La dependencia del teléfono móvil se ha convertido en un fenómeno global que afecta la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos. Esa conexión permanente, la cual se inició como herramienta para facilitar la comunicación, se ha convertido en un nuevo factor de estrés para millones de personas. El término nomofobia -la preocupación de estar sin móvil- ha crecido en los últimos años sobre todo entre los jóvenes.

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La nomofobia y la vida cotidiana

La nomofobia, que deriva de la expresión inglesa 'no mobile phone phobia' describe el miedo a no tener a mano el teléfono móvil, ya sea porque se olvidó, porque le falta batería, porque se ha perdido o cualquier otro motivo. Los que la sufren sienten una necesidad compulsiva de revisar el teléfono móvil a cada rato y, de no poder hacerlo, sienten una gran ansiedad; la nomofobia interfiere de forma continua en las actividades rutinarias de las personas, desde el estudio hasta el descanso en el período de sueño, produciendo una reacción inmediata de la persona en estado de desconexión social.

Consecuencias físicas y mentales

La nomofobia no sólo se relaciona con emociones, también se ha visto correlacionada con otros aspectos problemáticos relacionados con la salud. Diferentes estudios han llegado a relacionar la presencia de esta fobia con la presencia de síntomas de estrés, ansiedad e insomnio; la preocupación constante en las horas del sueño de revisar si se tiene un mensaje pendiente, el exceso de sedentarismo o la fatiga visual, son problemas frecuentes en los individuos que desarrollan una problemática vinculada con algún aspecto de ellos mismos, en los que el individuo mantiene una relación excesiva con el aparato. La mente sigue alerta, lo que, a su vez, favorece la ausencia de concentración y repercute en el rendimiento académico o laboral.

Nomofobia en España

En el año 2022 el 81% de los jóvenes españoles con edades comprendidas entre los 18 y 35 años presentan signos de nomofobia, uno de los índices más elevados de nuestro continente, tan solo por detrás de Italia; este dato da cuenta de la magnitud de un asunto que deja de ser meramente anecdótico para convertirse en un verdadero reto de salud pública. El móvil ha pasado de ser un accesorio a convertirse en una necesidad psicológica percibida como imprescindible para llevar a cabo la vida cotidiana.

El contexto internacional

A nivel global, la evolución del uso de los smartphones ha seguido una trayectoria ascendente desde hace poco más de 10 años. En 2017, dos de cada tres personas ya tenían un teléfono móvil y el porcentaje es incluso mayor en la actualidad; en el caso de los países asiáticos y europeos, el tiempo de conexión es mayor, así como el número de horas de uso en redes sociales y aplicaciones de mensajería diarias. Esto provoca que muchas más personas tengan dependencia del móvil y no puedan desconectarse del mismo.

La dependencia al móvil

Según informan diferentes investigaciones, la nomofobia se puede llegar a equiparar con adicciones clásicas como la del tabaco o el alcohol. El comportamiento de comprobar repetidamente el teléfono que llevamos a cabo genera, de modo instantáneo, gratificación instantánea, activando los mismos hábitos cerebrales que tienen lugar en otras adicciones; el primer paso para disminuir su influencia sobre la salud y sobre el equilibrio emocional es identificar este tipo de comportamiento.

Cómo limitar el uso

Según especialistas en el ámbito de la salud digital, es muy recomendable establecer un horario de desconexión, silenciar todo tipo de notificaciones, salvo las urgentes y no utilizar el teléfono móvil antes de dormir; practicar actividades sin pantallas, lectoras o de deportes, favorece la recuperación del equilibrio y reduce la ansiedad. Por último se aconseja dejar el móvil en una habitación diferente por la noche para mejorar el descanso.

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