Cada mes de diciembre, la figura de Papá Noel llena escaparates, anuncios y conversaciones familiares. Niños de todo el mundo esperan con ilusión la noche del 24 de diciembre. Día en el que el bonachón de traje rojo deja su hogar en el Polo Norte para repartir regalos a pequeños y mayores.

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Su presencia hoy parece indiscutible, sin embargo, en España no siempre fue así. Mucho antes de que este alegre personaje llegara a los hogares españoles, las regiones del norte peninsular ya contaban con figuras parecidas para traer regalos.

El Olentzero: la figura más antigua y consolidada

El Olentzero es probablemente el personaje navideño alternativo más consolidado de España. Propio de Navarra, el País Vasco y el País Vasco francés, se trata de un carbonero mitológico que baja de las montañas el día de Navidad para repartir regalos. Su origen se sitúa en Lesaca (Navarra), y la primera referencia histórica aparece en los antiguos Fueros Navarros bajo el nombre de Onenzaro, “época de los buenos”, vinculado a celebraciones del solsticio de invierno.

Tradicionalmente, se representa como un hombre grueso, desaliñado, manchado de carbón y amante del buen comer. Durante el año vive en la montaña trabajando en el carbón, y desciende a los pueblos solo en invierno. Su apariencia rústica y descuidada simboliza el fin del año, mientras que la quema simbólica de su figura al final del pasacalles representaba el año nuevo. Con la llegada del cristianismo, su papel se adaptó a la Navidad como anuncio del nacimiento de Jesús, integrándose en el relato cristiano.

Durante los años 70, el Olentzero fue adquiriendo rasgos de Papá Noel y los Reyes Magos hasta convertirse en el carbonero bonachón que trae regalos a los niños del País Vasco y Navarra que se han portado bien y carbon a los que se han portado mal.

Actualmente, no pierde popularidad. El 24 de diciembre se realiza un desfile en el que el Olentzero recorre las calles saludando a mayores y pequeños. Se perfila así como un personaje que encarna tanto la memoria rural como la capacidad de adaptación del folklore local.

El Tió de Nadal: el tronco que "caga" regalos

En Cataluña, la tradición navideña adopta una forma divertida y simbólica con el Tió de Nadal o Caga Tió. Se trata de un tronco, al que se dibuja una cara sonriente y se cubre con una manta. Durante las semanas previas a Navidad, es “alimentado” por la familia con pequeños alimentos como galletas o frutas para que esté preparado para el gran día.

El día de Nochebuena o la mañana de Navidad. El Caga Tió se pone en el centro de la sala, cubierto con una manta, mientras los niños lo golpean con un bastón y cantan la canción del Caga Tió, cuya letra varia según la región en la que se haga. Al terminar de cantar, se levanta la manta y encuentran los regalos que el Tió ha dejado para todos.

Su origen se remonta a las celebraciones del solsticio de invierno de la época precristiana. En este tiempo representaba el espíritu del bosque al que se alimentaba y cuidaba para pedir un buen invierno. Después se quemaba el tronco y se golpeaba para obtener luz y calor durante la quema. Con el paso del tiempo se fue convirtiendo en la tradición infantil símbolo de la Navidad catalana que aún se mantiene en la actualidad.

El Apalpador: la Navidad medida en alimento

El Apalpador, propio de Galicia, se trata de un personaje mitológico, representado como un carbonero que vive en el bosque, es típico de las zonas rurales gallegas. Aunque hay distintas versiones de la historia, el objetivo de este carbonero mágico es llevar regalos a los niños y transmitirles buena fortuna para el año nuevo.

Dependiendo de la zona este Papá Noel gallego baja de la montaña el 24 o 31 de diciembre, mientras los niños duermen en sus casas. Por la noche, les toca la tripa para comprobar que no pasaron hambre durante el año. Si es así, les deja castañas y regalos.

Su origen se encuentra en la vida de los carboneros de los montes gallegos y refleja la preocupación por la supervivencia y la alimentación en sociedades rurales marcadas por la escasez. Actualmente, el Apalpador simboliza la solidaridad, la memoria histórica y una Navidad ligada al mundo rural más que al consumo material.

L’Anguleru: la tradición reinventada desde Asturias

L’Anguleru es un personaje más reciente. Creado en el año 2008, por la Asociación Cultural Garabuxada de San Juan de La Arena. L´Anguleru viste la ropa de los pescadores asturianos y llega a bordo de su lancha L’Angulina, procedente del Mar de los Sargazos, para repartir regalos a los niños asturianos durante la Navidad.

Su misión no la realiza en solitario. L’Anguleru cuenta con un equipo de ayudantes, conocidos como Llendadores y Llendadoras, entre los que destacan figuras como Lolina la Rulera, el Farolero, los Ocleros o los Tritones. Todos juntos recorren Asturias, asegurándose de que cada niño reciba su regalo y, al mismo tiempo, transmitiendo valores fundamentales: el respeto por el mar, la naturaleza y las tradiciones locales.

Aunque su origen es reciente, L’Anguleru se ha consolidado como un símbolo identitario asturiano. Su popularidad crece cada año gracias a su presencia en actividades y eventos públicos. Así se ha conseguido posicionar como un referente cercano, auténtico y plenamente vinculado a la tierra y al mar.

El Esteru: el leñador cántabro

En Cantabria, la alternativa local es El Esteru, un leñador robusto y barbudo con boina y pipa que siempre va acompañado de su hacha y bastón. Este personaje se dedica durante el año a cortar madera, menos en la época navideña cuando se dedica a fabricar juguetes para los niños.

Se trata de una representación de la vida en el bosque, el trabajo del monte y la cultura rural. Aunque El Esteru, a diferencia de los anteriores, lleva los regalos la noche del 5 al 6 de enero, coincidiendo con la tradicional Noche de Reyes. Si bien la popularidad de este personaje es mayoritaria en las zonas de Comillas y Udías, también se conoce la leyenda en las zonas asturianas próximas a la región cántabra.

Tradición, identidad y modernidad

La riqueza de estas figuras muestran que la Navidad española no se reduce únicamente al imaginario importado. Mientras Papá Noel domina la publicidad y el comercio global, estas tradiciones reflejan la diversidad cultural de la península, conectan con el territorio, los oficios tradicionales, la memoria histórica y la identidad comunitaria.

Desde el tronco que "caga" regalos hasta el pescador asturiano, los españoles suman siglos de historias, rituales y enseñanzas. Lejos de desaparecer, muchas de estas figuras se han revitalizado, demostrando que el folklore es capaz de adaptarse sin perder su esencia. Frente a la uniformidad de renos y trineos, la fiestas navideñas en España sigue siendo un relato colectivo, profundamente humano y lleno de matices.

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