"It’s twelve noon in London, 7 a.m. in Philadelphia, and around the world it’s time for Live Aid". Con estas palabras del locutor Richard Skinner arrancaba, hace exactamente cuarenta años, el mayor concierto de rock simultáneo de la historia. Eran las doce del mediodía del 13 de julio de 1985 en Wembley, las siete de la mañana en el estadio JFK de Filadelfia. Durante más de dieciséis horas, más de 70 artistas de primera fila se sucedieron sobre dos escenarios a ambos lados del Atlántico, en una retransmisión que alcanzó a unos 1.900 millones de personas en 150 países, el 40 por ciento de la población mundial de entonces. Nunca antes la música popular había aspirado a tanto, inaugurando una época de grandeza e impacto inigualables. El pretexto: paliar el hambre en el cuerno de África.

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La chispa fue un reportaje de la BBC emitido en octubre de 1984. En él, el periodista Michael Burke mostraba con crudeza las consecuencias de la hambruna que devastaba Etiopía desde 1983. "Lo más parecido al infierno en la Tierra", dijo. Las imágenes, reproducidas sin cortes incluso en televisiones estadounidenses, sacudieron las conciencias. Una de ellas fue la de Bob Geldof.

El cantante irlandés de The Boomtown Rats llamó a su amigo Midge Ure, de Ultravox. En 24 horas compusieron una canción navideña de caridad, "Do They Know It's Christmas?" (¿Saben ellos que es navidad?), que grabaron el 25 de noviembre de 1984 con un supergrupo de estrellas británicas (Sting, Phil Collins, Bono, George Michael, Boy George). En una semana se vendió un millón de copias.

El éxito de Band Aid inspiró USA for Africa, la versión estadounidense impulsada por Harry Belafonte con la producción de Quincy Jones y la canción "We Are the World", escrita por Michael Jackson y Lionel Richie. La madrugada del 28 de enero de 1985, aprovechando la gala de los American Music Awards, Richie logró reunir más estrellas que en el cielo en los estudios de la discográfica A&M en Hollywood en una sesión maratoniana que ha quedado para la historia.

Un precedente menos conocido fue el concierto EAT (East African Tragedy), celebrado en Melbourne en enero de 1985 por iniciativa de un vendedor de muebles, Bill Gordon, que logró reunir a figuras como INXS, Icehouse o Australian Crawl y recaudar 1,2 millones de dólares. Aunque sin conexión directa, anticipó el espíritu de Live Aid.

De la emoción de Boy George a la ambición de Geldof

En diciembre de 1984, durante el último concierto de la gira de Culture Club en Wembley, Boy George contó con todo el elenco de Band Aid para interpretar "Do They Know It's Christmas?". Conmovido por la energía del momento, propuso a Geldof organizar un concierto benéfico global. Geldof tomó la idea y la llevó al extremo: un evento simultáneo retransmitido por televisión a todo el planeta. En pocos meses, junto a Midge Ure y los promotores Harvey Goldsmith (Reino Unido) y Bill Graham (EEUU), lo hicieron posible. Wembley fue la sede británica; el JFK Stadium de Filadelfia, la estadounidense. El productor Tony Verna consiguió el estadio gracias a su amistad con el alcalde Wilson Goode.

La lista de artistas fue creciendo con faroles y tácticas de presión. Geldof decía a Elton John que Bowie y Queen ya estaban dentro, y luego llamaba a Bowie diciendo lo mismo de Elton. Funcionó. Tocaron todos: Queen, U2, David Bowie, Madonna, Dire Straits, Tina Turner, The Who, Led Zeppelin, Paul McCartney, Bob Dylan... Pese a todo hubo ausencias notables. Michael Jackson declinó por estar trabajando en su disco Bad. Bruce Springsteen, recién casado y agotado por su gira, subestimó la magnitud del evento. Stevie Wonder se retiró porque consideraba que no había suficientes artistas afroamericanos en el cartel. Y Boy George, inspirador inicial, se ausentó por problemas personales.

