Un estudio que nos llega desde Reino Unido ha revelado una relación real entre el hecho de vivir en alquiler y un envejecimiento más acelerado si se compara con las personas que son propietarias de su vivienda. Estas conclusiones sitúan a la vivienda como un factor clave para la salud al mismo nivel que otros elementos tradicionalmente asociados al deterioro físico y mental; los resultados pueden ser el detonante para cuestionarse cuál es la relación entre la calidad de vida y longevidad.
El alquiler y la salud
La investigación llega a la conclusión de que las personas que viven de alquiler pueden sufrir riesgos adicionales para su bienestar. La presión por un contrato con fecha de caducidad, la inestabilidad material y el control que se tiene sobre la vivienda se suman a otros determinantes sociales del envejecimiento biológico. Los determinantes sociales son sumatorios, no independientes, como pueden ser el estrés por una incapacidad o limitación material (cognitiva, preadolescente, o una enfermedad terminal) acaba por tener efectos en el sistema inmunitario o en el sistema cognitivo.
Condiciones de las viviendas arrendadas
Los datos del estudio también indican que gran parte de los hogares en régimen de alquiler sufren problemas en cuanto a climatización, humedad persistente y problemas de ventilación que se tarda más en reparar. A esto hay que añadir, en algunos casos, la convivencia forzada con desconocidos en pisos compartidos, que es una situación cada vez más habitual en espacios urbanos. Todos estos elementos contribuyen a una disminución del descanso, a un incremento de la ansiedad y a comprometer la salud respiratoria, acelerando el envejecimiento de los inquilinos.
Alquiler frente a vivienda en propiedad
El estudio concluye que pagar un alquiler o vivir en una casa en propiedad libre de cargas resulta determinante en la velocidad de envejecimiento, teniendo en cuenta la información recabada entre más de 1.000 personas. La diferencia entre ambos casos es muy importante, de hecho, es aún más importante que la que existe entre aquellos que no tienen empleo. El estudio pone en valor la importancia que tiene la vivienda en el deterioro de la salud.
Influencia de los hábitos de vida
El efecto del arrendamiento se observa acentuado cuando existen hábitos de vida poco saludables. Por ejemplo los fumadores que viven de alquiler manifiestan un 50% más de efectos negativos en comparación con los no fumadores. En este sentido esta interacción pone de relieve cómo los hábitos del día a día agrandan las consecuencias existentes a vivir en un contexto determinado por la escasez de estabilidad y de control acelerando a su vez los signos del envejecimiento.
El alquiler y la edad
El resultado de la investigación reafirma la dicotomía entre la edad cronológica que se mide en años, y la biológica que remite directamente al estado real del organismo. Vivir de alquiler no altera el calendario, pero sí que incrementa el deterioro celular y orgánico; así las personas de alquiler son más vulnerables a las enfermedades propias del envejecimiento; esto permite explicar por qué dos personas pueden tener un estado de salud muy distinto aun teniendo la misma edad.
Implicaciones en las políticas de vivienda
Los investigadores destacan que los resultados no se limitan al contexto geográfico donde se han producido el estudio; las dinámicas detectadas en Reino Unido son extrapolables a países con estructuras de vivienda similares. Esto es indicativo de que debería abrirse un debate que pone en la mesa un cambio en la forma de entender si son necesarias las políticas públicas en el ámbito de la vivienda; es importante garantizar el acceso a la viviendas ya que esto no solo beneficiaría desde una óptica económica y social sino que también ayudaría en términos de la salud y longevidad de la población.
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