Rubias de verdad, rubias apócrifas, rubias morenas, rubias de Hollywood, rubias del pueblo… Dos mujeres rubias, como dos hojas lanceoladas, han estado en los tribunales o en las noticias, y yo creo que no es casualidad. Yo creo que el señoro y la rubia son como una alegoría del poder español, el heteropatriarcado español en sí mismo es un señoro y una rubia. Por ejemplo, Mazón hablándole de fútbol igual que de amor a una señora rubia, mientras todo se hunde, como un Titanic de ventorrillo. O Ábalos colocando a miss Asturias en una empresa igual que en una bandera (las mises rubias son como rubias de constelación, y se colocan igual que estrellas). Si aquí un señoro acaba con un marrón, siempre habrá una rubia heráldica o platónica o decorativa o carnal o botticelliana que además lo sabrá todo, porque el señoro mediterráneo es incapaz de resistirse a las rubias, que son como el marisco del deseo. Así que ojo, porque una rubia ha declarado que Ábalos le confesó que “Sánchez sabía todo lo de la corrupción”, y otra que Mazón no parecía tener prisa o preocupación por la dana, sólo por el fútbol o quizá sólo por el misterio atávico y poético de las rubias.
Rubias fatales, rubias aladas, rubias sosas, rubias inventadas para los que no tienen rubias… A cada señoro enrubiado (los señoros se enrubian como los niños se enmadran) le puede salir en cualquier momento la rubia que lo sabe todo y ahí se acaba el cuento. Esa rubia a la que él sólo miraba como a un queso, o a la que sólo le hablaba como a un espejo dorado (ese Mazón hablando de fútbol descarta la seducción, quizá sólo buscaba reverberación, la reverberación del señoro en la rubia como leve gustirrinín de una masculinidad temblorosa); esa rubia, en fin, a la que le has contado todo como a una novicia o novia angelical, entre la adoración y la lujuria, llega ante un juez o ante unos senadores y el señoro queda retratado en sus miserias y su desproporción, esa desproporción estética o incluso ética entre el señoro y la rubia.
Rubias de Sabina o de Cohen, rubias de Baudelaire o de Fitzgerald, rubias de Ábalos o de Mazón…
Los señoros se pierden o ahogan en las rubias como en desiertos de Arabia o en trenes de nieve, cosa que viene muy bien para pillar a generales borrachines y a españolitos chanchulleros, a los que yo creo que se les coje más por el mechón que por las chistorras. Claudia Montes, todavía miss Asturias en la constelación de las mises, yo diría que ha pasado por la tristeza de la vida o de Ábalos como por una decoloración del alma y también del pelo, que en la comparecencia en el Senado parecía un velo rajado sobre su cara. No se había llevado gafas de secretaria del Un, dos, tres, como Sánchez, ni contestaba con latiguillos o espasmos de las hermanas Hurtado, como Sánchez, y a uno le pareció que iba a la comisión un poco como lady Godiva. Y con esa naturalidad sobrenatural de las rubias lo que soltó fue que Ábalos sabía que Sánchez lo sabía todo. Y el exministro, exsecretario de organización y ex mano derecha hasta se mosqueaba cuando el presidente se quería hacer el longuis o se quería hacer la rubia, que es lo que yo creo que se quiere hacer el presidente sin conocer mucho a las rubias ni el concepto (cuando una rubia decide hacerse la rubia, que por cierto es un espectáculo, suele ser para tomarte el pelo o por minucioso interés).
Rubias del bar, rubias del tren, rubias de piscina, rubias de hospital, rubias de cuadro, rubias de cuento… Maribel Vilaplana, que declaraba ante la jueza de la DANA, ha sufrido ser una rubia en la sobremesa como una sirena en el acuario de El Ventorro. Mazón tardaba demasiado en comer o en no comer, al calor envalentonador de los cocidos, los vinos y los pacharanes, con los que casi todos los señores se vuelven señoros y los señoros quizá se vuelven insufribles (yo no sé si pensar esto es machismo, o sólo conciencia de esa alegoría que ya hemos explicado). El caso es que Vilaplana ha declarado que Mazón no parecía tener prisa, que a lo mejor es normal cuando uno está enrubiado o cuando eres un presidente de digestión o pensamiento lentos… La verdad, uno lo que piensa es que seguramente a Mazón no le importaba nada, ni siquiera la señora rubia, ni siquiera la política, que es algo más común de lo que creen (ahí está Sánchez). Quizá sólo le importaba ser él, un presidente de mantel con cortesanos de mantel, como un príncipe barroco. De todas formas, Mazón ya está dimitido, aunque ni siquiera eso importa mucho cuando hasta los más sinvergüenzas llaman resistencia a no despegarse del sillón y, además, al que dimite le siguen atizando igual, a él o a alguien en efigie, que es lo que pasará con Feijóo.
Vecinas rubias y maestras rubias, Lolitas y Marisoles, rubias del día y de la noche, de la vida y de la muerte… Pese al cine negro y al cine adolescente, uno cree a las rubias, que cuando se juegan la credibilidad no quieren quedar de rubia tópica, o sea tonta (ya digo que sólo Sánchez se quiere hacer la rubia). Yo creo que la rubia tonta no existe, que fue un invento de Hollywood, como la fea / guapa que sólo tiene que quitarse las gafas, que a eso jugaba Sánchez el otro día también, a despertar la simpatía de Betty la fea. La rubia, en realidad, tiene un conocimiento profundísimo de lo humano, ha aprendido mucho siendo rubia, calando a quienes la desean, la temen o la envidian. Fíjense que han declarado dos rubias y nos cuadra todo lo que han dicho, no mágica sino naturalmente, como cuando cuadran la verdad y la belleza. Los señoros del poder, siempre a un paso del marrón, del chanchullo, de la rubia, del guantazo, del tartazo y de la cárcel, deberían tener más vista. Pero así España se quedaría sin alegorías.
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hace 15 minutos
Me ha encantado lo de la rubia, que son como el.marisco del deseo. Es verdad literariamente y en la vida corriente. Recuerdo a medias una frase de un personaje de Tom. WOLFE, que creo se llamaba Jenny( in nombre de rubia) que decía. Si sólo se vive una vez, prefiero vivir de rubia! Chercheze,z la femme, et surtout Les blondes