En plena escalada del precio de la vivienda —que ha subido un 34,6% desde 2019 y un 12,2% solo en el último año—, la demanda sigue disparada. En 2024 se realizaron 716.600 ventas, un 11,7% más que el año anterior, y las inversiones en el sector residencial se han disparado un 87% entre 2020 y 2024, impulsadas por un contexto económico favorable. En paralelo, casos recientes de corrupción han agitado el panorama político, recordando que las redes de poder siguen siendo un riesgo latente para la credibilidad de las instituciones. No obstante, si Francisco Gómez de Sandoval-Rojas y Borja, más conocido como duque de Lerma, viviera hoy; se reiría de todos ellos, tanto de los inversores como de los corruptos. Los consideraría simples amateurs.
Lerma logró multiplicar por trece su patrimonio. Pasó de ingresar 20.000 ducados al año en 1585 a 150.000 en 1613, y para 1616, ya disfrutaba de la renta más alta de la Península, entre 200.000 y 300.000 ducados anuales. El duque supo rentabilizar su influencia política sobre Felipe III (1598-1621) para trasladar a su conveniencia la capital del reino y, durante este periodo, comprar terrenos a precios muy bajos, transformando su posición en una operación financiera extraordinariamente lucrativa.
Si al rey francés Luis XIV (1643-1715) se le atribuye —aunque no existen registros de que la pronunciara realmente— la frase: “L’État, c’est moi” (El Estado soy yo), para ilustrar el poder absoluto que ejercía sobre Francia; el Duque de Lerma podría haber dicho: “El Mercado, soy yo”. Pero para comprender el alcance de su maniobra, primero hay que saber cómo llegó a ejercer ese poder.
Valido de Felipe III
Lerma nació en la localidad vallisoletana de Tordesillas en 1553, dentro de una familia que había servido a la familia real castellana durante generaciones. De hecho, su bisabuelo Francisco de Borja y Aragón fue uno de los carceleros de la reina Juana I de Castilla durante su encierro en Tordesillas. Con esta proximidad de cuna a la Corona, se educó en la corte del rey Felipe II (1556-1598) y allí, se fue ganando la confianza del príncipe heredero Felipe III.
Durante el reinado de Felipe II, Lerma fue acumulando distintos cargos: virrey y capitán de Valencia, miembro de la Real Cámara o caballerizo mayor de Felipe III. Y, durante la misma noche en que murió Felipe II (13 de septiembre de 1598), su heredero nombró a Lerma parte del Consejo de Estado, convirtiéndose así en el valido del nuevo rey. A partir de entonces, las cosas mejoraron —todavía más— para el vallisoletano.
Un año después de la muerte de Felipe II, el conde de Lerma adquiere el título de duque de Lerma, con su consecuente incremento de rentas y terrenos. Además, recupera los derechos señoriales sobre varias villas que su familia llevaba reclamando vía judicial desde hacía setenta años. En 1600 apareció, sorprendentemente, una copia de 558 páginas que confirmaba la propiedad de estas villas y, entre el tribunal que dictó la sentencia a favor del duque, casualmente, se encontraba un primo de Lerma, entre otros amigos. Y es que otra de las características de la gestión del valido fue la de alejar a los cortesanos más influyentes del anterior monarca para colocar en esos cargos a familiares y nobles de confianza.
Madrid-Valladolid-Madrid
Sin embargo, la gran operación financiera del duque sería la de los dos traslados de la capital del Reino entre 1601 y 1606 entre Madrid y Valladolid. El 10 de enero de 1601, Felipe III firmaba la orden para que la Corte se trasladase a Valladolid. Entre las razones oficiales del cambio de capitalidad se esgrimía que había que alejar a la Corte de la insalubridad de Madrid y que, con la decisión, se dinamizaba la economía del norte de Castilla. Sin embargo, por casualidad nuevamente, Lerma había adquirido previamente numerosos inmuebles en la ciudad vallisoletana a precios irrisorios. De hecho, el monarca tuvo que comprarle el palacio de los Condes de Fuensaldaña al duque, al no contar con una residencia adecuada en Valladolid.
Pero eso no fue todo. Aprovechando la caída estrepitosa de los precios en Madrid, a partir de 1602, el duque empezó a comprar terrenos. Se compró una casa en la ciudad, solicitó al Ayuntamiento que le concedieran un regimiento municipal y convenció al rey para que le nombrara alcalde del Real Alcázar de Madrid, del Alcázar de la Casa de Campo y de algunas huertas y casas vecinas. Además, el Ayuntamiento, que seguía intentando comprar a Lerma para que la Corte volviese a Madrid, incluso expropió los terrenos donde estaba el Hospital General para que Lerma pudise ampliar los terreno de su palacio.
Finalmente, tras algo más de cinco años de estancia en Valladolid, el 4 de marzo de 1606 la Corte abandonó la ciudad y volvió a trasladarse a Madrid, marcando el fin de una etapa breve pero decisiva en la historia política y económica de España. Este regreso no solo supuso un alivio para la capital, que había sufrido un duro golpe demográfico —se estima que entre 50.000 y 60.000 personas abandonaron la ciudad durante esos años, quedándose mermada en unos 25.000 habitantes— y económico durante los años de ausencia, sino que también consolidó definitivamente la fortuna del duque de Lerma.
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