Dinamarca ha dado un paso histórico al aprobar elevar la edad de jubilación a 70 años para 2040, la más alta de Europa.
Esta decisión, ratificada por el parlamento con 81 votos a favor, afectará a quienes nacieron después de 1970 y forma parte de una reforma iniciada en 2006 que vincula la edad de retiro a la esperanza de vida.
El sistema danés, diseñado para garantizar la sostenibilidad de las pensiones, revisa cada cinco años el ajuste demográfico, lo que ya ha generado protestas entre sindicatos y trabajadores físicos que cuestionan su capacidad para laborar hasta los 70.
España, mientras tanto, avanza hacia un escenario similar. La edad efectiva de jubilación superó por primera vez los 65 años en 2023 (65,1 años), y la normativa actual establece un aumento progresivo hasta los 67 años en 2027, con opciones de retirarse a los 65 si se acumulan 38 años y 3 meses de cotizaciones.
No obstante, la OCDE advierte que las reformas recientes, aunque aumentan ingresos mediante cotizaciones más altas, solo cubren parcialmente el gasto adicional derivado de la indexación con la inflación.
Este organismo proyecta que el déficit del sistema español podría alcanzar el 1,1% del PIB en 2050, una señal de que el modelo actual podría requerir ajustes inspirados en el caso danés.
La conexión entre ambos países radica en los desafíos demográficos compartidos. Dinamarca, con una esperanza de vida de 83,7 años para mujeres y 79,9 para hombres, ha optado por medidas drásticas para equilibrar años trabajados y de pensión.
España, donde la esperanza de vida ronda los 83 años, enfrenta presiones similares: el envejecimiento poblacional ejercerá una presión adicional del 3,5% sobre el PIB en gasto pensionista para 2035.
Ambos sistemas buscan fórmulas para mantener la viabilidad, aunque con enfoques distintos: Dinamarca prioriza la indexación automática, mientras España combina extensiones graduales de la edad legal con incentivos para prolongar la vida laboral.
Sin embargo, el modelo danés no está exento de críticas. El primer ministro Mette Frederiksen admitió que el sistema automático es insostenible a largo plazo y propone negociar un esquema más equitativo antes de 2030.
En España, el debate se centra en cómo equilibrar la protección social con la realidad de trabajos físicamente exigentes, un tema que ya ha generado tensiones en países como Francia.
Dinamarca marca un precedente que España podría emular parcialmente. Aunque el contexto sociolaboral español exige matices —como mayor flexibilidad para profesiones manuales—, la tendencia hacia jubilaciones más tardías parece inevitable. La clave estará en diseñar sistemas que combinen sostenibilidad financiera con equidad, aprendiendo tanto de los aciertos como de los errores del modelo nórdico.
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