El lunes se publicó el informe El Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo (SOFI 2025) de Naciones Unidas, que ha vuelto a recordarnos una realidad tan dolorosa como evitable: millones de personas siguen pasando hambre. En 2024, 673 millones de personas —el 8,2% de la población mundial— se enfrentaron al hambre. Aunque esto representa una leve mejora respecto al año anterior, 96 millones más de personas sufren hambre crónica que en 2015, cuando se adoptó la Agenda 2030.
Pero hoy no quiero hablar solo de cifras. Quiero hablar de soluciones. Porque el hambre tiene solución. Lo sabemos. Lo hemos demostrado. Y lo seguimos haciendo cada día.
Hambre, conflicto y el rostro desigual del hambre
Detrás de esta ligera mejora global, se esconden profundas desigualdades regionales. En África, el hambre sigue aumentando: uno de cada cinco africanos —más de 306 millones de personas— no tiene acceso suficiente a alimentos. Y si no actuamos con urgencia, en 2030, el 60% de las personas desnutridas del mundo vivirán en África. Además, los datos actuales no reflejan aún el impacto de los recortes en la ayuda humanitaria y al desarrollo que están ocurriendo en todo el mundo. Estos recortes, si no se revierten, tendrán consecuencias devastadoras a medio y largo plazo.
Un claro ejemplo es Gaza, donde el año pasado el 100 % de la población sufrió niveles extremos de inseguridad alimentaria
Por otro lado, el conflicto continúa siendo una de las principales causas de hambre en el mundo. Un claro ejemplo es Gaza, donde el año pasado el 100 % de la población sufrió niveles extremos de inseguridad alimentaria. De igual manera, en Sudán, escenario de la peor crisis humanitaria actual tras más de dos años de conflicto, la ONU ha declarado la hambruna por primera vez en siete años en el campamento de Zamzam, con otras diecisiete zonas en riesgo. La realidad es innegable: donde hay guerra, el hambre se vuelve un arma silenciosa que castiga a los más vulnerables.
La inseguridad alimentaria afecta ya a 2.300 millones de personas, el 28% de la población mundial. Una de cada 3 personas en el mundo no tiene acceso regular a alimentos adecuados, y muchas han pasado días enteros sin comer. Las mujeres siguen siendo las más afectadas: la brecha de género en el acceso a la alimentación ha aumentado, y más del 30% de las mujeres entre 15 y 49 años sufren anemia.
La diversidad en la dieta también es alarmante. En 2025, se ha aprobado un nuevo indicador global para medir la diversidad alimentaria mínima. Los datos muestran que solo un tercio de los niños pequeños y dos tercios de las mujeres alcanzan esta diversidad mínima, con África en los niveles más bajos.
Pero a pesar de que las cifras globales del hambre se han rebajado, no hemos avanzado lo suficiente en esta lucha debido múltiples factores como las crisis climáticas, las desigualdades crónicas, la pobreza o los conflictos, que siguen causando inseguridad alimentaria y falta de acceso a una alimentación adecuada en muchas partes del mundo. Debemos redoblar nuestros esfuerzos en la prevención, fortaleciendo sistemas alimentarios sostenibles, reduciendo la desigualdad y mejorando el acceso humanitario a las comunidades afectadas por conflictos.
Innovación contra el hambre
No todo son malas noticias. Gracias a innovaciones como el RUTF (alimentos terapéuticos listos para usar), más del 80% de los casos pueden tratarse de forma ambulatoria. Y gracias a modelos de intervención que adaptan los servicios básicos de nutrición e involucran a las comunidades para hacerlos accesibles a cualquier punto del planeta (ICCM+) llevando la salud donde antes no llegaba nadie.
La tecnología también está de nuestro lado. Herramientas como SAM Photo, una app que detecta la desnutrición a partir de una simple foto del brazo del niño, están revolucionando el diagnóstico en zonas remotas. Con un teléfono móvil, cualquier persona puede salvar una vida.
Pero no basta con curar. Hay que prevenir. Por eso trabajamos también en acceso a agua potable, seguridad alimentaria, medios de vida, educación nutricional y resiliencia climática. Porque el hambre no es solo falta de comida: es pobreza, desigualdad, conflicto, desplazamiento, cambio climático. Y combatirlo requiere una respuesta integral.
El hambre es el resultado de decisiones humanas y, por tanto, puede revertirse con decisiones humanas
En este enfoque preventivo, Acción contra el Hambre ha impulsado la aprobación de la resolución 2417 del consejo de seguridad y desde 2018 ha liderado iniciativas como la Coalición contra el Hambre y Conflicto para reforzar tanto la vigilancia y acción política ante el uso del hambre como arma de guerra, como la contribución de la seguridad alimentaria para construir la paz.
El informe SOFI 2025 nos muestra, una vez más, que el hambre persiste. No obstante, también debe recordarnos que no es inevitable. Es el resultado de decisiones humanas y, por tanto, puede revertirse con decisiones humanas.
Compromiso y acción frente al hambre
Desde Acción contra el Hambre sostenemos que es fundamental prevenir el hambre abordando los factores políticos que la impulsan, incluidos los conflictos, el cambio climático y la desigualdad de género. Necesitamos fortalecer la producción local de alimentos y abordar las consecuencias de la volatilidad de los mercados, garantizando el acceso a los insumos agrícolas y a los alimentos nutritivos.
Es fundamental prevenir el hambre abordando los factores políticos que la impulsan, incluidos los conflictos, el cambio climático y la desigualdad de género
Es necesario acelerar la acción climática, garantizando que las comunidades menos responsables de esta crisis reciban los fondos para adaptarse. También debemos cambiar las normas sociales y leyes que hacen que mujeres y niñas sean las últimas en comer y las que menos reciben. Los gobiernos deben implementar políticas y asignar presupuestos para lograrlo.
En nuestra organización llevamos tres décadas salvando vidas. Pero no lo hemos hecho solos. Lo hemos hecho con personas que creen, como nosotros, que ningún niño debería morir por falta de alimento. Personas que saben que el hambre no es una condena, sino un desafío. Y que los desafíos, cuando se enfrentan con compromiso, innovación y solidaridad, se pueden superar.
Manuel Sánchez-Montero es director general de Acción contra el Hambre
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