En estos días en los que España habla sobre una posible moción de censura instrumental, Movistar+ ha estrenado un documental sobre los cuatro presidentes del Gobierno que precedieron al actual, al que Junts amenaza con moverle la silla. Este tipo de obras suelen servir para engrandecer figuras minúsculas y engañar a las generaciones venideras, pero diría que esta serie de reportajes es bastante justa; especialmente, con las presidencias de José Luis Rodríguez Zapatero y de Mariano Rajoy, que son inmunes a cualquier intento de adornarlas con épica y, por tanto, así se muestran.
Su estreno ha sido casi simultáneo al anuncio de que el expresidente gallego va a publicar un nuevo libro que se titulará El arte de gobernar, lo que vendría equivaler a que Ábalos reinterpretara el Kempis, Contemptus mundi; o a que Vinicius firmara las Meditaciones, de Marco Aurelio. Habrá quien ensalce a Rajoy porque vivió bien aquellos años o quien considere que el minimalismo también tiene valor, pero si se entiende por arte la actividad del artista, quizás a este político le viene grande el adjetivo. O quizás alguien debería empezar a asignar el mismo calificativo a auxiliares administrativos, registradores, notarios, inspectores, interventores y consejeros.
No se puede negar que el protagonista recibió un país al borde de la bancarrota -con un déficit anual de doble dígito- y que lo dejó en fase de recuperación. Hizo falta temple para negociar la limpia del balance y él lo tuvo, a sabiendas de que nadie podía permitirse el rescate de España, dado su tamaño y su relevancia en la zona euro. Pero su filosofía fue la del estoicismo perezoso. La de la inercia de la galbana. Ésa fue la perdición de España... y la suya propia. Porque el dogma de que 'el tiempo lo arregla todo' obvió el efecto de la erosión, de la sedimentación y sobre todo, de la corriente de fondo que había comenzado a dominar a la izquierda nacional. A este artista le atropellaron las bolas de nieve del separatismo y del sanchismo y, por ende, a su partido, que se descapitalizó, mientras con arte y pragmatismo, decía aquello de que, quien no esté a gusto en este barco, puede saltar por la borda.
Solomillo, salmorejo y un buchito de whisky
El director del documental muestra una imagen que representa esa desidia como pocas. Es la de Rajoy, zigzagueante, tras la larga sobremesa del 30 de mayo de 2018. Los fotógrafos le esperaron a salida del restaurante Arahy, donde, contaron, comió salmorejo y solomillo, regados con whisky. La cantidad de licor que se distribuyó per cápita ese día es un misterio, dado que hay veces que sienta mejor que otras y no conviene sacar conclusiones precipitadas, pero, aun así, podría decirse que mientras Adolfo Suárez aguantó en su escaño la del 23-F, sin saber si algún disparo se iba a desviar, a Mariano le dio por soplar en escocés, mientras Soraya posaba en su asiento su bolso sin bandolera. Quizás pensó, mientras pimplaba, que nada, o casi nada, es tan relevante como para interrumpir una comida, una siesta o una misa. El resultado fue el que fue. Su posición en la historia la marcará esa ausencia, que le sitúa como alguien menor.
El propio Rajoy reconoce después que quizás falló al considerar que lo más idóneo era ausentarse durante las mociones que plantearon contra su Gobierno Pablo Iglesias, primero, y Sánchez, después. “A lo mejor debí estar las dos veces (…), pero uno también es un ser humano y ya habíamos recibido castañazos suficientes”.
Del '¿y para qué?' al '¿y por qué no?'
Así que el votante de centroderecha español asistió en tan sólo unas horas al cambio entre el régimen del '¿y para qué?' al del '¿y por qué no?'. Del registrador con pereza para tomar decisiones al aventurero que no niega a nadie un pulso. El arte de gobernar puede recomendar a veces el quedarse quieto en el sitio, mientras quienes conforman el bando de los hostiles se debilitan. Lo que sucede es que Rajoy se conformó con enderezar el balance. Casi no tocó lo estructural, quizás porque consideró que la cuerda se había tensado demasiado tras el tajazo fiscal de 2012. Él mismo reconoce que, si hubiera tenido que aplicar una medida más de ese tipo, se hubiera replanteado su continuidad. Ahí descubrió que no era un líder. Quizás en su entorno ya lo sabían a esas alturas.
Entre cortoplacismo y tacticismo insoportable, fue incapaz de contener dos movimientos inflados a partir de injerencias internas y externas: el populismo y el separatismo. Sin ellos, el sanchismo no existiría. Infravaloró sus riesgos porque a lo mejor, aunque leía muchos papeles -como destacan sus asesores... en fin...-, no sabía interpretar su contenido a medio y largo plazo. Despejaba balones o esperaba que no impactaran contra él, mientras las grandes reformas esperaban y algún ministro trabajaba para sí mismo y para los profesionales de su ramo. ¿Contará todo eso en El arte de gobernar?
Hay quien añora a Mariano
Con Rajoy, siempre existe la tentación de la añoranza cuando se observa quién le ha sucedido. Un presidente con una obsesión enfermiza por gobernar, que maneja el Presupuesto y reparte millones de euros entre sus redes clientelares como si salieran de su patrimonio; y que, mientras le explotan corruptelas a su alrededor, ha sido capaz de poner en marcha una célula en los alrededores de Ferraz para investigar a sus enemigos políticos y “limpiar” todo aquello y a todos aquellos que pusieran el foco sobre las actividades de su mujer. Todavía es pronto para saber el coste que pagarán las familias españolas, y la propia España en el exterior, tras esta etapa de arbitrariedad y testosterona. Es imposible saber con certeza cuál será la factura más cara de todas las que dejará este narciso.
Pero, pese a todo, cualquier nostalgia hacia lo anterior quizás sea errónea, como se deduce al observar el documental de Movistar. Porque, cuando hubo que decidir y ahormar un proyecto para la España del futuro, Mariano se echó a dormir o se fue a comer. Siempre tenía algo más importante que hacer. Y siempre se excusaba con aquello de “un vaso es un vaso y un plato es un plato”. Mientras tanto, la casa sin barrer; y la pregunta es la misma: ¿Alguien de verdad se ha parado a pensar en lo que siente el votante español de centroderecha?
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2 Comentarios
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hace 4 horas
Es de ver el vídeo del congreso de Valencia. Las caras. Los discursos. El desprecio a Aznar. Ahí yo entendí que yo no podía votarles contra los socialistas ni contra los nacionalistas. Que no creían en nada. Que se trataba solo del poder. Yo me afilié la 20 días después del 11 m (un país no puede dejar que los atentados determinen su gobierno) y me desafilie después de lo de Valencia.
hace 5 horas
A M. Rajoy la desidia lo blanquea. No es solo que no hiciera nada es que lo que hizo fue tan nefasto como lo que dejó de hacer.
Recordemos a Montoro con su inconstitucional, esta si, amnistía fiscal y venta de leyes y subidas de IVA y otros impuestos, Barcenas y sus sobres y sus pruebas destruídas, su reforma laboral que nos modificó nuestras condiciones laborales a todos los trabajadores, su funesto ministro del interior con su policía patriotica, el rescate de la banca que nos iba a costar un duro, etc, etc, etc….
Y aún lo suben a las tribunas en los mítines y tertulias!!!!
Y aún le van a publicar un libro!!!!
Y aún le ríen las gracias!!!!