Es uno de los títulos más rentables de una ciudad. Al menos en Euskadi. Sin duda, se ha convertido en la mejor inversión ‘urbana’ que se recuerda. Ser capital, sale a cuenta en el País Vasco. Si no, que se lo pregunten a Vitoria. Desde que en 1980 las instituciones vascas le otorgaron esa condición, la ciudad ha visto cómo la implantación de organismos oficiales y la llegada de miles de funcionarios de la Administración vasca se han convertido en un revulsivo económico y urbanístico para la ciudad. Y no es el único. Desde hace trece años, también cobra por ello cantidades millonarias en forma de ‘canon de capitalidad’.

El importe ha ido en aumento a un ritmo trepidante. El llamado ‘canon’ que el Gobierno vasco paga cada año al Ayuntamiento de Vitoria ha pasado de los 4,4 millones con el que comenzó en 2012 a los 12,5 millones de euros que abonará durante los próximos años. Un incremento que sólo respecto al acuerdo anterior, cuando se fijó en 10 millones anuales, supone un aumento del 25%.

El reconocimiento de este canon fue un logro del alcalde Javier Maroto (PP). En 2012 logró que el Gobierno de Patxi López, al que apoyaron los populares, aprobara que anualmente el Gobierno vasco debería financiar al Consistorio vitoriano por las cargas que conllevaba asumir la capitalidad. Lo hizo con una partida de 4,4 millones, que pronto se elevó a 5 y que en tiempos del alcalde del PNV, Gorka Urtaran se incrementará a los 10 millones al año. Ahora, con la renovación alcanzada ayer el importe se sitúa en los 12,5 millones de euros anuales hasta 2028.  

12,5 millones anuales hasta 2028

Desde que se le reconoció el ‘canon de capitalidad’ en 2012, Vitoria ha percibido un total de 104,4 millones de euros. A ellos se sumarán otros 50 millones a lo largo de los próximos cuatro años. El Ayuntamiento de Vitoria venía reivindicando una actualización del canon al considerar que se había quedado desfasado al no actualizarse desde 2017, cuando pasó de 5 a 10 millones de euros.

Los 50 millones que en estos cuatro años percibirá la capital alavesa deberán estar destinados, según recoge el acuerdo alcanzado entre la alcaldesa Maider Etxebarria y el lehendakari Imanol Pradales, a financiar inversiones “estratégicas y singulares que refuercen la condición de capital institucional”. Entre los proyectos que el Consistorio ya ha anunciado que pagará con este ‘canon de capitalidad’ está la renovación del Iradier Arena en un espacio multiusos para grandes acoger eventos culturales, deportivos y congresuales, así como la rehabilitación de la histórica gasolinera Goya en el parque de La Florida.

En 2021 también la condición de capital de Madrid suscitó un debate a nivel nacional, si bien en sentido inverso. El entonces president de la Comunidad Valenciana, Ximo Puig, defendió que Madrid debía pagar un impuesto por los beneficios que obtenía por ser la capital del país. Consideraba que la capacidad de atracción de proyectos económicos que conllevaba suponía una ventaja y un beneficio respecto al resto de ciudades españolas.

45 años de la designación

Precisamente hoy se cumplen 45 años desde que el Parlamento Vasco le concediera a Vitoria la condición de capital de Euskadi. Lo recogió en la primera ley que aprobó la Cámara –cuando aún estaba instalada de modo provisional en el hoy palacio de la Diputación Foral de Bizkaia. Fue una de las primeras decisiones. Recién reinstaurada la democracia, Euskadi comenzaba a dar forma a su tejido institucional y a su ansia de autogobierno. Lo hacía con aspiraciones a que un día fuera algo más que una estructura autonómica. Y sobre todas ellas, había que designar una capital de Euskadi.

Sobre la mesa se plantearon varias opciones: Bilbao, Vitoria, Gernika o incluso Pamplona. Cada una tenía sus razones: el peso económico en el caso de la capital vizcaína, del pasado foral en el caso de la Villa bombardeada en 1937 o de la aspiración de una Euskal Herria con Navarra en la ‘candidatura’ de Pamplona. Todas decayeron. Bilbao gozaba ya de peso económico suficiente y Vitoria, mucho más pequeña y con menos músculo económico y social, aportaba una virtud y una necesidad. La primera, la ventaja de su ubicación al situarse casi a la misma distancia de Bilbao, San Sebastián y Pamplona. Y además, sobre ella pesaba la necesidad de tener que equilibrar el peso territorial de las tres grandes ciudades de los tres territorios del País Vasco. En 1980, con gobierno s Carlos Garaikoetxea, la primera ley del primer y provisional Parlamento vasco –antes de instalarse definitivamente en Vitoria- la designaría como la capital de Euskadi.

Aquella condición supuso que las instituciones autonómicas se instalaran en la ciudad alavesa, que las grandes infraestructuras de la Administración también lo hicieran y que tanto el Parlamento Vasco como la residencia oficial del lehendakari, Ajuria Enea, se asentaran en Vitoria. El crecimiento de la ciudad y las inversiones para adaptarla a su nueva labor como capital vasca no tardaron en percibirse. Vitoria ha sido la ciudad que más rápido ha crecido en estas últimas cuatro décadas. De los apenas 190.000 habitantes de 1980 ha pasado a los 257.000 en la actualidad.