El entusiasmo con el que Donald Trump ha vendido su plan de paz para Gaza contrasta con la crudeza que proyecta la devastada Franja de Gaza, sometida este sábado a nuevos bombardeos. El documento de 20 puntos, presentado como una fórmula para cerrar dos años de operación militar israelí en Gaza que ha dejado más de 67.000 muertos palestinos, ha recibido la luz verde tanto de Israel como de Hamás.

Pero bajo esa fachada de consenso late un campo minado de desconfianza, tensiones internas y cálculos políticos que amenazan con hacerlo volar por los aires antes incluso de su implementación. En busca de garantías y de los flecos que aún mantiene abiertos el plan, El Cairo acoge desde este domingo reuniones de los países mediadores con Israel y Estados Unidos.

La desconfianza mutua: un pozo sin fondo

Nada en la historia reciente alimenta la fe entre Israel y Hamás. Los palestinos acusan a Tel Aviv de haber violado cada tregua, cada compromiso de retirada. Israel, por su parte, considera que Hamás jamás renunciará al uso de las armas. El plan de Trump promete mecanismos de verificación y garantías internacionales, pero ni unos ni otros creen realmente en el otro. “Cada punto dependerá de una confianza que simplemente no existe”, apunta un diplomático árabe desde Doha. Cualquier paso en falso —una patrulla demasiado cerca, un dron que sobrevuele Gaza— puede ser interpretado como provocación y reavivar el fuego.

Las rupturas unilaterales de Israel, un precedente inquietante

El historial israelí pesa como una losa. Tel Aviv ha roto altos el fuego anteriores alegando motivos de seguridad o respuesta a ataques aislados. Sucedió en marzo, cuando Benjamin Netanyahu rompió unilateralmente la tregua cuando debía pasar a la segunda fase, o en septiembre, cuando atacó la reunión de líderes de Hamás con funcionarios qataríes para responder a una propuesta previa de alto el fuego presentada por Estado Unidos. Durante la administración Biden, Netanyahu llegó incluso a respaldar una propuesta de la que luego se desdijo para proseguir con la guerra.

Un plan de paz alterado por Netanyahu

Para llegar al plan actual, la administración Trump combinó una propuesta estadounidense previa sobre alto al fuego y liberación de rehenes con un plan posguerra que Jared Kushner, el yerno de Trump había desarrollado con Tony Blair, dando forma a un documento de 20 puntos.

Durante una reunión en Nueva York, con líderes árabes y musulmanes, Trump presentó la idea. Los países participaron, hicieron sus aportaciones y llegaron a un borrador preliminar, que el lunes pasado Netanyahu modificó durante su encuentro con Trump y su círculo más cercano. El premier israelí exigió cambios, especialmente en cuestiones de seguridad y retirada, mientras Trump imponía un “tómalo o déjalo” en algunos aspectos, según Axios.

Algunos de los cambios de última hora molestaron a las capitales árabes que participaron en la redacción original. Entre las enmiendas, la más polémica: vincular la retirada militar al desarme “verificable” de Hamás, y otorgar a Israel poder de veto sobre las fases del proceso. Una fórmula que, según fuentes árabes citadas por Axios y Quds News Network, vacía de contenido el compromiso inicial y perpetúa el control israelí sobre Gaza.

El riesgo de unas negociaciones interminables

Desde el pasado lunes Qatar, Egipto y Turquía han presionado para restaurar parte del espíritu original, que preveía una retirada escalonada y una fuerza internacional de estabilización. Doha ha iniciado consultas con Washington y El Cairo para revisar varios de los puntos más controvertidos, tal y como solicitó Hamás en su respuesta al ultimátum de Trump.

En busca de un acuerdo, El Cairo será este domingo escenario de reuniones entre los enviados del presidente Trump, Jared Kushner y Steve Witkoff, la delegación israelí encabezada por Ron Dermer, ministro de Asuntos Estratégicos y muy cercano a Netanyahu; y los países mediadores, Egipto, Turquía y Qatar. Hamas estaría participando de forma indirecta o representada por mediadores. Pero Israel no parece dispuesto a ceder más. Netanyahu lo ha convertido en una pieza de su supervivencia política.

La guerra que no cesa

Mientras algunos celebran el paso de ambos lados, las bombas siguen cayendo. Trump pidió a Israel el fin inmediato de los bombardeos, poco después de la respuesta afirmativa de Hamás, pero la tregua no se ha producido. Al menos 61 personas murieron este sábado por los ataques.

En una entrevista a Axios, Trump desveló algunas de las conversaciones que mantuvo con Netanyahu para convencerle de que respaldara el plan. “Le dije: Bibi, esta es tu oportunidad para la victoria. Él estuvo de acuerdo”, declaró Trump. “Tiene que estar de acuerdo. No tiene otra opción. Conmigo, tienes que estar de acuerdo”, agregó.

El presidente estadounidense también dijo que uno de sus objetivos es rehabilitar la imagen de Israel, en medio de un escenario de genocidio que investiga la justicia internacional. “Bibi fue demasiado lejos e Israel perdió mucho apoyo en el mundo”, aseguró Trump. “Ahora, voy a recuperar todo ese apoyo”.

Tensiones internas

En ambos lados se enfrentan a tensiones y reticencias internas. Netanyahu, que no es partidario del establecimiento de un Estado palestino, tendrá que enfrentarse a sus ministros más ultras, que buscan abiertamente la devastación completa de Gaza, la expulsión definitiva de los palestinos y una ocupación y anexión de la Franja. Hamás, por su parte, también está bajo la presión de otros grupos aliados en Gaza como Yihad Islámica, que consideraron el plan una suerte de “rendición”. El movimiento islamista palestino tendría que lograr que otros grupos que operan en la Franja y con los que se halla en coordinación acepten la iniciativa y entreguen las armas.

El “plan de paz de Trump” nació de un accidente —un ataque israelí fallido contra los líderes políticos de Hamás en Doha— y avanza entre riesgos evidentes. Su éxito dependerá de la voluntad de cumplirlo. Entre la desconfianza, las bombas y los intereses cruzados, los obstáculos que acechan al plan podrían sepultarlo y mantener la tragedia que llevan dos años padeciendo los gazatíes.