Algunas bandas se reunieron para la ocasión. The Who volvió tras su gira de despedida de 1982. Black Sabbath se subió al escenario con resaca y sin ensayar. Los Beatles no llegaron a juntarse. Aunque Paul McCartney sí participó, y se habló de la posibilidad de que Ringo Starr y George Harrison se sumaran –incluso de que Julian Lennon tomara el lugar de su padre–, nada de eso sucedió. En cuanto a Led Zeppelin, protagonizó lo que muchos consideran la peor reunión de su historia: problemas vocales de Plant, guitarra desafinada de Page y desastrosa batería invitada de Phil Collins.

El confundador de Genesis fue uno de los protagonistas del doble evento: fue el único artista que actuó en ambos recintos. Después de interpretar "Against All Odds" y "In the Air Tonight" en Wembley, Phil Collins tomó un helicóptero al aeropuerto de Heathrow, allí el Concorde a Nueva York y, finalmente, otro helicóptero a Filadelfia, donde acompañó a Eric Clapton y a Led Zeppelin e interpretó sus mismas dos canciones. "Esta tarde estaba en Inglaterra. Qué mundo tan curioso", bromeó desde el escenario.

Los 20 minutos de oro de Queen

Wembley abrió con Status Quo tocando "Rockin' All Over the World". Filadelfia comenzó horas después. Entre medias, una odisea logística sin precedentes, con problemas de sincronización de audio entre televisión y radio, y cobertura desigual en EEUU (ABC y MTV emitieron con anuncios y saltos).

Probablemente la actuación más recordada sea la de Queen. En apenas 21 minutos, Freddie Mercury, Brian May, Roger Taylor y John Deacon ofrecieron una lección de presencia escénica, conexión con el público y dominio del repertorio. Su set fue conciso y demoledor: "Bohemian Rhapsody", "Radio Ga Ga", "Hammer to Fall", "Crazy Little Thing Called Love", "We Will Rock You" y "We Are the Champions". La secuencia fue diseñada como una sucesión de cimas, sin pausas ni relleno, con Mercury dirigiendo a las 72.000 personas en Wembley como un director de orquesta del pop.

Un detalle técnico contribuyó a magnificar su impacto: Trip Khalaf, ingeniero de sonido de Queen y contratado también por Live Aid, subió el volumen de la actuación por encima de los niveles acordados con la BBC, haciendo que sonara mucho más potente que las bandas anteriores. Tras su set, Khalaf volvió a bajar los niveles. Nadie se quejó.

La actuación de Queen fue votada en 2005 como la mejor en la historia del rock en vivo. Fue el momento en que Freddie Mercury consolidó su estatus de icono planetario, sin disfraces, con camiseta blanca de tirantes, vaqueros y un bigote de acero. Sin efectos, sin humo. Solo su voz, su piano y su forma de moverse como si supiera que ese era su momento.

Desfile de estrellas

U2 ofreció una de las actuaciones más emocionales de la jornada. Aunque solo tocaron dos canciones, "Sunday Bloody Sunday" y "Bad", esta última se extendió a más de doce minutos cuando Bono bajó del escenario para bailar con una joven del público, a la que ayudó a salir del apretado tumulto. Años después, Kalayna Kiff contó que fue "un momento de terror y éxtasis". Bono pensó que había arruinado el concierto, pero para muchos fue uno de los gestos más humanos y espontáneos del día.

David Bowie eliminó "Five Years" de su repertorio para dar paso a un video con imágenes de la hambruna etíope mientras sonaba "Drive" de The Cars. Su actuación incluyó "TVC15", "Rebel Rebel", "Modern Love" y "Heroes", esta última interpretada como un manifiesto generacional. Bowie dio un concierto vibrante, y su entrega fue leída como un acto de compromiso sincero, más allá del postureo caritativo.

Madonna, una de las pocas mujeres en el cartel –junto con Chrissie Hynde de Pretenders, Sade o Tina Turner–, cantó "Holiday" y "Into the Groove" en Filadelfia. En plena polémica por la publicación de fotos suyas desnuda en Playboy, lanzó un dardo desde el escenario: "No me quitaré la chaqueta, el mundo ya ha visto bastante de mi cuerpo últimamente". Fue uno de los momentos más citados del evento y contribuyó a consolidar su imagen como estrella pop capaz de combinar provocación y control.

