La Iglesia de Inglaterra ha nombrado a Sarah Mullally como la 106ª arzobispo de Canterbury y cabeza de la Iglesia anglicana, convirtiéndose en la primera mujer en ocupar el puesto en más de 1.400 años de historia. La actual obispa de Londres sucederá a Justin Welby, quien renunció en noviembre de 2024 tras un informe que cuestionaba su gestión de denuncias de abusos en campamentos cristianos.

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Mullally, de 63 años, desarrolló su carrera primero en la sanidad pública británica. Fue enfermera especializada en oncología y llegó a ocupar el cargo de jefa de enfermería de Inglaterra antes de ordenarse como sacerdotisa. Su paso a la vida eclesiástica la llevó a ocupar cargos de creciente responsabilidad hasta que, en 2018, se convirtió en la primera mujer en dirigir la diócesis de Londres, la segunda en importancia dentro de la Iglesia anglicana. Desde entonces se ha distinguido como defensora de una mayor inclusión y de los derechos de las mujeres en la institución.

Su designación, hecha pública este viernes en Londres, supone un hito para la Iglesia de Inglaterra desde que en 2014 se autorizara la ordenación de mujeres como obispas. El proceso fue supervisado por la Comisión de Nominaciones de la Corona, que alcanzó un acuerdo por mayoría de dos tercios. Posteriormente, el nombre fue remitido al primer ministro británico, Keir Starmer, y transmitido al rey, siguiendo la tradición. Mullally no asumirá formalmente el cargo hasta enero de 2026, con la confirmación de la elección y la ceremonia de entronización en la catedral de Canterbury.

Cabeza de una iglesia de 95 millones de fieles

El arzobispo de Canterbury, además de un asiento en la Cámara de los Lores, ejerce como líder espiritual de una comunidad de entre 85 y 95 millones de fieles de la Comunión Anglicana repartidos en 165 países. Un papel que en los últimos años se ha vuelto más complejo debido a las divisiones internas sobre la bendición y reconocimiento de matrimonios entre personas del mismo sexo, así como por las tensiones con sectores conservadores de África, Asia y América Latina que han cuestionado la autoridad de Canterbury. El cargo implica también la tarea de sostener la voz pública de la Iglesia en un Reino Unido cada vez más secular.

Welby, que había accedido al cargo en 2013, deja atrás un mandato de gran visibilidad pública en el que presidió el funeral de Estado de Isabel II y la coronación de Carlos III, pero que acabó marcado por la crisis de credibilidad provocada por los abusos y por la caída en la asistencia a los templos. Aunque no fue acusado de manera personal, su dimisión se produjo tras la publicación de un informe que señalaba deficiencias graves en la gestión de las denuncias.

Con su llegada, Sarah Mullally afrontará el reto de reforzar la credibilidad de la Iglesia en la protección de menores, recomponer las divisiones doctrinales y recuperar la confianza de una comunidad global fragmentada. Su liderazgo abrirá además una nueva etapa en la que la figura de una mujer al frente de Canterbury simboliza un cambio profundo en la tradición anglicana.

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