"¿Pero quién coño lee The Economist en España?", debió pensar el presidente mientras ultimaba los preparativos para marcharse tres semanas de vacaciones a La Mareta (Lanzarote). No. Agosto no ha empezado bien para Pedro Sánchez. A la petición abierta y bien argumentada del semanario británico, que leen la mayoría de los hombres influyentes de Europa y América, de que dimita y convoque elecciones ya, se ha sumado el informe del Grupo de Estados Contra la Corrupción (Greco) del Consejo de Europa recordándole al gobierno que no ha cumplido de manera completa ninguna de las 19 recomendaciones que le hizo en 2019.
Relativizar la importancia de lo que publican los medios de comunicación no es nuevo. Pongo como ejemplo el caso de Juan Antonio Samaranch. Cuando era presidente del Comité Olímpico Internacional (COI) saltó el escándalo de los juegos de invierno de Salt Lake City (2002). A partir de 1999, algunos diarios, fundamentalmente norteamericanos, comenzaron a publicar las evidencias de los sobornos a miembros del COI para granjearse sus votos. Una mañana, muy temprano, el asesor de prensa de Samaranch le llamó alarmado: un periódico español daba ya su nombre como implicado en el caso. "¿Va en la portada?", le preguntó el presidente del COI. "No. Va en las páginas de deportes". "Entonces no te preocupes", tranquilizó Samaranch a su ayudante.
Ya comentamos en esta columna que el presidente le dedicó sólo dos minutos a la corrupción en su discurso de balance de año. Un día después, el Supremo abocaba al banquillo al Fiscal General del Estado por revelación de secretos. Pero, ¿por qué preocuparse si, finalmente, puede haber un recurso al Constitucional que podría, como ya sucedió con los ERE, corregir una sentencia del Supremo?
España lleva una mala temporada en la liga de la corrupción. Según el último informe de Transparencia Internacional (2024) sobre el Índice de Percepción de la Corrupción, España perdió diez puestos en relación a la posición que ocupaba en 2023, cayendo por debajo de países como Ruanda o Chequia. Cuando salga el informe de 2025 bajamos a segunda. Seguro.
La corrupción ayuda a medir la calidad democrática de un país. Pero hay más cosas, además de la corrupción, que ponen en evidencia si se avanza o se retrocede en los estándares democráticos. Por ejemplo, cuestionar las decisiones del Tribunal Supremo no puntúa en el ranking de la corrupción, pero, sin duda, supone un menoscabo de la separación de poderes que afecta a la calidad democrática. Tampoco ayuda a fortalecer el sistema de chequeo de lo poderes públicos arremeter contra los medios críticos, castigando a los "malos" sin publicidad. Por no hablar de las críticas de algunos cargos públicos a los informes que hace la policía judicial (ahora le ha tocado a la UCO) en su labor investigadora.
Sánchez ha institucionalizado una particular moral de situación, que justifica todo lo que le favorece a él y a su partido
La corrupción aflora cuando la calidad democrática se deteriora peligrosamente. Es como la fiebre: indica que algo no va bien. Al final, la corrupción termina siendo juzgada por los tribunales, aunque sea bajo presión. Pero el deterioro de la democracia se va imponiendo paso a paso. A veces, sin que se note. Al contrario de lo que ocurre con la economía, en la que se puede medir el PIB, el paro, la inflación, el déficit...no hay medidor democrático. Uno siempre puede manejar los datos a su antojo, como hizo esta semana el presidente, pero hay unos elementos a los que agarrarse. Sin embargo, no hay una medida de calidad democrática, un índice que nos diga cómo de bien o de mal anda la salud del Estado de Derecho.
Ese deterioro va a costar lustros recomponer. Unas elecciones ayudarán, pero no son suficiente.
El problema radica en que Sánchez ha institucionalizado una especie de moral de situación, que justifica todo lo que le conviene a él y a su partido. Lo tuvo claro desde el principio, desde que compitió en las primarias y no tuvo empacho en hacer la vista gorda a los votos falsos. No es casualidad que sus tres mosqueteros, ya antes de hacerse con la secretaría general del PSOE, fueran Ábalos, Cerdán (en la prisión de Soto del Real) y Koldo.
Enternece escuchar al asesor del ex ministro de Fomento presentándose a sí mismo como un hombre bueno. A él, como cuenta Irene Dorta en su crónica, todo el mundo le pedía favores. Como al Gitanito Antón de Peret, al que todo el mundo camelaba; o a Juan Guerra cuando tenía un despachito anejo a la Delegación del Gobierno en Andalucía (Sevilla), donde recibía desde un guitarrero a un enterrador, que acudían a él pidiéndole amparo.
Koldo es el Sancho Panza de la corrupción, cuyo Quijote, Ábalos, tal vez le prometió una ínsula de Barataria para recompensar sus fatigas, y ahora ve atónito esfumarse su sueño.
No hay en ninguno de ellos un ápice de complejo de culpa. Porque ellos han actuado siempre a favor de obra, a favor de Sánchez. Por eso no se explican lo que les está pasando.
No me parece Koldo una mala persona; más bien parece una pobre víctima, un aprovechategui machista. Sólo hay que repasar los audios (recogidos en un informe de la UCO) en los que reclama un puesto de trabajo para él o para su mujer -sin tener que acudir a la oficina, por supuesto- para comprobar con qué poco se conformaba. Algo que le reportara unos 1.200 euros al mes. En fin, una propina para alguien que ha visto desfilar bajo sus narices millones de euros generados por la maquinaria de las concesiones y las compras de material a empresas que pagaban comisiones.
Ese ambiente de podredumbre, de falta de respeto a las normas, a las mujeres y a la ética más elemental es lo que estamos viendo desde hace meses. No hace falta que los ministros o los secretarios de Organización del PSOE hayan leído a Heidegger o a Jean Paul Sartre, ni siquiera a Maquiavelo. Es más sencillo y se explica en una sola frase: el fin justifica los medios.
2 Comentarios
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hace 5 horas
Después de tantos años que parecía usted otro distinto al de entonces, últimamente cada dia me recuerda mas usted a cuando era colega/subordinado de P J Ramirez y montaban con la encomiable ayuda de F J Losantos sus teorías del 11M.
hace 6 horas
Es igual lo que diga The Economist, el GRECO o… Felipe González. Pedro Sánchez no se va a mover de su posición ni un milímetro. Va a aguantar como Presidente del Gobierno hasta el 2027 como sea. Y no solo eso, el va seguir de Secretario General de su partido todo lo que pueda. Necesita más que el comer, tener el poder y el control de todos esos que le protegen y le custodian, como si les fuese la vida: Montero, Bolaños, los Óscar, el Pachi, etc,etc. El sabe mejor que nadie que todos esos acólitos serán los primeros que dirán, en el mismo momento que deje de ser su jefe; » no sé de quien me está Ud hablando».
En permanecer le va la vida.