La presidenta del Banco Santander, Ana Botín, cumple este sábado 65 años y llega a la edad de jubilación sin ninguna intención de soltar las riendas de la entidad. La mujer más poderosa de la banca española cuenta con un amplio respaldo de los accionistas de la entidad financiera para seguir al frente del grupo y culminar su transformación. Por el momento, su mandato lo concluirá cuando cumpla 68 años. Su antecesor en el cargo, su padre, Emilio Botín, ocupó la presidencia del Banco Santander hasta su fallecimiento en septiembre de 2014, a falta de pocas semanas para que cumpliera 80 años.
A principios del pasado abril, en la última junta de accionistas del Santander, Botín renovó su cargo con un apoyo del 97,8 %, con lo que su mandato en la presidencia del grupo se alarga al menos hasta la primavera de 2028, sin que los estatutos del banco pongan límite a la edad de los miembros del consejo de administración.
En el IBEX 35 hay al menos siete empresas más cuyos máximos responsables tienen más de 65 años: Iberdrola, Ferrovial, Endesa, ACS, Sabadell, Enagás y Sacyr.
Más allá de los estatutos del Santander, la normativa europea tampoco establece una edad máxima para desempeñar funciones ejecutivas, por lo que Ana Botín podría seguir en la presidencia del banco siempre que cuente con el respaldo de los accionistas. De esa forma podría culminar con la transformación que impulsó para que el Santander funcione como una plataforma global.
Esa metamorfosis que el banco denomina "One Transformation" busca sacar el máximo provecho a la escala del grupo poniendo el foco en ganar rentabilidad a través de la automatización cada vez de más negocios y centrados en clientes particulares y empresas.
Un nuevo plan estratégico
En febrero de 2026 el Banco Santander celebrará en Londres su "Día del Inversor" y Botín dará a conocer la estrategia de los próximos años con objetivos concretos de rentabilidad y su idea de acelerar la creación de "un banco digital con oficinas para generar valor".
El banco previsiblemente seguirá poniendo en valor su diversificación geográfica y de negocios, que se demostró como una ventaja competitiva fundamental durante la crisis financiera del 2008, la crisis de deuda soberana de 2011 y el impacto de la pandemia.
Botín siempre ha destacado que la diversificación aporta al Santander mayor rentabilidad con un perfil de riesgo bajo, permitiendo un balance sencillo compuesto principalmente por préstamos y depósitos, con baja exposición a los mercados.
Y aunque en el último año decidió vender la filial del banco en Polonia, poco después llegó a un acuerdo con el Sabadell para adquirir su negocio en el Reino Unido, TSB.
Más allá del futuro inmediato, en los once años desde que Ana Botín llegó a la presidencia del Santander, el grupo ha sumado más de 60 millones de clientes, hasta superar los 175 millones; ha multiplicado por tres los beneficios, llegando a rebasar los 12.000 millones, y por seis los dividendos a los accionistas.
Además, la acción del Santander está en máximos en más de una década y ha duplicado su valor en el año, con lo que se ha convertido en el banco de mayor capitalización bursátil de Europa continental.
Poco después de asumir el timón de la entidad, Botín anunció una ampliación de capital de 7.500 millones e inició un cambio cultural y un giro digital en el grupo que, antes de la pandemia, en 2017 protagonizó su primera operación corporativa en España con la compra del Banco Popular.
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