Con las elevadas temperaturas del verano, o durante una ola de calor, las personas buscan la manera de refrescarse o eliminar la sensación térmica. Con temperaturas que superan los 40 grados, como es habitual en ciudades como Sevilla, Zaragoza o Badajoz, reducir la sensación de calor se vuelve una necesidad. Ahora bien, algunas prácticas que parecen evidentes e inofensivas, como ducharse con agua fría, pueden ser contraproducentes. Lejos de este alivio tan deseado, puede desestabilizar más la auto autorregulación del cuerpo y provocar el efecto contrario.
Ducharse con agua fría
En el momento en que el agua fría contacta con la piel que ha estado sometida a condiciones de calor extremo, el cuerpo interpreta esa brusca bajada de temperatura como una amenaza para el organismo. A partir de ahí se pueden activar mecanismos internos que a la larga llevarán a generar más calor, elevando la temperatura del cuerpo en lugar de bajarla. El enfriamiento brusco genera que los vasos sanguíneos se contraigan y, por tanto, se impida la disipación del calor deseado.
Por qué se produce más calor
La sensación de frescor que uno tiene en el momento de salir de una ducha fría no dura mucho tiempo, ya que se produce un efecto rebote. El organismo, en su lucha por mantener una temperatura estable, reacciona haciendo que la circulación interna aumente de manera considerable, generando calor extra en nuestro cuerpo. Se produce una mayor sudoración y malestar pasados unos minutos. Además, lejos de ayudar a descansar, esta práctica puede suponer un conflicto con el ciclo natural del sueño, especialmente por la noche.
Alternativas a la ducha fría
La ducha tibia o ligeramente caliente es la que hace que los vasos sanguíneos se dilaten y, por tanto, es la que favorece la pérdida de calor corporal. Esta reacción fisiológica favorece la circulación, y al mismo tiempo acomoda el cuerpo y lo ayuda a liberar parte de la temperatura acumulada. El resultado será una sensación de frescor más duradera y se producirá un incremento del bienestar térmico que obtenemos tras salir de la ducha.
Cómo facilitar el sueño
Darnos una ducha templada es una de las mejores maneras que hay para llegar a dormirnos. El enfriamiento de la temperatura favorece a que el cuerpo alcance su temperatura natural, lo cual supone una señal para el cuerpo, y puede comenzar a entrar en el proceso de descanso. Es una ducha que, además de refrescar, mejorará el proceso del sueño en las noches de calor.
Ducha con calor extremo
En los días en los que los termómetros se disparan, pasar del calor intenso a bajas temperaturas supone someter al cuerpo a un estrés térmico nada beneficioso, que incluso puede afectar repentinamente en el estado de salud en personas sensibles o con problemas de circulación. Es conveniente mantener la temperatura templada o caliente e ir reduciéndola poco a poco.
Duración y frecuencia de la ducha
Cuando hay temperaturas muy elevadas, las duchas deben ser lo más cortas posibles y en el momento de menor calor, ya sea al amanecer o al caer el día. De esta forma evitamos incrementar la humedad ambiental y mejoramos la eficacia de la reducción de la temperatura corporal de nuestro organismo. La ducha debe acompañarse, además, de ropa ligera, buena hidratación y ventilación en el hogar, para que no sintamos los efectos del calor una vez salimos de la ducha.
Así que ya lo sabes, es mejor no darse una ducha con agua muy fría cuando haya temperaturas extremas, ya que puede haber un efecto rebote que nos proporcione mayor temperatura y además puede ser contraproducente para la salud. Ajustando la temperatura del agua poco a poco, se pueden combatir las altas temperaturas de forma más eficaz y segura.
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