Paul McCartney cerró Wembley con "Let It Be". Su micrófono falló durante la primera mitad de la canción, por lo que fue salvado por los coros improvisados de Bowie, Pete Townshend y Alison Moyet, que le acompañaban sobre el escenario. "Fue desastroso… pero emotivo", resumió él mismo después.

Elton John ofreció un set enérgico que incluyó "Rocket Man", "Bennie and the Jets" y "Don’t Let the Sun Go Down on Me", esta última interpretada con Kiki Dee y con la participación sorpresa de George Michael. Para muchos fue un simbólico traspaso de testigo entre dos generaciones de la música británica. Elton diría luego: "Me sentí muy honrado de formar parte del momento musical más importante de nuestra generación".

En uno de los duetos más recordados, Mick Jagger y Tina Turner cantaron juntos "State of Shock" y "It’s Only Rock and Roll". En medio de la interpretación, Jagger le arrancó la falda a Tina en un gesto que fue celebrado por algunos y hoy es cuestionado. Tina Turner, con su habitual mezcla de humor y temple, dijo después: "No sabía si reírme o darle una bofetada".

Donad, malditos

A las siete horas de emisión en Londres, Geldof se desesperó al saber que apenas se habían recaudado 1,2 millones de libras. Irrumpió en la retransmisión con David Hepworth y soltó su célebre exabrupto, muchas veces citado erróneamente: "Fuck the address, let's get the numbers". A partir de ahí, las donaciones se dispararon a un ritmo de 300 libras por segundo. Los informes posteriores al evento indican que se recaudaron entre 40 y 50 millones de libras, aunque las estimaciones actuales calculan en 150 millones el impacto total destinado a la ayuda contra el hambre. La mayor donación individual, de un millón, la hizo el jeque Rashid bin Saeed Al Maktoum de Dubái. Irlanda, en plena recesión, fue el país que más donó per cápita.

Con el tiempo llegaron las críticas. Se cuestionó si parte del dinero acabó en manos del régimen etíope de Mengistu Haile Mariam, que según algunas fuentes lo usó para comprar armas a la URSS. Médicos sin Fronteras advirtió de esta posibilidad y acabó desvinculándose de la operación. Los periodistas Bill O'Reilly y David Rieff argumentaron que la ayuda debió canalizarse a través de ONG y no de "naciones caóticas". Bono, que también participó en Band Aid, respondió a los críticos: "Es mejor arriesgarse a que algo del dinero caiga en malas manos que no hacer nada por miedo a que te lo roben".

También hubo reproches en cuanto a la representación mediática de África: infantilizada, homogeneizada, sin agencia. Moi Makura, directora ejecutiva de Africa No Filter, recogió la crítica de quienes consideran que Live Aid contribuyó a cimentar la llamada "industria de salvar África", perpetuando una narrativa de dependencia que debilita la construcción de alianzas equitativas.

Un hito único

Live Aid no solo recaudó dinero: inauguró una era en la que las celebridades se convirtieron en activistas y la música en plataforma de movilización global. Cuarenta años después, el modelo se ha erosionado, pero su impronta persiste. En 2005, Geldof y Ure intentaron reeditar el espíritu con Live 8. Hubo diez conciertos simultáneos y una ambición política: presionar al G8 para condonar la deuda externa de los países pobres. Fue masivo, pero no fue lo mismo. En 2007, Al Gore organizó Live Earth para concienciar sobre el cambio climático. Geldof lo criticó: "No tiene un objetivo concreto".

La percepción de Live Aid ha cambiado con el tiempo. Lo que entonces fue una gesta colectiva hoy se mira también con lupa crítica. Pero la memoria no se borra. En una encuesta de la BBC a oyentes que vivieron aquel día, muchos recordaban con emoción exacta el momento en que vieron a Freddie Mercury abrir los brazos, a Bono bajar al público o a McCartney ser rescatado por sus amigos. No fueron sólo canciones. Fue una coreografía emocional compartida por millones de personas.

Cuarenta años después, Live Aid sigue siendo un hito único: imperfecto, ingenuo, titánico. El día en que la música pop se creyó capaz de salvar el mundo. Y casi lo logra. Como dijo Geldof: "Tomamos un problema que no estaba en la agenda política y, a través de la lengua franca del planeta, que no es el inglés sino el rock and roll, logramos conmover al mundo".

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