La relación entre alimentación y presión arterial se hace cada vez más detectable en un momento donde la hipertensión se presenta en auge en las sociedades industrializadas. Las últimas investigaciones apuntan a una variable que queda, sin embargo, poco reflejada en el espacio de lo público, el desequilibrio entre sodio y potasio. La comida ultraprocesada y el escaso consumo de frutas y verduras afectan a la forma en que el organismo regula la presión, y esa forma que toma modifica los estadios de la presión arterial en un sentido que favorece la hipertensión.
Dietas occidentales en la hipertensión
La alimentación occidental representa una ingesta alta en sodio, especialmente de platos precocinados, panes industriales, embutidos y salsas de bote. El cuerpo se defiende ante esto reteniendo más agua, lo cual causa el aumento del volumen de sangre y crea un aumento de la presión en nuestra circulación. Esta alimentación reduce la capacidad natural del cuerpo para mantener la tensión, y genera un estrés continuo en las arterias.
La falta de potasio agrava el efecto del sodio
El potasio cumple una función de contrapeso fisiológico del sodio, colabora en la contracción del músculo, interviene en la gestión de líquidos del cuerpo y promueve la excreción de la sal. Cuando la dieta tiene poco de algo tan útil como las verduras de hojas verdes, las legumbres, los plátanos o el brócoli, el organismo pierde una herramienta fundamental para mantener estable la tensión. Este déficit es especialmente acusada en la dieta occidental, donde la sal se dispara mientras el potasio se desploma.
La hipertensión con el sodio y potasio
Un artículo del American Journal of Physiology–Renal Physiology apoya esta idea y le da un sentido más amplio al control de la presión arterial. Los propios investigadores pudieron demostrar que el potasio colabora en la estabilización de la tensión, y lo hace con una considerable eficacia, incluso más que si nos limitásemos a disminuir la sal. Aumentando el potasio, al mismo tiempo la función renal se incrementa, se produce un mejor equilibrio de fluidos corporales y se desciende la presión con más frecuencia.
Reequilibrar, no eliminar
El sodio y el potasio son elementos imprescindibles para que el organismo mantenga el trabajo de los músculos, de los nervios y controle retención de líquidos. Sin embargo, si el dominador es el sodio porque su consumo es excesivo y el potasio no es suficiente, el organismo pierde sus capacidades autorreguladoras. Las primeras poblaciones humanas ingirieron alimentos vegetales que mantuvieron el potasio en niveles altos y el sodio en niveles bajos. Las dietas modernas invierten su proporción y esa inversión propicia la proliferación de hipertensión en millones de personas.
Adaptar la dieta para reducir la hipertensión
La incorporación diaria de raciones de frutas y verduras permiten al organismo recuperar una parte del equilibrio perdido por una mala alimentación. Las legumbres, los frutos secos, y los vegetales más ricos en potasio, ofrecen una buena base para mejorar la respuesta del organismo frente al sodio. Alimentarse con una dieta más natural disminuye la carga de sal oculta y beneficiará un medio metabólico más estable.
Impacto sobre la presión arterial
Restringir la exposición a productos provistos de industria reduce la incorporación masiva de sodio que caracteriza la alimentación occidental. Comer en casa, la elección de productos frescos y la reducción de alimentos procesados que tanto se consumen en la actualidad, ayuda al cuerpo a recuperar el poder sobre la presión arterial. Es así que una pauta alimentaria equilibrada de sodio y potasio se convierte en la manera más eficaz para poder prevenir la presencia de hipertensión y contribuir a la salud cardiovascular.
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