Hay quien sostiene que la edad adulta empieza cuando uno paga su primera factura. Otros sitúan el punto de inflexión en el montaje del primer mueble en Ikea o en la firma de una hipoteca. Sin embargo, hay un gesto más prosaico que indica que se ha llegado la verdadera madurez: el día en que uno decide hacerse con un carrito de la compra. Este objeto, que para muchos es todavía símbolo de abuelas de bata azul que lo garbean por el mercado, vive una inesperada nueva vida: rediseñado, minimalista y sostenible (por supuesto), el trolley ha pasado de las estrechas y accidentadas aceras españolas a las calles peatonales y gentrificadas de todo el mundo. Es un hecho: el carrito de la compra es el nuevo capricho de los urbanitas que recelan del implacable ecosistema de comercios online y riders explotados y han redescubierto el placer de ir al mercado ellos mismos.

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Por ello la cosmopolita revista británica Monocle, biblia global del estilo de vida, dedica la portada de su número de septiembre a lo que define como el "héroe de la movilidad española": el carro de la compra. Según la publicación, el 63% de los españoles posee uno, y sus nuevos compradores ya no es la envejecida clientela de toda la vida, sino jóvenes urbanitas que lo han convertido en un accesorio imprescindible en su día a día.

El fenómeno tiene una explicación cultural y estética. En la era en la que todo objeto cotidiano puede aspirar a ser un accesorio de estilo, el carro de la compra ha encontrado su hueco entre tote bags, bicis plegables y zapatillas de edición limitada. Para la Generación Z, arrastrar uno de estos ya no es signo de vejez, sino un gesto práctico, sostenible y, sobre todo, instagrameable. "Soy la nueva envidia de todas las viejitas del barrio de Salamanca", asegura una influencer de cocina en un vídeo publicado en su cuenta de TikTok en el que muestra lo que le regalaron por su cumpleaños: un carrito de la compra "moderno", que desdeña la bolsa de tela por el plástico, haciéndose ver como una versión en miniatura de los gigantescos de las grandes superficies. El vídeo cuenta con 114.000 me gusta.

El carrito de la Mari

En el epicentro de este renacimiento está Rolser, una empresa alicantina que lleva más de medio siglo fabricando carritos y que hoy presume de exportarlos a medio mundo. Fue en 1972 cuando Vicente Server Ferrer e Isabel Pérez Costa, un matrimonio que había comenzado su andadura empresarial siete años antes con la fabricación de bolsas de mano y capazos, decidieron añadir un chasis y unas ruedas a sus productos, introduciendo la fiebre del carrito de la compra en España.

Lanzaron su primer catálogo de productos, todos ellos de nombres muy castizos (nos encontramos así con la Mari, la Isabel, la Fany o el Líder, más sobrio), y el éxito fue rotundo. Había que bautizar a la nueva empresa, así que juntaron lo que para ellos era la palabra "rodar" en inglés (roll, pero una de estas últimas eles se perdió por el camino) y la primera sílaba del apellido familiar (SER), y así nación Rolser, que no tardó en abrirse al mercado internacional.

Es esta misma Rolser, cuya sede se encuentra en Pedreguer, la que ahora se ha colado en el mundo del diseño urbano sin que nadie lo pidiera. De repente, el carrito de la compra desfila por la Semana de la Moda de Nueva York con diseños de Agatha Ruiz de la Prada, se abre paso en el MoMA y ha pasado de costar unos austeros diez euros a 65. Al final, como ha ocurrido con las hamburguesas, hemos gentrificado el carrito de la compra. Aunque las calidades (telas resistentes, colores y estampados a elegir, incluso una colaboración con la histórica casa británica William Morris) y prestaciones (carritos todoterreno o que permiten sentarse en ellos) bien lo valen.

El accesorio de la nostalgia

¿En qué momento ha pasado el carrito de la compra de considerarse un lastre octogenario del que avergonzarse a una extensión misma del brazo? Parte de la culpa la tiene la generación Z (sí, esa misma que se avergüenza de llevar paraguas cuando está lloviendo) que, en su culto al sentimiento urbano, elevan la nostalgia a la categoría de accesorio. En su praxis por intentar traer consigo un pasado que ya no existe, los jóvenes recuperan objetos cotidianos de su infancia para tratar de sentir aquello que sentían cuando no tenían preocupaciones veinteañeras. Y no hay recuerdo más sincero que el de acompañar a tu abuela a la compra.

@paige_mariah Replying to @Martina haha I think I’ll just stick to my all black granny trolley for now. I would love a hot pink one though lol 😆 #americaninlondon #londonlife #americaninuk #grannytrolley #brixton #brixtonmarket ♬ original sound - paige_mariah

Ahora bien, la tendencia es consumista. Traemos con nosotros la comodidad y simpleza del pasado, pero valoramos también que se vea bonito. Cuando una usuaria de TikTok comparte un vídeo en el que muestra una de sus compras "más necesarias" al mudarse a Londres (un granny trolley, un carrito de abuela), otra le responde: "¡Me encanta! Ojalá fuera más moderno o de diseño más divertido...". La remitida coincide con la remitente: "Me encantaría tener uno rosa fosforito, la verdad".

Otra, mucho más neoyorquina (se define a sí misma como una "pequeña diva en Nueva York", pero sin llegar a la altura de Sarah Jessica Parker), incluso llega a compartir un vídeo en el que explica las ventajas de pasarse al carrito de la compra. Y no es una otra cualquiera, sino Megan de Angelis, una popular influencer con más de 2 millones de seguidores. El vídeo en el que abandera el grocery trolley (un nombre menos edadista que el británico) roza ya el millón de me gusta y, entre sus comentarios, destaca uno sobre el resto: "Yo tengo uno de esos y me avergüenza usarlo, pero me has inspirado para hacerlo". Esta aclaración cuenta ya con 15.000 me gusta.

El evidente sentido eco-práctico del carrito de la compra deja en ridículo a las pesadas bolsas de plástico que se deforman hasta romperse cuando menos te lo esperas, y contribuye a la estética #grandmacore, cuyos seguidores, ataviados con suéteres de ganchillo, mocasines (de diseñador) y pañuelos, apoyan la belleza visual de la tercera edad. Y los trolleys, por supuesto, entran aquí. Vanity Fair daba el dato: las ventas de carritos de la compra aumentaron en la primera mitad de 2024 un 80 por ciento en comparación a todo 2023.

Así, las redes han hablado, y los seguidores obedecen: los carritos de la compra son el último grito. Y no sólo hay que usarlos, sino que hay que lucirlos. Desempolvemos aquel que tenemos escondido en el altillo y saquémoslo a pasear por las abarrotadas calles de Nueva York (o, si viven en Madrid, las de Malasaña, que viene a ser lo mismo). Da igual si vienen de hacer la compra o no. Al final, lo que hay dentro es lo menos importante.

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