La muerte de un Sumo Pontífice marca el inicio de una tradición milenaria que culmina con la elección de un nuevo Papa durante el cónclave. El misticismo que rodea al Vaticano cubre el riguroso procedimiento ceremonial en un halo de misterio que, pese a mantener muchas de sus cualidades, ha obligado a la Iglesia católica a reinventarse, introduciendo cambios amoldados a las especificaciones del tiempo en que vivimos. Los últimos, aquellos introducidos por el propio Papa Francisco y que se han dado a conocer esta misma mañana, tras la noticia de su fallecimiento.
Así lo ha confirmado el camarlengo de la Iglesia católica, el cardenal Kevin Joseph Farrell, en un vídeo mensaje en el que afirmaba que "el obispo de Roma ha vuelto a la casa del padre". "Con profundo dolor tengo que anunciar que el papa Francisco ha muerto a las 07:35 horas del día de hoy", en su residencia de la Casa Santa Marta, donde había sido trasladado tras estar ingresado en el Hospital Gemmelli. El papa, quien había estado ausente en todos los ritos de la Semana Santa, apareció ayer en el balcón de la logia central de la fachada de la basílica de San Pedro para la bendición Urbi et Orbi, en la que realizó un llamamiento a todas las partes para que "cese el fuego" en Gaza y "que se liberen los rehenes y se preste ayuda a la gente, que tiene hambre y que aspira a un futuro de paz".
Ahora, el mundo entero se enfrenta a una etapa de desconcierto hasta la elección del sucesor del Papa Francisco, en un recorrido que va desde la confirmación de su fallecimiento hasta su sepultura que, alejándose de lo habitual, no será enterrado en la Basílica de San Pedro.
Confirmación del falleciemiento
Previo a cualquier ceremonia, la muerte del Papa debe ser certificada por el camarlengo, el cardenal encargado de administras las finanzas de la Santa Sede y de presidir su gobierno durante la Sede Vacante (el periodo que va desde que fallece o renuncia un papa hasta que se elige el sucesor). En el pasado, el camarlengo llamaba al Papa en hasta tres ocasiones distintas por su nombre de bautismo mientras lo golpeaba fuerte con un martillo. Si no recibía respuesta, pronunciaba la frase "Vere Papa mortuus est" ("el Papa está realmente muerto").
Este ritual, atestiguado hasta 1878 con la muerte del Papa Pío IX, ha sido modificado y ahora se trata de un médico especializado el que confirma la muerte del pontífice. La frase en latín se mantiene, recogida por el camarlengo en el certificado de defunción del Sumo Sacerdote expedido por la Cancillería Apostólica, y cuya publicación marca el inicio del periodo de Sede Vacante.
Sede Vacante
Tras esto, la cámara y el estudio del Papa son sellados, y el camarlengo comunica la muerte al Vicario general para la diócesis de Roma, quien lo difunde al mundo entero. Es entonces cuando las puertas de bronce de la Basílica de San Pedro se cierran a la mitad y las campanas resuenan en iglesias de todo el planeta: el Papa ha muerto oficialmente.
En caso de fallecer fuera de Roma, será el Sacro Colegio Cardenalicio el que hará todo lo necesario para "otorgar un digno y decoroso traslado del cuerpo a la Basílica de San Pedro en el Vaticano", tal y como lo afirma la Universi Dominici Gregis, la constitución apostólica de la Iglesia promulgada por Juan Pablo II en febrero de 1996.
El cuerpo del Papa es trasladado en procesión a la Capilla Sixtina, donde es embalsamado y revestido con ornamentos sagrados (la mitra blanca, la casulla roja y el palio de lana blanca con cruces negras). Así, el cuerpo será expuesto en un catafalco a los fieles durante tres días, mientras los cardenales celebran los Novendiales, los nueve días de duelo y sufragio. Serán estos mismos cardenales los que romperán el Anillo del Pescador que el Papa recibió al inicio de su pontificado y con el que formaliza las cartas apostólicas.
Hacia el cónclave
El funeral papal se celebra en San Pedro en presencia de delegaciones estatales de todo el mundo. Tradicionalmente se celebraba bajo el altar papal de Bernini pero, debido a la gran afluencia de feligreses, este rito toma lugar ahora en la plaza de la Basílica, al aire libre. El cuerpo del Papa se coloca en un tiple ataúd de ciprés, plomo y roble para, finalmente, ser llevado al sepulcro bajo el santuario, en las llamadas "Grutas Vaticanas", una necrópolis que recoge la sepultura de los papas a no ser que alguno de ellos deje instrucciones precisas sobre dónde ser enterrados.
En el camino hacia el cónclave, deberán esperarse un mínimo de quince días tras la muerte del Papa para empezar el proceso de elección de un nuevo pontífice. Estos días sirven tanto como luto hacia el papa fallecido como margen para que los cardenales ausentes puedan llegar a tiempo al Vaticano. Sin embargo, el Universi Dominici Gregis afirma que se puede "anticipar el comienzo del cónclave si se constata que están presentes todos los cardenales electores, así como la facultad de prolongar, si hay motivos graves, el comienzo de la elección algunos días más. Sin embargo, transcurridos como máximo veinte días desde el inicio de la Santa Sede, todos los cardenales electores presentes estarán obligados a proceder a la elección".
Para que un candidato sea consagrado como nuevo Papa, será necesario que reciba dos tercios de los votos totales. Si no se alcanza consenso tras múltiples votaciones, se permitirá un máximo de cuatro elecciones por día. Los votos serán incinerados tras el conteo, y el color del humo comunicará al pueblo el progreso de la elección: fumata negra, para la falta de elección; y fumata blanca para dar a conocer que un nuevo Papa ha sido escogido.
Los cambios introducidos por el Papa Francisco
Sin embargo, pese a la tradición milenaria del evento, el Papa Francisco modificó el Ordo Exsequiarum Romani Pontificis, el documento que regula el funeral de un pontífice, revolucionando el ritual con una serie de cambios que subrayan que "el funeral del Romano Pontífice es el de un pastor y discípulo de Cristo y no el de un poderoso hombre de este mundo".
Si bien la estructura del rito fúnebre seguirá siendo la misma, Francisco aseguró que, de ahora en adelante, el cuerpo de un pontífice no será expuesto a la veneración de los fieles en un catafalco, una plataforma alzada que eleva al Papa a un ser casi divino, permitiendo mostrar al pontífice "con dignidad, pero como todo cristiano".
Otra de los cambios introducidos por el recientemente fallecido permite a los futuros pontífices (empezando por él mismo) elegir en qué lugar desean ser enterrados, desdeñando la tradición que obligaba a todos los papas a ser enterrados en la Basílica de San Pedro. Por ello, el Papa Francisco será enterrado en la Basílica Santa María Mayor de Roma, fuera del Vaticano, que servía de parada obligatoria cada vez que salía en un viaje oficial, depositando un ramo de flores bajo el icono de la Virgen Salus Populi Romani antes o después de sus desplazamientos.
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