El consumo de queso es habitual en la dieta mediterránea o en muchas otras tradiciones gastronómicas del mundo. Sin embargo, en lo que respecta a la corteza surgen las dudas: unos la degustan sin ningún problema y otros la desechan con desconfianza. En cualquier caso, se tiene que considerar que la ingesta habitual de cortezas no solo permite obtener matices de sabor diferentes, sino que además ello tendrá efectos sobre el organismo. El secreto radica en saber distinguir qué tipo de cortezas son aptas y cómo aprovecharlas en la cocina.

Tipos de cortezas de queso y su efecto en el organismo

Cortezas naturales comestibles

Las cortezas naturales suelen aparecer a partir del proceso de maduración del queso y son 100% seguras si la elaboración de estos formatos está controlada, es decir, bajo la supervisión de controles de calidad. Esa ingesta habitual de cortezas representa, para la salud, una ingesta suplementaria de proteínas, minerales y, al mismo tiempo, de esas bacterias beneficiosas que refuerzan la microbiota intestinal. Además, aumentan la sensación de saciedad y pueden agilizar la digestión por medio de los microorganismos que participan en su formación.

Cortezas artificiales desaconsejadas

Así pues, las cortezas artificiales, recubiertas de ceras, parafinas o pinturas alimentarias, son un producto no dirigido al consumo. No son tóxicas pero el cuerpo no las asimila bien y su consumo repetido puede irritar el tracto digestivo. Por tanto, lo mejor es retirarlas y comer sólo la parte de dentro del queso, evitando de este modo la incomodidad o la acumulación de sustancias innecesarias en el organismo.

Comer corteza de queso habitualmente

Cuando se consume corteza natural de forma moderada, el cuerpo obtiene un extra de nutrientes. Estas partes concentran calcio, fósforo y vitaminas liposolubles que ayudan a reforzar huesos y dientes. También concentran compuestos antioxidantes que ayudan a proteger nuestras células del daño oxidativo. Incorporarlas en salsas, guisos y sopas puede ser una forma de enriquecer por completo el sabor de la comida y el valor nutricional de la misma.

Riesgos del consumo excesivo

El problema ocurre cuando se abusa de la corteza sobre todo la dura y curada. El abuso puede causar indigestiones, la acumulación de sal en exceso y la sobrecarga de los riñones. Algunas cortezas además pueden tener mohos que en gran cantidad, pueden resultar irritantes para el aparato digestivo. Por ello se aconseja disfrutar de ellas ocasionalmente y de una manera equilibrada.

Trucos para aprovechar la corteza del queso

La corteza del queso -en especial la de tipos curados como el parmesano- puede aprovecharse para dar sabor a caldos, cremas o salsas. En lugar de tirarla simplemente hay que incorporarla durante la cocción y retirarla al final. Este gesto ya otorga intensidad aromática sin necesidad de añadir más sal que pudiese ser innecesaria o potenciadores artificiales haciendo que el plato gane en riqueza nutricional.

Conservación y seguridad

Si se opta por consumir corteza de queso de forma habitual, es importante conservarla en condiciones óptimas. Colocarla en un recipiente hermético y refrigerado evitará que proliferan las bacterias no deseadas. También conviene, si se van a utilizar las cortezas en cocina, lavar perfectamente aquellas que vayan a ser utilizadas, eliminando los restos de polvo o impurezas. Con estas precauciones, su consumo puede ser seguro y beneficioso.

Por tanto, las cortezas del queso no son perjudiciales, siempre y cuando sean elaboradas naturalmente y se consuman de forma moderada. El cuerpo, de hecho, lo agradece por sus nutrientes; sencillamente cuidado con la cantidad que se ingiere y en apartar las que no son naturales. También condimentar los platos con las cortezas del queso dará un muy buen sabor y una textura muy buena a tus platos.