Leticia Dolera (Barcelona, 1981) estrena la miniserie Pubertat en HBO el miércoles 24; seis capítulos que dirige, firma –le acompañan Almudena Monzú y David Gallart en el libreto– y protagoniza junto a un elenco de adultos y adolescentes inmejorable. Por ahí se dejan ver Vicky Peña y Pep Munné. Tras contar en tono de comedia su Vida perfecta en Movistar Plus+, Dolera dramatiza una agresión sexual grupal entre adolescentes y desarrolla el impacto en sus familias. No es Pubertat, a pesar de la premisa, una ficción desesperanzadora; al contrario.

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P.- ¿Por qué contar esta historia? ¿Cómo llegaste a esta premisa?

R.- Nace de una conversación con mi productor Oriol Maymó en la sala de montaje de Vida perfecta, hace 7 años, pero no es hasta 2022 que me pongo a desarrollar el proyecto. Nace de una preocupación de ambos porque todavía no estaba en los medios, pero sí te enterabas de algún caso, de cómo los adultos a cargo de esos niños habían gestionado mal el conflicto. No estamos preparados, quizás, para gestionar estos casos. La tradición es hacer como que no ha pasado nada. Callar. Disimular.

P.- Ha habido series españolas que han retratado, no el caso de La Manada, pero sí ha habido paralelismos. A veces se enfoca mucho al perpetrador, se juega con la polémica o el misterio, si se lo estará inventando o no. Entiendo que tú tenías unas líneas rojas al contar esta historia.

R.- Desde la complejidad de lo humano. Es un tema complejo, lleno de grises y aristas. Hay muchos tipos de agresión, de víctimas y de agresores. Hay agresiones más salvajes, hay agresiones no intencionadas, que, no por eso, no son dolorosas para la víctima y no dejan heridas. Quería hablar de cómo de complejo es el consentimiento, el deseo, si no se aborda con madurez, valentía y comunicación, y cómo los propios adultos estamos muchas veces perdidos también. ¿Cómo van a aprender los chavales si nosotros mismos estamos atrincherados en bandos? Que si feminazi, que si fascista… Al final, todo se resume a esto.  No puedes estar en los dos bandos a la vez o en el medio. Seguramente, el medio es el lugar de lo humano y lo vulnerable. Con la serie quería acercarme a estos temas que a veces nos atrincheran con una mirada humanista y luminosa.

P.- Y feminista, entiendo.

R.- Claro. Eso por supuesto.

P.- ¿Qué sensación tuviste cuando este año salió Adolescencia?

R.- No me lo podía creer. Mi serie y el título llevan años anunciados. "¡Quiero hablar con los creadores!". Bromas aparte, y aunque es verdad que llevo 5 años desarrollando esta serie, que Adolescencia y Pubertat hayan coincidido en el tiempo es el reflejo de que hay una problemática social y que la cultura es un lugar apropiado para hablar de temas complejos que tienen que ver con cómo nos relacionamos, con que a veces la cagamos y que, aunque queremos hacerlo bien, lo empeoramos.

Es un tema tan urgente que desde el arte y la cultura necesitamos hablar de ello para abrir esa conversación, pero no para atrincherarnos. Sí, Pubertad se parece a Adolescencia en el título y la edad de los protagonistas, 13 ó 14, pero no se parece tanto. Adolescencia muestra un caso de asesinato y no hay duda. En Pubertat hay duda, grises, matices, y es mucho más luminosa; habla de la familia y de la comunicación entre padres e hijos.

P.- ¿Temes que pueda haber prejuicios hacia Pubertad por quién está escrita, dirigida y protagonizada?

R.- Sí. Seguramente, alguien que vea que la he dirigido y escrito yo, como me defino e intento ser feminista lo mejor que puedo y el máximo de tiempo posible, dirá 'pues no la veo porque será un panfleto'. Evidentemente, venimos de siglos donde la cultura sí ha sido panfletaria. Si te pones a analizar la representación de las mujeres en la cultura, en el ámbito audiovisual o literario, anda que no podemos hablar de ideología. Y cómo esa ideología se ha ido transmitiendo porque la cultura es precisamente el lugar donde transmitir valores de manera más sutil. A través de lo emocional, que es donde más calan.

Venimos de una cultura que nos ha querido vender unas ideas aunque no nos diéramos cuenta. Para mí, las buenas películas muestran la complejidad de las relaciones humanas. Evidentemente tú puedes tener una mirada feminista cuando realizas una obra, pero eso no quita que, como autora que me interesan las sombras de lo humano sin juicios, vaya a haber complejidad. Al final, cuando escribes un personaje, tienes que entender su oscuridad y aprender a abrazar el lado oscuro de las historias. Comprender no es justificar.

