La percepción de frío en casa aunque se haya aumentado la temperatura de la calefacción es un problema que se repite cada invierno. Muchas casas logran alcanzar los 21 grados en el termostato, pero el ambiente resulta incómodo. La explicación aparece cuando se habla de la temperatura del aire y la temperatura de las superficies que rodean cada habitación. Al verse rompiendo ese equilibrio, la casa no puede proporcionar confort térmico aunque el sistema de calefacción funcione correctamente.

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Pared fría y calefacción

El efecto pared fría se produce si la temperatura de muros, suelos o techos es inferior a la temperatura del aire del interior. En este caso, las superficies absorben parte del calor que emite el cuerpo humano, de forma que hace disminuir la sensación de bienestar. El efecto se agrava, principalmente, si la vivienda está expuesta a la humedad o si es de construcción antigua, donde los materiales convierten el calor rápidamente y modifican la temperatura del interior.

Por qué el cuerpo percibe menos calor

Cuando las paredes caen por debajo de los 17 grados, el cuerpo traduce esa discrepancia de temperatura como una corriente sin ser vista. Esta transferencia de calor hace que la sensación térmica baje en hasta dos grados respecto a lo medido por el termómetro. El aire caliente se eleva, se enfría al encontrarse con superficies frías y da lugar a un ciclo continuo, que hace imposible alcanzar una temperatura homogénea.

Qué ocurre cuando subes la calefacción

Aumentar la calefacción parece una solución rápida, pero no da respuesta al origen del problema. El aire se calienta muy rápidamente, pero también pierde rápidamente la energía cuando recibe las superficies frías. En las casas sin un aislamiento suficiente, las pérdidas pueden ser superiores al 25% en las paredes y las ventanas. Esta fuga continua obliga a los sistemas de calefacción a trabajar más, y pese a ello, nunca se logrará un ambiente cálido y estable.

El error de ajustar el termostato

Aumentar los grados solo genera gasto. Mantener una temperatura entre 19 y 21 grados es mucho mejor. El sistema funciona mejor porque no tiene que recurrir a picos de potencia, es decir, es mucho mejor mantenerlo dentro de su temperatura óptima de funcionamiento. No generar cambios bruscos para que la vivienda se mantenga con algo de temperatura regular en todo el día.

Soluciones para evitar el frío

El aislamiento constituye una efectiva barrera para resistir el frío. Usar materiales adecuados en pared, ventanas y techos ya produce una gran reducción del paso de calor y proporciona la posibilidad de que el aire caliente se mantenga la estancia. Revestir los muros exteriores, -instalación de doble acristalamiento- o sellar la rendija, incrementan el confort y disminuyen el consumo energético. Estas intervenciones pueden reducirse la consiguiente pérdida de calor hasta un 30%.

Conservar el calor sin gastar

Purgar los radiadores al inicio del invierno, ventilar durante unos minutos cada día y no cubrir las fuentes de calor contribuye a mejorar la eficiencia del sistema. También conviene cerrar las habitaciones que no se usan, poner cortinas térmicas durante la noche y liberar el flujo de aire alrededor de los radiadores. Mantener el equilibrio entre la temperatura del aire y la de las superficies genera un ambiente cálido, estable y eficiente.

El frío del invierno no proviene de la ausencia de calefacción, sino de las pérdidas de calor. Una vivienda adecuada en cuanto a aislamiento es capaz de aprovechar cada grado, minimizar el consumo y eludir esa sensación de frío que se mantiene pese a que el termostato marque una temperatura aparentemente correcta o confortable.

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