El ataque israelí en Doha, el lugar que durante estos dos años ha servido como cuartel de las negociaciones entre Israel y Hamás, tuvo ecos múltiples y coincidentes. En Qatar se recibió como una traición; en Tel Aviv, entre las familias de los rehenes, como la enésima señal de la decisión de Netanyahu de sacrificar a los últimos secuestrados. Y en los despachos occidentales como una muestra más de que Israel carece de interés en poner fin a la guerra.

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La acción diseñada por el ministerio de Defensa israekí contra la capital qatarí no solo golpeó a un mediador clave; también hizo saltar por los aires el último hilo de negociación que quedaba vivo. Qatar, hasta ahora el actor imprescindible para tender puentes entre Israel y Hamás, queda herido, aunque no se retira. Ayer fuentes qataríes reconocieron a El Independiente que dan por suspendida la actual mediación. Y con ella, se tambalea cualquier expectativa de alto el fuego, mientras los 48 rehenes que siguen en Gaza agonizan entre la desesperanza y el olvido de su Gobierno y decenas de miles de gazatíes se enfrentan a la ocupación de la Ciudad de Gaza, en mitad de la hambruna.

“Las negociaciones entre Israel y Hamas ya eran frágiles, y el ataque israelí ha hundido aún más el proceso”, explica a este diario Andreas Krieg, profesor titular de la Escuela de Estudios de Seguridad del King's College de Londres. “Qatar tenía un acceso único, irreemplazable, a Hamás. Sin Doha, cualquier intento de mediación será mucho más complejo y mucho menos efectivo”.

Qatar tenía un acceso único, irreemplazable, a Hamás. Sin Doha, cualquier intento de mediación será mucho más complejo

Qatar, el mediador golpeado que no se rinde

El golpe a Doha es doble: simbólico y estratégico. Durante semanas, sus diplomáticos habían trazado una propuesta de retirada gradual israelí vinculada a la liberación escalonada de rehenes. Hamas había dado un paso inédito: aceptar un plan de alto el fuego de 60 días. La mediación avanzaba en silencio, entre filtraciones medidas y maratones nocturnos.

Pero la ofensiva israelí cambió el tablero. Qatar, convertido en blanco, es percibido ahora como un mediador vulnerado, con menor margen de maniobra. Aun así, desde Doha insisten: no se retiran y seguirán intentándolo en el futuro cercano, a pesar de la demonización constante que han recibido del Gobierno israelí durante estos dos años considerándolos un apoyo incondicional del grupo islamista palestino.

“Los qataríes saben que su papel es indispensable”, apunta Krieg. “Ellos son los únicos con una puerta abierta real hacia Hamás. Abandonar ahora la mediación sería devastador para el equilibrio humanitario. Pero al mismo tiempo, su credibilidad está siendo cuestionada: Israel los ve como parte del problema y Hamás como un mediador saboteado. Eso los deja en una posición delicadísima”.

Si Netanyahu cree que la operación fue una exhibición de poder, la realidad es que ha sido torpe: ni siquiera alcanzaron a los líderes que querían eliminar

La estrategia Netanyahu: fuerza sobre la diplomacia

En Jerusalén, las señales son inequívocas. Benjamín Netanyahu no tiene intención de detener la ofensiva. Su exigencia es clara: desmilitarización total de Hamas como condición previa a cualquier tregua. Algunos de sus asesores, como Ron Dermer, habían insinuado cierta apertura hacia la propuesta qatarí, pero las presiones internas pesan más: ministros ultraderechistas en su gabinete y donantes pro-Israel en Washington le exigen mantener el pulso militar.

El resultado es que el ejército prepara una gran operación terrestre sobre la Ciudad de Gaza, mientras la diplomacia queda relegada a un segundo plano. Para Hamás, el mensaje también es directo: Israel no busca un acuerdo, sino imponer sus condiciones por la fuerza.

“Israel quería establecer un precedente”, señala Ori Golbert, analista de seguridad regional. “Quería demostrar que puede atacar a quien quiera, donde quiera, cuando quiera, sin consecuencias. Pero si Netanyahu cree que la operación fue una exhibición de poder, la realidad es que ha sido torpe: ni siquiera alcanzaron a los líderes que querían eliminar. Para muchos, Israel empieza a parecer un actor fuera de control". Y agrega: "El Gobierno israelí no tiene ningún interés en mantener vivas las negociaciones. Esa fue una de las razones del ataque. El escenario parece ser que el mundo se está volviendo poco a poco contra Israel".

Washington, atrapado en sus propias tensiones

La administración Trump juega una partida compleja. El enviado especial Steve Witkoff ha invertido capital político y tiempo en apoyar la mediación qatarí, pero ahora su equipo está dividido. Mientras Witkoff busca un acuerdo rápido para mostrar un triunfo diplomático, los donantes conservadores más influyentes en Washington presionan para respaldar a Netanyahu sin fisuras.

“Washington está atrapado”, explica Krieg. “Trump necesita resultados que pueda vender como victorias, pero depende de una base política que exige mano dura y cero concesiones a Hamas. Esa contradicción está paralizando a la Casa Blanca”. A juicio de Golbert, "es probable que Trump se distancie un poco más de Israel, y cada vez que Trump se distancia de Israel, es malo para Israel". "No creo que las negociaciones se reanuden en un futuro próximo. Todo el mundo está esperando la Asamblea General de las Naciones Unidas. De acuerdo".

Sin presión real de Estados Unidos, advierte Krieg, las negociaciones seguirán muertas. Egipto y Turquía podrían asumir un papel más activo, pero sin Qatar en el centro, los canales son más estrechos y las posibilidades más limitadas.

Los rehenes: el tiempo se agota

Mientras los líderes juegan al ajedrez, las familias de los 48 rehenes siguen atrapadas en una pesadilla. Desde Tel Aviv, el Foro de Familias de Rehenes y Desaparecidos lanzó un comunicado desgarrador: “La oportunidad de traerlos de vuelta es ahora más incierta que nunca. Los vivos pueden ser asesinados en cualquier momento. Los muertos pueden desaparecer para siempre. Exigimos al gobierno israelí un plan inmediato para traer a casa a los 48 rehenes”.

Es el escenario más peligroso para la región en dos décadas

El clamor ha llegado incluso a la Casa Blanca. Tres premios Nobel israelíes de Química —Ada Yonath, Aaron Ciechanover y Avraham Hershko—, junto con el presidente de la Academia de Ciencias de Israel, enviaron una carta personal a Donald Trump. En ella, lo instan a intervenir y le prometen su nominación al Nobel de la Paz si logra liberar a los cautivos y detener la guerra. “Cada día que pasa, las probabilidades de que los vivos sobrevivan se reducen. El tiempo se agota”, advierten los firmantes.

Con Qatar debilitado, Washington dividido, Hamás endureciendo su discurso e Israel apostándolo todo a la fuerza, el horizonte se oscurece. El debate en la Asamblea General de la ONU se perfila como un momento clave. Pero sobre el terreno, la guerra sigue escalando, y cada ataque estrecha el margen para evitar lo inevitable. “Si no hay un cambio de rumbo drástico”, concluye Krieg, “entraremos en una fase de conflicto abierto, prolongado y sin mediadores fiables. Es el escenario más peligroso para la región en dos décadas”.

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