Comer fruta ha sido siempre sinónimo de saludable, pero no podemos conformarnos con comerla y ya está. La elección del momento en el que se ingiere es clave para que el organismo aproveche todos los nutrientes contenidos en ella. Comer fruta no es sólo sumar vitaminas o fibra: hacerlo en la franja horaria correcta ayuda a incrementar la energía, a mejorar la digestión y a evitar desajustes del metabolismo. Cada pieza de fruta cuenta, pero el tiempo también.
El mejor momento para comer fruta
Los estudios en nutrición apuntan a que la fruta es más efectiva si se consume al final del día, ya que el ser humano tiene el organismo en plena actividad, y somos más receptivos a asimilar la carga de azúcares naturales, fibra y antioxidantes. De un modo u otro, el facilitar la digestión, favorece para tener un impulso de energía al final de la jornada laboral.
Los beneficios de elegir bien la hora
Comer la fruta a la hora adecuada maximiza el efecto positivo: la glucosa se mantiene estable, se mejora el tránsito intestinal y se pone en circulación la energía sin tener que recurrir a las reservas. De este modo, este hábito colabora para llevar un estilo de vida más correcto y evitar esa excesiva fatiga que en muchas ocasiones responde a un comportamiento donde los niveles de glucosa tienen subidas y bajadas indeseables. Es decir, la clave es la transformación de la fruta en un recurso de tipo estratégico en beneficio de nuestra salud.
Evitar los errores habituales al comer fruta
La costumbre de algunas personas de tomar fruta en ayuno no es muy beneficiosa aunque pueda parecerlo. La razón está en que el organismo recibe un subidón de azúcar demasiado rápido y la energía escaseará, emergiendo el cansancio a las pocas horas. Por ello, los especialistas la suelen acompañar con proteínas o grasas saludables que controlen la absorción y deriven en un arranque de jornada más suave. Así la fruta se convierte en un elemento nutritivo y no en un detonante de los altibajos energéticos.
Evitarla después de una comida copiosa
Otro de los mitos más frecuentes es el recurrir a la fruta como postre. Aun así, en este caso, la fructosa se absorbe de manera menos efectiva y se puede acumular en forma de grasa. Espaciar un poco la ingestión de dicha azúcar ayuda a mejorar la digestión y evitar el malestar que tan repetido está en la tarde o la noche.
Integrar la fruta convenientemente al día
Las horas del día en la que se cuenta con más energía estipulan frutas con carácter antioxidante y tonificante; frutas cítricas, plátanos, entre otras, son capaces de contribuir en este sentido con su vitamina C. Ya por la tarde, es el momento de elegir frutas más suaves -manzanas y peras, por ejemplo- que, a través de la fibra, favorecen la digestión y permiten alargar la sensación de saciedad hasta la cena.
Alternativas recomendadas de la noche
En las últimas horas del día va muy bien incorporar frutas que ayuden a preparar el descanso. Kiwi, cerezas y chirimoyas, entre otras, tienen un buen aporte de melatonina, hormona natural que permite regular el sueño. Comidas en cantidades pequeñas tras la cena, no sólo componen un dulce sabor de boca, sino que también favorecen transitar más serenamente hacia la noche.
Hacer que la fruta sea una pieza estratégica en la dieta diaria no supone sacrificios. Solamente hay que saber en qué momento integrarla para que todos sus beneficios vayan en aumento. La hora del día y la elección de la pieza de fruta se convierten en la clave para aprovechar al máximo este alimento en la dieta.
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