P.- Una de las protagonistas de Pubertad, el personaje que tú interpretas, es una periodista y escritora feminista. Se enfrenta a que su propio hijo sea sospechoso de haber violado a una chica. Ella misma ha podido tener una relación con un hombre mayor en el que a lo mejor el consentimiento no ha sido del todo. “Consejos vendo, pero para mí no tengo”.

R.- Claro, es que muchas veces el feminismo viene a salvarnos, a ayudarnos a entender cosas que nos han pasado en el pasado. En Pubertat, yo quería que Julia fuese muchas cosas. Parece que cuando una mujer es feminista ya sólo es feminista y no es nada más. No es madre, ni mujer, ni hija, ni hermana, ni profesional de su trabajo. Julia es una periodista feminista que, además de un hijo, tiene sus propios traumas y un padre que es como es. Y se tiene que enfrentar a algo que, efectivamente, la confronta con su propia ideología. Ella dice que siempre creerá a la víctima y, de pronto, se pregunta a quién creer, si a la víctima o a su hijo. Entonces se da cuenta de que la realidad es más compleja.

Era muy tentador que la feminista fuera la que mejor lo hace, la que tiene soluciones para todo, que para algo es feminista. Siempre nos dicen: '¿Y dónde están las feministas?'. Julia está bloqueada por la situación, no sabe qué hacer y no va a tener soluciones para todo. Porque la solución nunca es individual; siempre es colectiva. Para mí era muy importante mostrarlo en la serie. Los conflictos entre personas, de la sociedad, se resuelven desde lo colectivo. Cuando ocurre una agresión sexual hay muchos afectados; evidentemente, la principal afectada es la víctima, pero hay muchísimos más afectados.

P.- En aquellas series que abordan un crimen, muchas veces la tesis es que hay más de un responsable. O sea, ¿de quién es la responsabilidad? Del verdugo, del perpetrador, pero también de la sociedad, de la educación, de la pornografía, de Internet. Entiendo que van por ahí los tiros. Señalar que todos somos culpables. Unos por mirar hacia otro lado…

R.- No hablamos de sexualidad y si lo hacemos es en términos de tabú o capital sexual. "Empodérate a través de tu sexo". Pero no hablamos de la sexualidad como lugar de autoconocimiento, de exploración, de conocimiento del otro, de comunicación…  Dejamos que los chavales lo aprendan solos y al final lo buscan todo en internet.

P.- ¿Ha costado vender este proyecto?

R.- Fue una serie complicada de levantar. Supongo que, por un lado, porque era en catalán, pero yo necesitaba ir a mis raíces. Quería enmarcar la serie en la cultura popular. Lo tenía clarísimo como metáfora de esa tensión entre tradición y progreso. Un castell era la metáfora perfecta de una comunidad donde es muy importante la base y donde al final los que suben más alto son los más jovencitos, pero si el castell no está bien construido por los adultos, los chavales no pueden subir.

Yo quería contar de cómo nos sostenemos los unos a los otros. Sabía que iba a ser difícil levantar esta serie, por ser en catalán y estar enmarcada en la cultura popular. La cultura va de abrir ventanas a lugares a los que no tienes acceso, de hacernos ver otros mundos, otras culturas, otras comunidades. Son catalanes y hacen castells, pero podría ser un equipo de rugby o una cofradía.

P.- Las primeras series de HBO iban precisamente sobre 'matar' al padre. A veces literalmente como en A dos metros bajo tierra. El mafioso de Los Soprano va a terapia. Entiendo que en Pubertat había un ánimo por retratar a los hombres. Por ejemplo, uno de los padres casi pega a su hijo. Otro adolescente recrimina a su padre no ser lo suficientemente hombre. El feminismo también se ocupa de los hombres.

R.- Hay una conversación que abrir sobre la masculinidad. Si la masculinidad no se abre, es muy complicado que lleguemos a la igualdad. Podemos seguir analizando un montón de cosas y evidentemente haciendo leyes y educando en la igualdad, pero esa educación en igualdad pasa por entender que hay muchas formas de ser hombre y que quizás el corsé de la masculinidad es un poquito incómodo.

P.- En Pubertad hablas de las opresiones que uno vive como la de un adolescente y su orientación sexual. Se niega a sí mismo, siendo 2025 y teniendo una familia que seguramente le vaya a aceptar.

R.- O no. Pensamos que nuestro entorno –Madrid, la cultura, el periodismo– es el de todos. La serie habla de la familia y de la herencia de esa masculinidad de padres a hijos. El padre le ha pasado a su hijo adulto una serie de valores tipo 'tienes que ser el mejor, fuerte, ambicioso, sustentador de tu familia' y el niño recibe todo eso. Lo recibe de su abuelo y de su padre. ¿Cómo afecta eso a las relaciones entre adolescentes? Ese es el peso de la masculinidad.

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