El príncipe Guillermo ha confesado que echa de menos a su abuela, la reina Isabel II, y a su abuelo, el príncipe Felipe de Edimburgo, en una conversación grabada en el castillo de Windsor con el actor Eugene Levy, protagonista de Schitt’s Creek o American Pie. El adelanto de la charla para el programa Eugene Levy, el antiviajero –que Apple TV+ ha anunciado que se estrenará el próximo 3 de octubre– ha ofrecido una imagen doméstica y contenida del heredero mientras el escenario oficial sigue siendo el mismo: los salones y los patios de una residencia que conserva la huella pública y privada de una larga monarquía.

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Cuando Levy le pregunta si extraña a Isabel II, Guillermo responde sin titubeos: "Sí, de hecho sí. Echo de menos a mi abuela y a mi abuelo". Es una frase contenida, apenas una rendija por la que asoma la mezcla de duelo familiar y deber público. El heredero no ha eludido que la ausencia de los que fueron su referente pesa sobre la rutina institucional: "Ha habido bastantes cambios. Así que piensas en que ellos ya no están aquí más, particularmente estando en Windsor. Para mí, Windsor es ella, le encantaba estar aquí, pasaba la mayor parte del tiempo en este sitio".

La escena, filmada en la residencia real situada a unos 40 kilómetros al oeste de Londres, insiste en un detalle que aparece reiterado en el adelanto: la dimensión personal del lugar. Guillermo dice que está intentando mostrar el interior del castillo "de la manera en la que ella (Isabel II) hubiera querido". La frase recuerda que, más allá de la solemnidad pública, cuando de la corona se trata hay decisiones sobre memoria y conservación que tienen un carácter familiar y performativo a la vez.

Albacea de Windsor

El recuerdo de la reina toma además una imagen doméstica: Guillermo señala que Isabel II "también tenía caballos en Windsor, algo que era muy importante para ella". No es un guiño anecdótico: es la constatación de que ciertos hábitos privados se convierten, con el tiempo, en parte integral del relato oficial y en un polo de identificación popular.

La conversación no se queda en la evocación del pasado. El heredero aborda los golpes recientes: en uno de los pasajes más directos, Guillermo admite sobre 2024, el año en que su esposa, la princesa Catalina, fue diagnosticada de cáncer: "Diría que 2024 fue el año más difícil que he tenido nunca. Se dice que la vida también nos pone a prueba y ser capaces de superarla es lo que nos hace quienes somos".

En el adelanto del programa también aparece, sin más explicaciones ni fechas, la referencia a los diagnósticos de cáncer que han afectado a su entorno cercano: el de Catalina, claro, pero también el de su padre, el rey Carlos III. El príncipe ha hablado de cómo ha vivido esos episodios "en privado" y lo ha hecho en un programa cuyo reclamo es precisamente la conversación reposada entre dos figuras que, sobre el papel, no pertenecen al mismo ámbito. El fragmento ha circulado, como es habitual, a través de redes sociales, y ha reactivado el viejo procedimiento periodístico de medir la intimidad pública y las reglas del protocolo.

Todo tiene una lectura en la aparición de Guillermo en Eugene Levy, el antiviajero. Quien prepara el camino hacia la jefatura de Estado aparece como custodio de una casa que es, a la vez, museo, hacienda y familia. La referencia a Windsor no es inocua: situar la conversación allí equivale a usar el decorado como partitura emocional. Windsor –residencia predilecta de Isabel II después de la veraniega Balmoral, recupera ahora la voz de la continuidad a través de un heredero que ha unificado duelo y deber en frases breves y calculadas.

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