Abrir una librería con el nombre del poeta y comunista exiliado, Rafael Alberti, en noviembre de 1975, no podía traer más que problemas. Toda una declaración de intenciones que se tradujo en amenazas, atentados y acosos de ultras. La librería Rafael Alberti abrió el 2 de noviembre, dieciocho días antes de que muriera Franco, pero mucho tiempo antes de que el país viviera en plena libertad. 

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“Tuvieron cinco atentados en un mes que llevaba abierta. A lo largo del 76 hubo disparos de pistoleros, Fuerza Nueva y los Guerrilleros de Cristo Rey venían y metían gasolina por debajo de la puerta y prendían. Hubo incendios y acoso a los libreros que trabajaban aquí. Tenían que salir todos juntos por la puerta cuando cerraban, porque había siempre gente fuera, tenían miedo de que les insultaran, de que les empujaran”, explica Lola Larumbe, socia de la Rafael Alberti desde 1979.

Enrique Lagunero fue quien montó la librería en aquellos turbulentos años. Lo hizo con el capital de su hermano Teodulfo Lagunero, un destacado comunista y amigo del poeta y que fue quien trajo a España a Santiago Carrillo con la famosa peluca.

Lola Larumbe se hizo librera muy joven. Decidió montar, con unos amigos, una librería en Chueca. “Todo el mundo nos decía que nos iban a asaltar y robar porque el barrio estaba lleno de yonquis, pero a nosotros nos gustaba el barrio”, recuerda. “Un día, paseando por aquí, vimos que la Alberti tenía un cartel de ‘cerrado' y pensamos, bueno, pues igual nos venden alguna mesa. Enrique Lagunero nos dijo: ‘no os vendo el mobiliario, pero si queréis os la traspaso”. Así fue, trasladaron su proyecto de Chueca a Moncloa.

https://youtu.be/iY2Jb05CHt4

En la Navidad de 1979 allí estaban los tres dueños, ayudados por sus familiares, empaquetando libros para regalos. “Estaba lleno de amigos, lleno de gente que volvía a recuperar la Alberti y estábamos nosotros con toda la familia ayudándonos el día de Reyes, cobrando y empaquetando. Esos primeros años fueron muy bonitos, a la vez que muy duros, porque casi no podíamos cobrar o no cobrábamos y todo se reinvertía en libros”.

La Alberti no sólo sobrevivió, sino que se reinventó, como todo el sector, una y otra vez, ampliando su propuesta a clubes de lectura, talleres infantiles y de teatro, encuentros con autores y actividades que han traído a nuevas generaciones de lectores y familias a la librería.

Detalle de la fachada de la librería Rafael Alberti de Madrid
Detalle de la fachada de la librería Rafael Alberti de Madrid | Israel Cánovas

El peor momento llegó con la crisis que sacudió a todo el mundo. Larumbe recuerda que en los años 2012-13, en plena crisis económica, el cierre de librerías históricas era casi cotidiano, y el futuro del sector pendía de un hilo. Luego llegó la moda del libro electrónico y parecía que su mundo se acabaría en cuestión de años. “Mucha gente me decía que ya no compraría más libros… Pensé que quizá tendrían razón, que seríamos como los discos, que desapareceríamos”, relata.

Nada que ver con el presente, un momento dulce con buenas ventas de libros y de índices de lectura que hacen que el negocio tenga perspectiva. “La pandemia nos unió a la comunidad de lectores del Alberti a través de las redes sociales, a través del programa de los encuentros. Viene mucha gente aquí a escuchar autores, a participar en los clubes y en los talleres. Después del confinamiento se produjo una vuelta a la lectura, al libro en papel y al papel que juegan las librerías independientes, y ahí la librería siempre ha estado en la vanguardia”, asegura Larumbe.

La clave para la librería ha sido ofrecer una gran diversidad de títulos. “Cada día, cuando hacemos el listado de los libros que se han vendido, vemos que hay una línea muy larga de puntitos de libros diferentes y, de repente, se levantan algunos que se venden un poco más. Esto significa que los lectores que se acercan a la librería tienen gustos muy diversos. Hay librerías de centros comerciales que tienen una mesa de novedades y están rotando continuamente solamente estos libros. Para nosotros un bestseller es El infinito en un junco, Patria de de Aramburu, el último libro de Padura, el nuevo de Rosa Montero de Julio Mazares. 

Cuando Larumbe mira las listas de los más vendidos que publican los medios, ve que no cuadran con las suyas. “Están arriba libros que para nosotros son insignificantes, es decir, que los tenemos, pero no son los que nos dan de comer. Los que nos dan de comer son los buenos libros”, concluye.

50 años de libros

Los días 27 y 28 de noviembre, la librería celebra las jornadas Una historia de amistad y lectura en libertad para conmemorar el medio siglo de la librería con la presencia de Bernardo Atxaga, Rosa Montero, Marta Sanz, Luis Landero, Laura Fernández, Raquel Peláez y Julia Navarro, entre otros.

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