Aunque su nombre no es muy conocido para el público, José Nieto (Madrid, 1942) es uno de los más respetados compositores españoles contemporáneos. Su faceta más relevante es la de creador de música para cine, que le ha valido nada menos que seis Goya y el Premio Nacional de Cinematografía en el año 2000, la primera vez que este reconocimiento recayó en un músico. Pero antes, desde los primeros años 60, Nieto fue músico de sesión y arreglista. Baterista de formación autodidacta y querencia jazzística, formó parte de la élite invisible que tocaba los instrumentos en todos los discos del pop español. Músicos sin nombre para el público pero imprescindibles para que las canciones sonaran bien más allá de las voces y las caras bonitas.
El circuito de músicos de sesión era un ecosistema singular, formado por experimentados hombres y mujeres que militaban en orquestas de baile, bandas municipales o formaciones sinfónicas y que eventualmente completaban sus ingresos ofreciendo por horas su talento a compañías como Columbia e Hispavox en Madrid o Belter en Barcelona. El problema es que sus nombres rara vez figuraban en los créditos de los discos. De hecho, con frecuencia se borraba su rastro deliberadamente: en muchos álbumes de grupos españoles, desde la primera era del pop hasta la nueva ola de los 80, se requería a músicos profesionales para que suplieran en el estudio la impericia de quienes provenían del amateurismo y habían saltado a la fama sin tiempo de mejorar sus aptitudes musicales. Hasta el punto de que en algunos discos emblemáticos de la música española, las voces son lo único que suena de los miembros titulares de la banda de turno.
Por todo ello, José Nieto pensó que era necesario rescatar del anonimato a los cientos de intérpretes que pasaron por aquellos estudios, esos "fantasmas de la música" que contribuyeron durante décadas a dotar de sonido a bandas y solistas, profesionales de confianza de arreglistas y compositores como Augusto Algueró, Juan Carlos Calderón, Waldo de los Ríos o Rafael Trabucchelli. Nieto le propuso al profesor de la Universidad de Alicante Vicente José Ruiz Antón, que había hecho su tesis doctoral sobre su obra, que le ayudara en el empeño. Comenzaron así un largo trabajo de tres años, avalado por el grupo de investigación Ihmagine del Departamento de Musicología de la Universidad de Salamanca, que ha dado como resultado Ocultos en la sombra, una obra enciclopédica editada por la Universidad de Castilla-La Mancha con la colaboración de la Sociedad de Artistas, Intérpretes o Ejecutantes (AIE). Basado en decenas de entrevistas, Ocultos en la sombra reconstruye un aspecto clave de la historia de la música popular española y ofrece una suerte de censo de los profesionales y artistas que operaron en los estudios de Madrid y Barcelona, los dos polos de la industria discográfica de nuestro país. El volumen, disponible de manera gratuita en su versión digital, se cierra con un anexo monumental: grabaciones, artistas y hasta bandas sonoras que contaron con estos intérpretes invisibles.
Músicos de élite
"Eran siempre los mismos, un grupo reducido con características muy particulares: versátiles, capaces de leer a primera vista y grabar en una o dos tomas", explica Ruiz Antón, coeditor de Ocultos en la sombra, en conversación con El Independiente. "Sabían improvisar, aportar ideas si la partitura no estaba del todo cerrada, participaban en el proceso creativo. Algunos, como Joan Albert Amargós o el propio Nieto, desarrollaron luego una carrera como compositores reconocidos, pero en aquellas sesiones podían a acompañar a Tony Ronald, Julio Iglesias o Rocío Jurado. Eran músicos de primera fila, gente absolutamente versátil capaz de enfrentarse a cualquier estilo en el ámbito de las músicas populares".
Pregunta.- En el libro aparece una figura clave, la del avisador. ¿Cómo funcionaba exactamente?
