“Dígameeee ¡Estoy en la plaza de San Pedro viendo al Papaaaa!”, dice a grito limpio una mujer italiana de pelo cano. Parece que literalmente se ha tragado un altavoz. Habla a chillidos y su vozarrón, tosco y atronador, retumba entre los brazos de la piazza. Temo que me deje sordo antes de que León XIV aparezca por el balcón principal de la Basílica de San Pedro.

El reloj marca las 11.50 y un ejército de bandas populares, enroladas en el jubileo, procesionan por el perímetro. Una de ellas se abre paso entre las riadas de turistas y feligreses a ritmo de Umberto Tozzi. “Ti amo, ti amo, ti amo, ti amo, ti amo/ Dammi il tuo vino leggero/ Che hai fatto quando non c'ero/ E le lenzuola di lino/ Dammi il sonno di un bambino”, canturrea la multitud, dejándose llevar por el ritmo pegadizo.  (Te amo, te amo, te amo, te amo, te amo/ Dame tu vino ligero/ ¿Qué hiciste cuando no estaba?/ Y las sábanas de lino/ Dame el sueño de un niño).

Un miembro de una de las bandas de música popular en El Vaticano. | Francisco Carrión

Los últimos 'soldados' de la comitiva musical son mariachis comandados por un líder que, con sus plumas, su maquillaje y calavera, parece llegado de la selva, de ese “fine del mondo” (fin del mundo) con el que Jorge Bergoglio se presentó en esta misma plaza hace doce años. A unos metros, los templarios hacen de voluntarios de la organización del primer Regina Coeli de Robert Francis Prevost, el flamante Papa León XIV.

Un grupo de monjas. | F.C.

El Papa Bob: "¡Leone! ¡Leone!"

Pasado el mediodía, el nuevo Obispo de Roma asoma por el balcón central de la basílica. Estallan aplausos y vítores. “¡Leone! ¡Leone!”, repite la plaza como si la figura diminuta que amplifican las pantallas se tratase de un viejo rockero enfundado en una casulla blanca. En los periódicos italianos ya le llaman el 'Papa Bob'. El estadounidense de 69 años -40 de ellos vividos como misionero en Perú- responde entonando el Regina Coeli, la oración mariana que hasta Pentecostés sustituye al Ángelus. Son 25 segundos en los que la plaza enmudece.

Souvenirs con el rostro de León XIV. | Francisco Carrión

Pero la fiesta se reanuda poco después. Curas en rigurosas sotanas negras y gafas de sol -sacados del calendario romano- comparten espacio con unas latinoamericanas envueltas en la enseña arcoíris wiphala, el símbolo de los pueblos indígenas del Tahuantinsuyo, que abarca las regiones andinas de Argentina, Chile, Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia. De esos Andes que el nuevo pontífice conoce bien, a pie o a lomos de un burro, como le muestran las instantáneas que circulan estos días por las redes.

Un sacerdote en gafas de sol. | F.C.
Feligreses con reliquias. | Efe
El Papa León XIV este domingo desde el balcón de San Pedro. | Efe
El imitador del Papa | F.C.
Un hombre en túnica en la fachada del MacDonalds del Vaticano. | Efe

Bajo un sol de justicia, un peregrino italiano agradece el venticello (vientecillo) que de repente remueve el aire litúrgico, un turista se oculta de los rayos parapetado en un ejemplar del L'Osservatore Romano -el periódico de la Santa Sede- y una monja conversa animadamente con las cáscaras de un plátano entre sus manos. A unos metros, un puñado de banderas estadounidenses confirman lo que algunos vaticinan como la nueva moda en Roma: el desembarco de compatriotas del Papa animados por el hito de tener a un americano de Chicago -aunque de raíces italianas, francesas y españolas- como vicario de Cristo.

