La Armada española quiere subir de nivel. Y para ello ha encargado a Navantia un estudio de viabilidad para construir el que sería el primer portaaviones convencional español de la historia, que podría operar hasta 30 aviones de combate de última generación.

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Hasta ahora, España ha contado con buques como el ‘Príncipe de Asturias’ y el ‘Juan Carlos I’, el mayor barco de guerra construido hasta el momento en nuestro país, que permitían que los aviones despegaran únicamente de forma vertical, algo que pocos modelos pueden hacer. En el nuevo portaaviones, en cambio, lo harían de manera convencional, rodando por la pista.

El proyecto aún está en fase inicial, pero formaría parte del plan de renovación de la flota que la Armada pretende acometer hasta mediados de la década de 2030. Aún hay poca información sobre cómo sería ese futuro barco español, pero sí se sabe que el modelo que la Armada tiene como referencia es el portaaviones francés Charles de Gaulle, actualmente el buque insignia de la Marine nationale francesa.

El Charles de Gaulle (R91) es el único portaaviones propulsado por energía nuclear en servicio fuera de Estados Unidos, y un referente en Europa en cuanto a tecnología, autonomía y capacidades de combate. Francia lo puso en servicio en 2001, tras casi una década de construcción, y desde entonces ha estado involucrado en múltiples operaciones militares internacionales, desde la intervención en Afganistán hasta las misiones contra el Dáesh en Oriente Medio.

Se trata de un buque de guerra de 261 metros de eslora, 64 metros de manga y 75 de altura, capaz de desplazar más de 42.000 toneladas a plena carga y de alcanzar velocidades de hasta 27 nudos gracias a su propulsión nuclear. La versión española, en caso de salir adelante, sería de propulsión convencional, aunque el resto de sus capacidades serían muy parecidas a las del barco galo.

A bordo del Charles de Gaulle operan habitualmente entre 30 y 40 aeronaves, incluidos cazas Rafale M, aviones de alerta temprana E-2C Hawkeye y helicópteros. El sistema de lanzamiento de aeronaves se basa en catapultas a vapor de tipo C13-3, similares a las que han utilizado históricamente los portaaviones estadounidenses. Esto le permite lanzar aviones con mayor carga de combustible y armamento que los sistemas de despegue vertical o corto utilizados, por ejemplo, en los buques españoles.

Un símbolo de poder

Otra de las grandes ventajas del Charles de Gaulle es su autonomía operativa. Y es que su sistema de propulsión nuclear -basado en dos reactores K15& le permite navegar durante cinco años sin necesidad de repostar combustible, lo que multiplica su capacidad de presencia sostenida en zonas alejadas del territorio nacional. Esta característica ha hecho del portaaviones francés una herramienta estratégica esencial para la política exterior de Francia, permitiéndole proyectar poder en escenarios de operaciones como Libia, Siria, el Golfo Pérsico o el océano Índico sin depender de bases cercanas.

Además de su poder militar, el Charles de Gaulle también ha cumplido un importante papel diplomático. En múltiples ocasiones ha servido como plataforma de operaciones conjuntas con otras marinas aliadas, y su presencia en ciertas regiones ha sido utilizada como un mensaje político claro por parte del Elíseo.

"El portaaviones permite a Francia consolidar su credibilidad militar y estratégica. Ejerce una coerción tanto directa como indirecta. Esta coerción indirecta a veces es suficiente. La mera presencia del portaaviones, gracias a su efecto disuasorio, puede bastar para lograr el efecto deseado", recoge un informe del Senado francés, que asegura que este buque "junto con la disuasión nuclear es uno de los atributos que permite a Francia mantener su estatus como miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas".

Uno de los objetivos del estudio encargado por Defensa será precisamente valorar si España debe apostar por un diseño más ambicioso y cercano al modelo francés o si, por el contrario, conviene desarrollar un buque adaptado a las capacidades logísticas e industriales actuales del país. En cualquier caso, la elección del Charles de Gaulle como inspiración no es casual: representa un modelo europeo probado, operado por un aliado cercano, con décadas de experiencia acumulada y que ha demostrado ser una herramienta efectiva tanto en términos militares como geopolíticos.

Francia ya está trabajando en un buque que reemplace al Charles de Gaulle dentro de algunas décadas. Pero para España contar con un portaaviones similar supondría un salto cualitativo para la Armada y para toda la industria de defensa nacional, en un momento donde precisamente Europa quiere aumentar su soberanía estratégica y sus capacidades propias.

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