Dormir bien se ha convertido en un lujo, pero en realidad es una necesidad vital para mantener la mente despierta y el organismo equilibrado; el sueño nocturno tiene un impacto en funciones esenciales como la memoria, la capacidad de concentración o la toma de decisiones, de manera que cuando se reduce el sueño, o se altera considerablemente, el cerebro acusa esta pérdida como si hubiera envejecido una cantidad concreta de años por adelantado.
Dormir poco y el rendimiento cerebral
Las investigaciones internacionales, reveladas por el psiquiatra Alejandro Martínez Rico, indican que dormir cuatro horas cada noche produce un funcionamiento cerebral equivalente al de una persona de hasta ocho años más. Esta aceleración del envejecimiento del cerebro afecta a los circuitos de los procesos mentales, como la memoria, el razonamiento lógico y la reducción del tiempo de reacción. La privación del sueño no solo se manifiesta a corto plazo cuando se restringe el tiempo de sueño de forma puntual, sino que además provoca un desgaste poco a poco progresivo en el organismo, el cual se traduce en una menor agilidad mental.
Menor circulación y actividad neuronal
Las investigaciones con neuroimagen evidencian que un cerebro descansado presenta mayor flujo sanguíneo que el cerebro no reposado y en las regiones más implicadas en la memoria, la planificación o la toma de decisiones. Tras una noche en la que no se ha dormido, las zonas que se asocian a esas capacidades relacionadas con las habilidades cognitivas aparecen prácticamente inactivas. La reducción de la actividad en la corteza frontal y en la corteza parietal implica menos capacidad para resolver problemas, recordar información y mantener la atención. Dormir mal, en definitiva, apaga de manera literal partes esenciales del cerebro.
Beneficios de dormir bien
La privación del sueño afecta al equilibrio emocional. La falta de sueño incrementa la excitación, potencia los procesos de ansiedad y disminuye el umbral frente al estrés. El cerebro requiere de un sueño profundo para elaborar emociones y experiencias; sin ello, el cuerpo queda en una situación de vigilia que le causará un desgaste psicológico. Un descanso nocturno permite estar más tranquilo y aumenta la capacidad de afrontar situaciones difíciles.
Consecuencias invisibles a nivel físico
No dormir tiene un impacto considerable en el sistema inmunitario, en el aumento de la presión arterial y en un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares: el cuerpo necesita el descanso para la regeneración de los tejidos, para regular las hormonas y la evacuación de un exceso de toxinas acumuladas en el cerebro. La privación de sueño altera estos procesos e incrementa la posibilidad de desarrollar problemas graves de salud a largo plazo.
Hábitos para mejorar el descanso
Tener un horario fijo ayuda a mejorar el descanso, ya que la rutina de acostarse y levantarse a la misma hora todos los días favorece al organismo a regular su reloj biológico; también ayuda reducir el uso de pantallas antes de irse a la cama, ya que la luz azul de los dispositivos electrónicos provoca menores niveles de melatonina, que es la hormona que nos ayuda a dormir bien. Descansar en habitaciones oscuras, frescas y silenciosas también favorece para lograr un sueño profundo y reparador.
Alimentos y hábitos saludables
Comer ligero y evitar las sustancias estimulantes (cafeína, alcohol o nicotina) por la tarde, son prácticas que ayudarán al organismo a prepararse para un buen descanso nocturno. Las siestas deberían ser cortas y antes de las tres de la tarde, y el ejercicio físico habitual y beber agua, completan la lista de prácticas que ayudan al sueño. Por lo tanto, todos estos pequeños hábitos cotidianos se presentan como aliados eficaces para mantener nuestro cerebro joven, activo y a salvo del impacto del dormir mal.
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