El logotipo de “RDC, coeur de l’Afrique” -República Democrática del Congo, el corazón de África- ocupará próximamente un espacio visible en la indumentaria de entrenamiento del FC Barcelona. A cambio, el club catalán recibirá 44 millones de euros procedentes del Ministerio de Deportes y Ocio de la República Democrática del Congo (RDC). Un acuerdo de patrocinio que, más allá del marketing y el fútbol, levanta sospechas y desconfianza en los pasillos de poder en Washington. Y que, según fuentes consultadas por El Independiente, podría sumarse a la tormenta diplomática entre Madrid y Washington.
La firma del contrato –confirmada por el propio club azulgrana– incluye la instalación de una exposición permanente en el nuevo Camp Nou para ensalzar el patrimonio cultural y deportivo congoleño, así como la organización de clínicas deportivas para menores. Pero en los despachos del Departamento de Estado, el acuerdo genera más inquietudes que celebraciones.
“Resulta muy extraño que un país como la RDC, con una infraestructura turística prácticamente inexistente, invierta tal cantidad de dinero público en una campaña de promoción internacional”, apunta a El Independiente Joshua Meservey, experto en África del Hudson Institute. “La pregunta en Washington es obvia: ¿qué está realmente comprando Kinshasa con este patrocinio?”, desliza.
Una operación para “blanquear” su imagen… y quizás algo más
No es la primera vez que un país africano recurre al escaparate del fútbol europeo. Ruanda, principal rival regional de la RDC, ha convertido el logotipo “Visit Rwanda” en parte de la imagen de clubes como Arsenal, PSG o Bayern Múnich. Pero a diferencia de Kigali, Kinshasa no cuenta con una estrategia turística sólida ni con estabilidad institucional. En 2024, según datos de Human Rights Watch, el Gobierno de Félix Tshisekedi se ha visto envuelto en acusaciones de represión política, corrupción y violaciones sistemáticas de derechos humanos.
El acuerdo entraña riesgos para la RDC, para España y para la propia LaLiga
El acuerdo con la entidad azulgrana se produce en un momento delicado, marcado por la firma en junio del acuerdo de paz entre la República Democrática del Congo y Ruanda en Washington. Sobre el papel, busca poner fin a décadas de conflicto entre ambas naciones y se apuesta por “una solución negociada y política, en lugar de una solución militar”. Hasta ahora, la guerra se ha librado principalmente entre el grupo paramilitar Movimiento 23 de Marzo (M23), respaldado por Ruanda, y el ejército de la República Democrática del Congo.
Meservey sospecha que el acuerdo con el Barça podría formar parte de una operación de “sportswashing” –una táctica para blanquear la imagen internacional de un régimen depredador de los derechos huamnos–, aunque no descarta motivos menos nobles: “No hay pruebas aún, pero en el contexto de corrupción masiva de la RDC, es legítimo preguntarse si este patrocinio podría ser también una vía para blanquear fondos”. “El Barcelona es una entidad independiente. Es una razón por la que creo que esto no sería un factor grave de exacerbación o irritación, por así decirlo, en las relaciones entre Estados Unidos y España”.
En Washington, el malestar no se limita a la ética del patrocinio. Para Michael Walsh, analista de relaciones exteriores, el pacto “entraña riesgos para la RDC, para España y para la propia LaLiga”. “Tshisekedi ha estado presionando a Estados Unidos para que intervenga militarmente contra las incursiones ruandesas en el este del país. Y ahora usa fondos públicos para sellar un acuerdo con una liga europea que ha mantenido relaciones comerciales con países adversarios de Washington, como Irán”, advierte.
Según Walsh, el movimiento podría ser interpretado como una estrategia del régimen congoleño para acercarse a países europeos críticos con la política exterior de Trump, siendo España el candidato natural tras su posicionamiento en la Corte Internacional de Justicia o en el caso Huawei.
¿Una trampa para LaLiga?
Más allá de Barcelona, la lupa también se posa sobre LaLiga. Walsh revela que en Washington se valora la posibilidad de sancionar a la competición española como medida de presión contra el Gobierno de Pedro Sánchez. “LaLiga es una empresa multimillonaria con intereses globales. Una amenaza de sanción sería suficiente para agregar presión interna contra Moncloa”, explica.
“El error de cálculo es notable. En lugar de evitar llamar la atención de una administración Trump cada vez más agresiva, LaLiga se asocia con un régimen autoritario inmerso en uno de los conflictos más complejos del continente africano”, añade Walsh. En su comunicado oficial, el Barça insiste en el valor cultural del acuerdo y en el potencial beneficio económico que representa, en una situación financiera delicada que ha afectado a su margen para los fichajes y que le ha llevado a estar sujeto a un límite salarial impuesto por La Liga.
Fricciones entre Washington y Madrid
El patrocinio se suma a una lista creciente de desencuentros entre Washington y Madrid. Desde el respaldo español al caso sudafricano en la Corte Internacional de Justicia contra Israel hasta el uso de tecnología de Huawei por parte del ministerio del Interior o el rechazo a cumplir con el compromiso del 5% del gasto de Defensa en el marco de la OTAN, los gestos acumulados han generado un clima de desconfianza. “Huawei es visto en Washington como una extensión del aparato de espionaje del Partido Comunista Chino. Que España le haya concedido acceso a redes sensibles ha sido recibido como una provocación”, explica Meservey.
La administración Trump no ha reaccionado oficialmente. Pero como recuerda Walsh, el arsenal de medidas punitivas es amplio: desde aranceles a empresas españolas, hasta sanciones sectoriales o bloqueos regulatorios. “No será el Barça el objetivo final, pero puede ser la chispa que intensifique una ofensiva más amplia contra el Gobierno de Sánchez”, concluye. “En Washington ahora mismo hay mucha atención puesta en el acuerdo entre la República Democrática del Congo y Ruanda, pero el asunto del FC Barcelona terminará llamando la atención”, opina Meservey.
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