invernales no solo se vincula a la obtención de energía, sino que también suman vitaminas, minerales y antioxidantes relevantes para el estado general del organismo.
Castañas como fuente de energía
Durante el invierno, el organismo tiene que realizar un esfuerzo mayor en el ámbito de los recursos, a fin de mantener la temperatura interior. Las castañas son una buena fuente de carbohidratos, de tipo complejo, que permiten liberar energía de manera lenta y actúan, por tanto, como un mecanismo para garantizar que el organismo esté en marcha durante más tiempo. Este aspecto es determinante a la hora de hacer frente a los días fríos con el máximo de energía posible, sin necesidad de llegar a alimentos ultraprocesados, que solo proporcionan un breve y poco eficaz vuelco de energía.
Fibra para un tránsito intestinal equilibrado
La fibra que contiene la castaña permite también hacer de la digestión un medio saludable, así como el estreñimiento, muy frecuente a la disminución del consumo de frutas y verduras frescas desde el verano hasta el invierno. La inclusión de este fruto en nuestra dieta permite lograr el equilibrio intestinal; además, mejora la saciedad de las comidas y nos ayuda a mantener una dieta variada y rica.
Propiedades nutricionales de las castañas
Las castañas, al compararlas con el resto de los frutos secos, tienen un porcentaje de grasas y calorías bastante más bajo. Por ello, se convierten en la opción ligera y nutritiva, idónea para las personas que quieren cuidar el peso corporal y a la vez saborear los alimentos. Además, son sin gluten, lo que hace que también puedan ser consumidas por las personas con enfermedad celíaca o manifestaciones de sensibilidad alimentaria, y así favorecer su uso en la cocina cotidiana.
Vitaminas y minerales que fortalecen el organismo
El perfil de nutrientes de las castañas contiene una composición de vitamina C, que apoya el funcionamiento del sistema inmunológico ante los resfriados, y de minerales como el potasio, el magnesio, el hierro y el fósforo que refuerzan la salud cardiovascular, promueven una buena forma física ósea, ayudan a combatir la astenia y contribuyen a una mejora en la concentración y la memoria. Así que resulta un alimento que favorece el equilibrio y la resistencia en los meses de mayor esfuerzo físico.
El valor gastronómico y cultural de las castañas
Las castañas tienen un enorme potencial culinario. Se pueden comer asadas como un sencillo tentempié o pasadas por agua, que dan lugar a elaboraciones muy reconfortantes, o bien trituradas en el puré que acompaña platos, o postres, como por ejemplo los bizcochos, las cremas o los flanes. Este potencial hace que este fruto sea una herramienta permanente para enriquecer recetas dulces y saladas, con una textura y un gusto que llevan a la tradición.
Salud y tradición
Las castañas son, por lo tanto, un alimento altamente valorado por su aporte nutricional, por supuesto, pero también son otro símbolo gastronómico del invierno. Consumir castañas es respetar las tradiciones propias de la zona y optar por un alimento estacional que promueve una dieta que favorece el medioambiente y es más sostenible.
No cabe duda de que, con todas estas propiedades, las castañas se convierten en el alimento por excelencia del invierno. Por su indiscutible sabor, su riqueza nutricional y su capacidad para adaptarse a la perfección a todo tipo de platos, son mucho más que un simple antojo de la calle, son un buen aliado para cuidar de la salud, para fomentar las defensas naturales y para disfrutar de la temporada más fría del año.
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