Respuesta.- No siempre eran músicos, aunque algunos sí, sobre todo vinculados a la orquesta de RTVE. Su papel era contactar con los instrumentistas adecuados y formar el grupo para la grabación. Muchas veces por encargo del director musical, que pedía unos nombres concretos y llegaba a aplazar la sesión si no estaban disponibles. El tiempo era oro: las horas de estudio eran carísimas y un LP a lo mejor debía resolverse en tres días. Por eso era necesario contar con músicos eficaces. El avisador coordinaba, avisaba, cobraba en la compañía y repartía el dinero. Era un intermediario indispensable.
P.- Dice José Nieto en el libro que siente un "regusto amargo" pensando que, de haber hecho esta investigación hace diez o quince años, hubierais podido contar con muchos más testimonios directos. Aun así, el libro se sostiene sobre un extraordinario trabajo de historia oral.
R.- Así es. La entrevista ha sido nuestra herramienta fundamental. La AIE nos facilitó contactos de socios, también de familiares de fallecidos. Ha funcionado como una cadena de favores: uno te pasa un teléfono, otro te lleva a otro nombre… Pero inevitablemente ha habido casos que se nos han escapado. Uno de nuestros colaboradores, mi compañero Julio Arce, de la Universidad Complutense, había quedado con el violinista Francisco Romo [concertino de la Orquesta Nacional de España hasta su jubilación en 2013]. Habló con él la noche anterior a su cita, y cuando se presentó en su casa el portero le dijo que había muerto horas antes. Yo mismo entrevisté a José Chenoll con 97 años el mismo día que mi suegro estaba en el tanatorio. Tal era la urgencia que teníamos. Murió poco después.
El influjo del jazz
Chenoll, histórico trombonista, representa un perfil frecuente entre los músicos de sesión españoles: de formación autodidacta, curtidos en bandas municipales o militares, que terminan en orquestas sinfónicas como la Nacional de España y que tienen una fuerte querencia por el jazz. Él fue uno de los miembros de la banda habitual del Bourbon Street, el club fundado en 1963 en la calle Diego de León de Madrid, junto a la embajada americana. Todos sus componentes estaban entre los músicos de sesión imprescindibles de Madrid. Gente como Vlady Bas (saxo alto y clarinete), Joe Moro (trompeta), el legendario compositor y arreglista Juan Carlos Calderón al piano y el propio José Nieto a la batería. El rango estilístico y temporal de alguien como Moro demuestra la versatilidad y la penetración de estos músicos en el sonido del pop español: su trompeta sonó en la orquesta de Xavier Cugat, en la grabación de "Hilo de seda" de Los Pekenikes y en la espectacular sección de metales de "Bailando", de Alaska y los Pegamoides. El saxofonista navarro Pedro Iturralde, figura internacional del jazz español y una institución en el Whisky Jazz, el otro gran club madrileño del género, también se prodigó como músico de sesión.
P.- ¿Qué peso tuvo el jazz en el pop español?
R.- En el libro diferenciamos entre intérpretes y ejecutantes, considerando ejecutantes a los músicos que tocan en las secciones de cuerda y metales, que proceden de las orquestas, de formación puramente clásica y que se limitan a tocar una partitura sin más, e intérpretes, que suelen conformar la parte rítmica y armónica, piano, batería, bajo, guitarras. Pueden tener formación académica o no, algunos ni falta que les hace, pero son capaces de desenvolverse en los estilos de música popular de una manera muy fácil. Y lo cierto es que muchos de ellos venían del jazz. Es el caso de Calderón. Su pasión era el jazz y lo proyectaba en todo lo que hacía, en sus composiciones y arreglos con Mocedades, con Sergio y Estíbaliz, con Luis Miguel y con todo el mundo. "Eres tú" es un himno góspel, ni más ni menos. Él utiliza elementos del lenguaje del jazz y los incorpora en el pop, en bolero, en lo que haga. Amargós me decía, sin acritud hacia nadie, que un músico de jazz es capaz de desenvolverse mejor en el terreno del pop que alguien que no tiene esa sensibilidad. Está acostumbrado a improvisar.
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