Las enfermedades cardiovasculares constituyen actualmente la primera causa de mortalidad en España. Las cifras han fluctuado de forma alarmante en una década: las muertes por estas enfermedades han crecido casi al doble y una de cada cinco muertes prematuras tiene que ver directamente con un problema cardíaco. La vida moderna, caracterizada por el estrés, la mala alimentación y la falta de actividad física, ha dado lugar a un aumento sostenido que afecta tanto a personas ancianas como a personas jóvenes. Saber qué estilo de vida aumenta el riesgo de contraer una enfermedad cardiovascular constituye el primer paso para cambiarlo.

Los hábitos que aumentan el riesgo de infarto

La inactividad física es uno de los enemigos silenciosos del sistema cardiovascular. Más del 40% de la población adulta de España presenta niveles de actividad física insuficientes, lo que contribuye a elevar la tensión arterial y a potenciar la acumulación de grasa en las arterias, lo que da lugar a la formación de obstrucciones arteriales. A esto hay que añadir la ingesta de una dieta elevada en grasas, azúcares y ultraprocesados. La dieta irregular de la que se alimenta la población, favorece la aparición del colesterol LDL elevado, un problema directo en la aparición de obstrucciones arteriales.

Tabaco, alcohol y estrés

El consumo de tabaco es otro factor determinante, más de 12 millones de españoles fuman todos los días o de manera esporádica. Este hábito daña las arterias, disminuye el oxígeno en sangre y multiplica el riesgo de infarto. El alcohol y el estrés crónico conforman un coctel que puede ser letal; el estrés crónico y el alcohol elevan la presión arterial, y en consecuencia, el corazón funciona por encima de su capacidad la mayor parte del tiempo.

Un estilo de vida propenso al infarto

Los datos estadísticos no mienten. El perfil de la persona que tiene más posibilidades de tener un infarto tiene entre 40 y 60 años, fuma, tiene sobrepeso, y tiene el colesterol elevado en su última analítica, un perfil habitual que, tras muchos años acaban sufriendo las consecuencias de unos malos hábitos que puede provocar que se produzca un infarto.

La hipertensión y la diabetes tipo 2 son, además, dos factores que acaban elevando el riesgo cardiovascular.

Los factores genéticos y la edad

Si bien el estilo de vida tiene un peso determinante, existen factores que no se pueden modificar, como es el caso del sexo o de los antecedentes familiares: los hombres presentan un mayor riesgo a partir de la mediana edad, mientras que las mujeres aumentan su exposición tras la menopausia. Sin embargo los expertos sostienen que una vida saludable puede compensar una parte importante de la predisposición genética.

Reducir las posibilidades de sufrir un infarto

Adoptar una dieta equilibrada basada fundamentalmente en frutas, vegetales, legumbres, pescado azul y frutos secos permite reducir el colesterol y mejorar la salud cardiovascular. Practicar una hora y media de ejercicio físico moderado, al menos cinco días a la semana, contribuye a mantener un peso adecuado y una presión arterial en orden; descansar bien y canalizar el estrés son dos conductas igualmente eficaces para conservar el buen estado de salud del corazón.

Control médico y seguimiento periódico

Las revisiones médicas periódicas son la mejor herramienta para detectar a tiempo cualquier tipo de alteración en los índices de tensión, colesterol o glucosa. Como no puede ser de otra manera, en personas con antecedentes o tratamientos prolongados, el chequeo cardiológico anual es absolutamente obligatorio. El control de estos márgenes biomédicos y una vida activa y libre de tabaco son, sin lugar a dudas, la mejor defensa contra las opciones de sufrir un infarto.