Banderas estadounidense en El Vaticano este domingo. | Efe

Saludos a Torrelodones, Valladolid y Granada

León XIV no defrauda a la expectación. En el Regina Colei, agradece la asistencia a peregrinos de Valladolid, Torrelodones y Granada: “Y ahora saludo con afecto a todos vosotros, romanos y peregrinos de diversos países. Saludo a los miembros de la British and Foreign Bible Society, al grupo de médicos de Granada (España), a los fieles de Malta, Panamá, Dallas (Texas), Valladolid, Torrelodones (Madrid), Montesilvano y Cinisi (Palermo). Saludo a los participantes en la manifestación «Elegimos la vida» y a los jóvenes de la Fraternidad Santa María Inmaculada y San Francisco de Asís de Reggio Emilia”, detalla. Y los aplausos vuelven a hacer presencia por el páramo.

Una anciana pide limosna. | F.C.

En las jornadas previas, los personajes más diversos han ido desfilando por los alrededores de San Pedro. A un joven que lleva años cantando la paz como llegado de Babel -"Salam, Shalom, Pace, Peace…”- le han salido competidores: una anciana que, encorvada y con un retrato de Francisco colgado en cuello, arrastra sus pies en busca de limosna -como si fuera un personaje escapado del rodaje de La grande bellezza-; o un imitador del nuevo pontífice que disfruta del baño de masas al ritmo de “Papapapa… americanoooo” mientras contonea sus caderas, con la cadencia de un souvenir. Además de la túnica beige se hace acompañar de un peluche de león en el bolsillo y se arropa con una bandera de barras y estrellas.

Por si alguien no se había percatado del personaje al que representa. Su actuación de gringo escogido por el espíritu santo solo resulta creíble hasta que abre la boca. “Non parlo inglese”, se disculpa cuando los turistas le asaltan a preguntas en inglés. Y, después, desaparece corriendo Via della Conciliazione abajo. Puro Sorrentino.

Un rosario de León XIV. | F.C.

Rosarios de León XVI a 10 euros

En los accesos a la plaza, algunos hacen el agosto en mayo. Un mercader ha instalado un puesto ambulante en el que vende los primeros rosarios con el rostro de León XIV pegado en el estuche. “Son 10 euros”, avisa. Y una mujer ni se lo piensa. Se arroja sobre ellos, como una aparición mariana. Se compra tres en un santiamén y deja el stock tirirando. Los de Francisco se despachan desde hace días a 10 euros el pack de 12 rosarios 'made in China'. 

Tras una semana de cobertura en el Vaticano, entre los prolegómenos de un cónclave con tintes esotéricos y los estertores de una elección “divina” con metraje cinematográfico, me da por preguntarme: “¿Qué pensarían de todo esto unos extraterrestres recién aterrizados en la tierra?”. 

Multitud en la Plaza de San Pedro. | Efe
Fieles leen El Observatorio Romano. | Efe
Otro uso es taparse del sol con un ejemplar. | F.C.

Mi ejercicio de tratar de abstraerme y observar la realidad humana -incluida la fe y sus misterios- desde algún lugar remoto y extraplanetario no obtiene una respuesta que me satisfaga. No sé discernir cuánto es sugestión colectiva y cuánto fervor sincero. Opto por lo más mundano: hace un domingo espléndido en una Roma abarrotada de turistas y de suculentos placeres -desde los Spaghetti alle vongole a los gelato al cioccolato e panna-, con la fragancia de los jazmines en flor y el color rosado de exuberantes buganvillas.

En este mayo de 2025, en una semana tontorrona de nubes, llovizna y sol intermitente, hasta el nuevo Papa parece invitar al dolce far niente. “Hoy se celebra en Italia y en otros países la fiesta de la madre. Envío un saludo afectuoso a todas las madres, con una oración por ellas y por las que ya están en el cielo. ¡Feliz fiesta a todas las madres! ¡Gracias a todos! ¡Feliz domingo a todos!”, concluye. Y las multitudes se desperdigan por las calles anejas. Felices y redimidas, gozosas y pícaras. El duelo acabó. Ahora sí the show must go on.