Entre los bosques en llamas y la política en llamas vuelven a salir, como gnomos, Puigdemont y Junqueras. Ellos siempre regresan con lo mismo, esa especie de canción de enanito con la que piden y pican, con la que danzan y acojonan, ese chantaje con reloj de cuco sonando siempre a las horas de comer: o se cumplen sus exigencias o los pitufos de la republiqueta dejarán caer a Sánchez como el melocotón podrido que ya parece. Sánchez ya se cae solo, en realidad, y quizá ésta es la diferencia con otras ocasiones y otras amenazas. Empieza a ser complicado exprimir a un Sánchez ya exprimido, con su cara de medio limón olvidado en el frigorífico, entre apios y acelgas achicharrados de frío y soledad, que eso parecen ya sus miembros, hasta ése con el que practicaba su alegre chorrafuerismo, ese pimiento festivalero suyo. Ésa empieza a ser la pregunta, si se puede exprimir más a este Sánchez consumido y rechupado, deshojado y quitínico, al que se le prende una manga, como un sarmiento, cuando se presenta ante los incendios como ante su juicio final. Lo que ocurre es que nunca se ha exprimido a Sánchez sino a España, claro.
Junqueras parecía dispuesto a aprobarle a Sánchez esos presupuestos no ya salvavidas sino resucitadores, lo único que podría avivar la ilusión de que aún existe un gobierno en el país, no sólo una gobernanta en la Moncloa. Iba a ser a cambio de la condonación de la deuda (su distribución caritativa entre todos los españoles, más bien), pero ahora parece que también exige el concierto o cupo, o sea todos los impuestos (se están construyendo una independencia de facto subvencionada por España, una solución mucho más práctica, solvente, comodona y vengativa que salir al balcón a dar el chupinazo de la patria, como hicieron en un primer momento). Aunque sabemos que sigue estando pendiente de la amnistía como asunto personal y de algunas otras concesiones folclóricas para su ajuar folclórico, Puigdemont ha sido mucho más vago. “En otoño quizá pasarán cosas que no habían pasado hasta ahora”, ha dicho el president errante con sintaxis de duende, entre enigmático y evidente. Sus afirmaciones ya son sólo tautologías, su visión política del futuro se ha reducido a la vaguedad y al azar, un poco como si fuera Rajoy. Y yo creo que es así porque Puigdemont sí se ha dado cuenta de que, en realidad, nada depende de él, ni siquiera de Sánchez.
Por ahí tengo escrito que ni Puigdemont renunciará a Sánchez ni Sánchez renunciará a Puigdemont por propia voluntad. La debilidad de Sánchez, ese hombre de paja entre los incendios y ese inocente entre la corrupción, frágiles e increíbles los dos, es una ganga que no se repetirá. Sánchez tampoco va a renunciar a las pocas posibilidades que tiene de seguir vivo, si a lo suyo se le puede llamar estar vivo, claro. Y no me refiero ya físicamente, a que se esté pudriendo como una colmena muerta, con la repugnancia rebosando su antigua arquitectura de opulencia. Me refiero a ese poder sin poder y a ese estar sin hacer, a su mera supervivencia en el pedestal como una estatua de amorcillo meón, a su postureo de hortera con gominilla institucional, porque la verdad es que Sánchez no puede ni aprobar una ley ni tomar una decisión sin tener que bailar o panderetear ante sus socios, acreedores o extorsionadores.
Creo que Sánchez, Puigdemont y Junqueras saben que ya nada depende de ellos, así que, sin mucha esperanza ni alegría, han decidido seguir jugando o bailando hasta que alguien apague las luces y cierre la casita de chocolate
Si Puigdemont quiere algo más que reeditar el pujolismo camastrón para competir con Esquerra y con la nueva ultra-ultraderecha catalana, que sí que son como pitufos arios, paletos y con barretina, necesita a Sánchez. Y Sánchez, ya sueñe con un segundo milagro estadístico o sociológico o ya sólo confíe en la involución antidemocrática para conservar el poder o el pedestal de meoncete, necesita a Puigdemont (necesita en realidad tiempo, pero Puigdemont es tiempo). Esto lo tenemos claro y creo que lo van teniendo claro ellos. Pero no todo depende de ellos. No es cuestión de que Sánchez ya no tenga más sangre bajo la cutícula de sus manos de mago o bajo el corcho de su cara de tragabolas de corcho, porque España aún tiene mucho jugo, aunque ahora se queme como esparto. El españolito, quiero decir, aún tiene mucho jugo, sólo hay que mirar la recaudación de Hacienda, que no nos da para servicios públicos del primer mundo pero sí para hacerle un palacio acebollado de cúpulas y oros a cada incompetente y a cada esbirro. Queda todavía mucho por concederles a los indepes, al simbolista Puigdemont y al posibilista Junqueras, antes de que el españolito esté igual que Sánchez, estrangulado por su propia nuez. Lo que no depende de ellos es el tiempo que tengan para sus regateos y sus contradanzas.
Puigdemont y Junqueras aparecen de nuevo, con el trébol en el sombrero y el oro de los nibelungos, pero ya su canción no suena igual. En cualquier momento pueden llegar los tribunales, o el pueblo, y llevarse la falla de Sánchez hacia el infierno de la historia. Y hasta los lejanos presidentes melancólicos, y hasta los posibilistas de escudilla, y hasta los partidos históricos con flor espinada y ensalada ideológica pueden chamuscarse o pudrirse con él. Quizá Puigdemont no se está preparando para lo que desea, sino para lo inevitable. Quizá empieza a pensar que ni él va a poder salvar a Sánchez ni Sánchez va a tener tiempo de salvarlo a él. Quizá se plantea volver al pujolismo, o sea volver al PP, aunque uno no entendería que el PP tuviera tanta prisa como para pactar con el que ha sido tanto tiempo indeseable, menos todavía cuando Feijóo nunca ha tenido prisa para nada.
Yo creo que los socios no quieren matar a Sánchez y a la vez lo ven ya acabado. Yo creo que todos quieren sobrevivir entre los cadáveres de los demás y eso va a ser imposible. Y, sobre todo, creo que Sánchez, Puigdemont y Junqueras saben que ya nada depende de ellos, así que, sin mucha esperanza ni alegría, han decidido seguir jugando o bailando hasta que alguien apague las luces y cierre la casita de chocolate.
Lo más visto
Comentarios
Normas ›Para comentar necesitas registrarte a El Independiente. El registro es gratuito y te permitirá comentar en los artículos de El Independiente y recibir por email el boletin diario con las noticias más detacadas.
Regístrate para comentar Ya me he registrado